1990–1999
“Con su fuerza puedo hacer todas las cosas”
Abril 1997


“Con su fuerza puedo hacer todas las cosas”

“Hombres comunes y corrientes, que han sido bendecidos con el privilegio de poseer el sacerdocio de Dios, pueden ser llamados a realizar tareas extraordinarias y efectuar grandes hazañas por medio de la fe en ese sagrado poder.”

En esta ocasión, hermanos, tengo el intenso deseo de relatarles un aspecto de una historia bien documentada, pero que es poco conocida en la Iglesia; tiene que ver con la valentía y la fortaleza de unos pocos jóvenes del tiempo de los pioneros, algunos de los cuales tenían la edad para ser presbíteros o maestros, como muchos de ustedes, los que se encuentran en esta reunión. Esos jóvenes hicieron gustosamente considerables sacrificios cuando recibieron un llamamiento.

Al relatarles su historia, les ruego que tengan presente cual es el poder que nos unifica a nosotros y también nos une a ellos. El real sacerdocio que poseemos tiene una destacada importancia en este relato. Ellos poseían el mismo sacerdocio que en la actualidad los autoriza a ustedes para efectuar grandes y pequeños actos de servicio a sus semejantes.

Hombres comunes y corrientes -incluso, y quizá sobre todo los hombres jóvenes-, que han sido bendecidos con el privilegio de poseer cl sacerdocio de Dios pueden ser llamados a realizar tareas extra ordinarias. Los poseedores del santo sacerdocio pueden efectuar grandes hazañas de heroísmo, de valentía y de servicio por medio de su fe en ese sagrado poder.

Los pioneros no dudaren de el; reiteradamente daban testimonio de que cl Espíritu del Señor los guiaba y los dirigía. Para confirmar el testimonio de ellos, les afirmo que Su Espíritu esta con cada uno de nosotros. El desea bendecirlos y fortalecernos, y nos dará la aptitud necesaria para llevar a cabo todas las labores rectas que emprendamos en Su nombre. El magnificara en gran medida nuestra capacidad natural. Ustedes lograran realizar lo que exceda a sus propias fuerzas si aprenden a confiar en el Espíritu del Señor.

Ahora bien, la historia que he prometido contarles comenzó antes de la conferencia general de octubre de 1856, pero la contaré partiendo de esa fecha. El presidente Brigham Young se puso de pie ante el púlpito del antiguo Tabernáculo que se encontraba en esta misma manzana y llamo a la gente para acudir al rescate de las compañías de carros de mano de Willie y de Martin. Dos días mas tarde, unos treinta fieles hermanos con buenos tiros de mulas partieron en busca de los desamparados viajeros que habían quedado inmovilizados varios cientos de kilómetros al Este. Dan W. Jones, un hermano que se había convertido a la Iglesia hacia menos de cinco años, fue de voluntario.

Tras arduos esfuerzos, por fin hallaron a los de la compañía de Willie. Atrapados en las borrascas de nieve de un invierno prematuro, los santos se estaban muriendo de hambre y de frío. Aun cuando los de la expedición de salvamento hicieron cuanto pudieron por auxiliarlos, para algunos fue simplemente demasiado tarde. A la mañana siguiente de la llegada de los rescatadores, nueve personas de la compañía fueron sepultadas en una fosa común.

A algunos de los del grupo de rescate se les asigno la tarea de acompañar a los viajeros al Valle del Lago Salado, y los otros siguieron avanzando hacia el Este en la tentativa de hallar a los de la compañía de Martin. Finalmente, los encontraron; estaban junto con los de las compañías de carromatos de Hodgett y de Hunt, desamparados y atascados en la nieve, al este de Devil’s Gate, Wyoming.

Había miembros de la compañía de Martin en estado lamentable; se les había reducido la ración de comida a unos cuantos gramos de harina al día. Solo la tercera parte de ellos podía caminar y se producían muertes a diario.

Los lideres de la expedición de salvamento resolvieron con acierto no escatimar esfuerzos para hacer llegar a los enfermos sobrevivientes sanos y salvos al Valle del Lago Salado. Por motivo del poco espacio que había en los carromatos, fue necesario dejar la mayor parte de las posesiones de los viajeros almacenadas en Devil’s Gate hasta la primavera.

Al hermano Dan W. Jones y a otros dos integrantes de la expedición de salvamento, así como a ll varones jóvenes de las compañías de carromatos, se les dio el llamamiento de quedarse en aquel lugar para proteger los bienes. Tuvieron que enfrentar cinco meses de invierno en Wyoming, a cientos de kilómetros de la ayuda mas cercana, con casi nada para comer y prácticamente carentes de lo indispensable para subsistir. (Imagínense el sacrificio! Se les ofreció a cada uno de los jóvenes seguir viaje en los carromatos que se dirigían al Valle, pero todos ellos decidieron quedarse, obedientes al llamamiento de prestar servicio.

Aquel invierno ha quedado registrado como uno de los mas rigurosos que haya habido jamas. Los intrépidos guardianes se esforzaron por reparar las cabañas de Devil’s Gate; mataron los animales que habían quedado del ganado; conservaron la dura y fibrosa carne para alimento, y compusieron los bienes que se les había encomendado proteger.

