1990–1999
Escuchemos Con Renovada Atención
Abril 1996


Escuchemos Con Renovada Atención

“Lean y vuelvan a leer los mensajes. ¿Utiliza el Señor a Sus profetas para contestar tus oraciones de ustedes?”

Soy madre y, como todas las madres, he aprendido muchas lecciones de mis hijos. Permítanme compartir con ustedes algo personal relacionado con una de esas lecciones.

A nuestro hijo y a nuestros yernos les encanta jugar al golf, de modo que se pueden imaginar la emoción que ellos habrán sentido cuando, hace dos años, tuvieron la oportunidad de recibir entrenamiento de un golfista profesional de fama mundial.

Aquella tarde de verano, los chicos entraron atropelladamente en la sala de nuestra casa cargando las bolasde golf, casi haciéndolas chocar una contra otra.

Al relatar el punto culminante del día. uno de ellos dijo: “El golfista profesional pasó bastante tiempo con cada una de las personas, observando cómo golpeaban la pelota con el palo de golf y sugiriéndoles técnicas para mejorar. Cuando se me acercó, me dijo: ‘Básicamente, tienes un buen movimiento de los brazos. Pero esta vez, al moverlos hacia atrás, extiéndelos un poco mas hacia la derecha y luego pega con fuerza la pelota haciendo levantar el palo hasta que este quede mas arriba del hombro izquierdo. Muy bien’, dijo, ‘sigue practicando así, y si alguna vez alguien trata de decirte lo contrario, dile que yo te dije que sabes mover muy bien los brazos para golpear la pelota!’ Después continuó con el siguiente golfista y yo seguí practicando”.

Y, ¿te dio resultado la sugerencia?-le preguntamos.

Todavía no, pero lo haré- respondió con confianza.

Mientras los muchachos pasaban por la sala y salían por la otra puerta para practicar un poco mas en el patio, sentí un poco de envidia.

Pensé: Que bueno seria si hubiera alguien en quien pudiera tener tanta confianza, un experto que pudiera observar mi vida y decir: “Básicamente, estas haciendo todo bien, pero si tan sólo hicieras esta cosita mas, te iría mucho mejor”.

Algunas de ustedes han asistido con amigas a una de esas fiestas en las que todas deciden decir que es lo que anda mal con cada persona. Eso no es algo que les recomiendo que hagan. Esa clase de experiencia hace que todo el mundo termine sintiéndose mal. Yo prefiero recibir información y consejo de un verdadero experto.

En medio de mi pensamiento, de repente se me ocurrió algo: conferencia general! Con razón siempre anhelo la llegada de esas reuniones y de los mensajes. Aquí están mis expertos: los Profetas que me reafirman que básicamente “tengo un buen movimiento del brazo”, o sea, que estoy viviendo una vida justa, y luego me dan instrucciones en cuanto a lo que debería hacer o lo que debería dejar de hacer a fin de llevar una vida mejor. Estos hombres no solamente tienen experiencia, sino que sus instrucciones vienen directamente de nuestro Padre Celestial a mi por medio del Espíritu Santo, diseñadas a mis necesidades exactas, inmediatas e individuales. ¿En quien podríamos confiar mas que en estas personas: El Señor, Su portavoz y el Espíritu Santo?

¡Que proceso tan maravilloso! Como Presidencia General de las Mujeres Jóvenes, deseamos invitar a todas las jovencitas y a todas las hermanas lideres a que escuchen al presidente Hinckley y a que busquen en sus palabras un mensaje que se aplique a ellas personalmente, y luego las invitamos a que pongan en practica dicho mensaje y experimenten los cambios positivos que se llevaran a cabo al hacerlo.

Una jovencita escribió: “En uno de sus discursos, el presidente Hinckley citó Josué 1:9, que dice: ‘te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas’. Algunas veces mis amigos quieren que yo sea otra persona, y yo no quiero ser otra persona. Yo quiero ser lo que yo soy, pero temo que vaya a perder la amistad de mis amigas y no quiero que eso suceda. Cuando el Profeta leyó ese pasaje de las Escrituras, fue como si el supiera lo que yo estaba sintiendo. Sentí que alguien había contestado mis oraciones. Siempre que tengo problemas con mis amigos, se que es lo que debo hacer y pensar, porque esas palabras resuenan en mi mente y nunca las olvidaré!”

Permítanme repasar esa invitación:

  1. Escuchen y lean las palabras del presidente Hinckley. Es fácil decir: “Ese fue un buen discurso; el es uno de mis discursantes favoritos”. Luego vamos a casa y continuamos siendo las mismas personas con los mismos problemas. El presidente Hinckley será el ultimo discursante esta noche. El y las demás Autoridades Generales nos hablaran el próximo fin de semana. Escúchenlos con mucha atención; lean y vuelvan a leer los mensajes. ¿Utiliza el Señor a Sus profetas para contestar las oraciones de ustedes? ¿Utiliza el Señor a Sus profetas para enviarles un mensaje que les haga saber que las ama y que básicamente están siguiendo el camino recto, que están viviendo una vida justa? ¿Utiliza el Señor a Sus profetas para que les den a ustedes instrucciones que deban poner en practica o les esta haciendo advertencias que deban seguir?

  2. Después, traten de buscar, con la ayuda del Espíritu Santo, un mensaje que tenga una aplicación personal, es decir, las pequeñas correcciones que deban hacer en su vida. Así como la jovencita que escribió la carta que acabo de leer, habrá una idea o algunas palabras que sentirán que van dirigidas a ustedes directa mente. Ustedes mismas las interpretaran. Este es el proceso de la revelación personal. Es sencillo. No lo pasen por alto.

  3. Pongan en practica el mensaje. Aplíquenlo. “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores” (Santiago 1:22). Este es el propósito de la revelación. De que nos sirve que el Señor nos hable a menudo si no ponemos en practica lo que nos dice.

  4. Adviertan los cambios que ocurren en su vida y en su modo de pensar y sentir. Nos sentimos bien cuando hacemos la voluntad de Dios, como lo han expresado Sus profetas escogidos.

Uno mi testimonio al de esta jovencita, en el nombre de Jesucristo. Amen.