Mataron unos pocos bisontes, pero casi no hallaban animales para cazar. Al poco tiempo, no les quedo mas recurso que vivir de la piel de los animales: la raspaban para quitarle el pelo y hacían hervir el cuero. Consumieron las envolturas de cuero de los pértigos de los carromatos, las suelas de viejos mocasines y la gastada piel de bisonte que se había usado de felpudo durante dos meses. Llego un momento en el que Dan Jones estuvo, literalmente, a punto de comerse (su propia silla de montar!

En febrero de aquel extremado invierno, los visito un miembro de la tribu de indios Snake y les presto ayuda. Aquella primera noche, el y dos exploradores llegaron al campamento cargados de buena carne de bisonte.

Pasó el invierno y, finalmente, a principios de mayo, comenzaron a llegar los carromatos de socorro. De los diversos mensajes que había recibido el hermano Jones, una carta importantísima de Brigham Young no había llegado a sus manos. El cargar y el despachar los bienes almacenados no podía comenzarse sin esa carta.

Esperaron durante días, sintiéndose cada vez mas preocupados. Por ultimo, el hermano Jones busco al Señor en oración para saber que debía hacer. De ello, escribió el siguiente testimonio: “A la mañana siguiente, sin mencionar nada de la falta de instrucciones, pusimos manos a la obra. Poco después, alguien preguntó que tiros había que cargar primero [y] yo le dicte las ordenes correspondientes a mi secretario. Y así proseguimos. En cuanto el secretario anotaba las instrucciones, se daban las órdenes y pasábamos a lo siguiente.

Seguimos [así] durante cuatro días … hasta que se hubieron cargado todos los tiros y organizado las compañías, y emprendimos el viaje de vuelta [hacia el valle]” (Daniel W. Jones, Forty Years Among the Indians, 1960, 107).

A los 17 Jóvenes se les instalo en los últimos carromatos que partían con destino al Valle del Lago Salado, donde habían de reunirse con sus familiares y seres queridos.

El hermano Jones se presento mas tarde ante el presidente Young, sin saber cómo seria recibido. )Debió haber esperado las órdenes escritas del Presidente? Al aclararse las cosas, se supo que el presidente Young efectivamente había dictado una carta de instrucciones, la cual nunca llegó a su destino. Con cuidado, Dan le presentó su detallado informe. Fue un testimonio para el enterarse de que la inspiración que había recibido en Wyoming fue exactamente la misma que el Profeta había expuesto en su carta.

Los jóvenes de Dan Jones hicieron muchísimo mas de lo que se hubieran imaginado ser capaces de hacer.

  • Atravesaron las llanuras en carromato y con carros de mano, mayormente a pie.

  • A lo largo del camino, vieron morir a muchos de sus parientes y de sus amigos.

  • Voluntariamente, pasaron el invierno a casi 500 kilómetros de su destino final.

  • Sobrevivieron a un crudo invierno con pocos alimentos y con pocas comodidades.

  • Obedecieron el llamamiento del Profeta de servir a sus hermanos los santos.

  • Perseveraron hasta el fin con nobleza y fueron bendecidos por sus esfuerzos.

Repito, hermanos ¡Hombres comunes y corrientes, que han sido bendecidos con el privilegio de poseer el sacerdocio de Dios, pueden ser llamados a realizar tareas extraordinarias y efectuar grandes hazañas por medio de la fe en ese sagrado poder!

Uno de mis héroes del Libro de Mormón, Ammón, el excelente hijo de Mosíah, explica lo mucho que dos personas pueden realizar cuando una de ellas es el Señor: “Si, yo se que nada soy; en cuanto a mi fuerza, soy débil; por tanto, no me jactaré de mi mismo, sino que me gloriaré en mi Dios, porque con su fuerza puedo hacer todas las cosas; si, he aquí que hemos obrado muchos grandes milagros en esta tierra, por los cuales alabaremos su nombre para siempre jamas” (Alma 26:12).

Tanto a ustedes, los jóvenes del Sacerdocio Aarónico como a ustedes, los hermanos del Sacerdocio de Melquisedec, les doy fe de que sí podemos efectuar “muchos grandes milagros”, ¡como lo testificaron Ammón y Dan Jones! Para ellos, su guía fue el Señor, escucharon y obedecieron al Espíritu Santo, y aprendieron que efectivamente podían efectuar grandes milagros, cosa que ellos nunca se habían imaginado.

En nuestra época nuestros retos personales serán grandes. Nuestras necesidades serán considerables. Nuestra lealtad a las grandes verdades del Evangelio no debe reflejar menos valentía que la de aquellos jóvenes que perseveraron hace mas de 140 años.

Es mi oración, hermanos, que cada uno de nosotros haga del Señor -así como de Su palabra revelada por medio de Sus siervos, los Profetas- la influencia que guíe nuestras vidas. Cada uno de nosotros tiene un milagro que efectuar, un viaje que terminar y una maravillosa misión que cumplir.

Que nuestro Padre Celestial los bendiga para que sepan que son ustedes Sus hijos escogidos en una generación bendita y real, y que El tiene grandes milagros para que ustedes efectúen. Con Su fuerza y con la guía del Espíritu, ¡también ustedes podrán hacer todas las cosas! De ello testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.