1990–1999
Las Bendiciones Del Sacerdocio
Octubre 1995


Las Bendiciones Del Sacerdocio

“El sacerdocio de Dios provee luz a Sus hijos en este mundo de obscuridad y tribulación.”

Hace unas semanas, estaba en Santiago, Chile, participando en reuniones de capacitación del sacerdocio. Durante la reunión del sábado, tuvimos una charla acerca de cuan importante es que los hermanos reciban el sacerdocio después del bautismo. En la madrugada del domingo, me desperté sintiendo un fuerte testimonio del poder del sacerdocio en nuestra vida. Durante unas horas, antes de empezar el día. reflexione acerca de lo que el sacerdocio significa para mi, para mi familia y para el mundo entero.

Hermanos y hermanas, se imaginan que obscura y vacía sería la vida terrenal si no existiera el sacerdocio? Si el poder del sacerdocio no estuviera sobre la tierra, el adversario tendría la libertad de andar errante y reinar sin ninguna restricción. No tendríamos el don del Espíritu Santo para dirigirnos e iluminarnos; ni profetas para hablar en el nombre del Señor, ni templos donde hacer convenios sagrados y eternos; ni autoridad para bendecir y bautizar, para sanar y consolar. Sin el poder del sacerdocio “… toda la tierra seria totalmente asolada” (véase D. y C. 2:13). No habría luz, ni esperanza, sólo tinieblas.

Sin el sacerdocio, ¡que mundo tan obscuro sería este para todos nosotros!

Nuestro amoroso Padre Celestial ha enviado a Sus hijos aquí a la tierra para obtener experiencia y ser probados; nos ha proporcionado la senda de regreso a El y nos ha brindado la luz espiritual indispensable para encontrar nuestro camino. El sacerdocio de Dios provee luz a Sus hijos en este mundo de obscuridad y tribulación. Por medio del poder del sacerdocio, recibimos el don del Espíritu Santo, que nos guía hacia la verdad, el testimonio y la revelación. Este don esta al alcance en forma equitativa de hombres, mujeres y niños. Mediante las bendiciones del sacerdocio, nos vestimos con “toda la armadura de Dios, para … pod[er] estar firmes contra las asechanzas del diablo” (véase Efesios 6:1118). Esta protección esta al alcance de cada uno de nosotros.

Por medio del sacerdocio, muchas otras bendiciones se encuentran también accesibles para todos los hijos y las hijas de Dios, haciendo posible que hagamos sagrados convenios y recibamos las santas ordenanzas que nos permitan viajar por el angosto camino que nos llevara de regreso a nuestro Padre Celestial (véase Mateo 7:1314).

El sacerdocio es el poder de Dios, el cual es dado al hombre para actuar en Su nombre. El sacerdocio de Dios es eterno, “existió en el principio, existirá también en el fin del mundo” (Moisés 6 7; véase también History of the Church, 3:386). Antes de que este mundo fuera creado, se llevó a cabo un concilio preterrenal en los cielos bajo la dirección del sacerdocio. La formación del universo y del mundo en el que vivimos no ocurrió por casualidad, sino por medio del poder del sacerdocio. El . gran Creador habló, y los elementos le obedecieron. Los procesos de la . naturaleza que nos permiten existir en este planeta, los recursos del . mundo para sostener la vida, todos . ellos fueron activados y continúan su curso a traves del poder del sublime sacerdocio de Dios. Aun cuando la mayoría de los habitantes de la tierra no creen en el poder de este sacerdocio, toda criatura viviente se beneficia con el.

La creación de esta tierra proporcionó un lugar para que los hijos de Dios vivieran y progresaran, un lugar donde nuestro Padre pudiera conferir sobre nosotros las bendiciones de Su prodigioso sacerdocio. Este poder se le dio primeramente a Adán, que poseyó las llaves de generación en generación; Adán ordenó al sacerdocio a siete generaciones de su posteridad, a partir de sus hijos Abel y Set (véase D y C. 84:16;

107:4053). Después de la muerte de Adán, el sacerdocio continuó de padre a hijo, hasta Melquisedec.

Originalmente, este sacerdocio “se llamaba el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios.

“Mas por respeto o reverencia al t nombre del Ser Supremo, para evitar L la demasiado frecuente repetición de su nombre, la iglesia en los días antiguos dio a ese sacerdocio el nombre de Melquisedec” (D. y C. 107:3 4),

debido a “que Melquisedec fue un gran sumo sacerdote” (versículo 2).

Abraham recibió el sacerdocio de manos de Melquisedec (véase D. y C. 84: 14) . Mas tarde, el Señor hizo convenio con Abraham, diciendo:

“… en ti (es decir, en tu sacerdocio) y en tu descendencia … serán bendecidas todas las familias de la tierra, si, con las bendiciones del evangelio, que son las bendiciones de salvación, si, de vida eterna” (Abraham 2: 11) .

Fue por intermedio del sacerdocio que el Hijo de Dios, el Salvador, Jesucristo, estableció Su iglesia, tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo. En ambos continentes, El estableció convenios sagrados y ordenanzas que son indispensables para entrar por la “estrecha … puerta … que lleva a la vida [eterna]” (Mateo 7:1314; 3 Nefi 14:1314). En ambos lugares, ordenó doce testigos especiales para gobernar los asuntos de la Iglesia y llevar Su palabra a los hijos de Dios.

Jesucristo expió los pecados de todo s lo s que se arrepintieran y se bautizaran por el poder del Santo Sacerdocio. Mediante la Expiación, nuestro Salvador quebrantó las lazos de la muerte y se convirtió en el “autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:9).

Después de la muerte de Jesús y de Sus Apóstoles, la tierra se cubrió de obscuridad. Ese período, la Edad Media, conocido también como el obscurantismo, fue una época de gran apostasía en la que a los mortales se les privó de las bendiciones y las ordenanzas del sacerdocio (véase de Joseph Fielding Smith, Answers to Gospel Questions, comp. por Joseph Fielding Smith, hijo, 5 tomos, Salt Lake City: Deseret Book Co., 19571966, 2:45).

Pero, como se había profetizado, el sacerdocio glorioso de Dios, junto con la plenitud de sus bendiciones, se ha restaurado sobre la tierra en nuestra época. La restauración del sacerdocio y sus bendiciones dio comienzo en 1820, cuando José Smith, un joven Profeta, contempló a Dios el Padre y Su Hijo, Jesucristo, y habló con los dos en una sagrada arboleda.

Mas tarde, otros mensajeros celestiales: Juan el Bautista, Pedro, Santiago y Juan; Moisés, Elías y Elías el profeta; y otros, le confirieron al profeta José Smith el poder, la autoridad y las llaves necesarias para la salvación y exaltación de la humanidad. Como resultado, la Iglesia de Jesucristo se restauró sobre la tierra, juntamente con los Sacerdocios Aarónico y de Melquisedec de la antigüedad. Ahora, de acuerdo con el convenio que Dios hizo con Abraham, todas las personas y familias sobre la tierra serán bendecidas.

Piensen en ello, hermanos y hermanas: el sacerdocio ha sido restaurado y se encuentra hoy sobre la tierra. El presidente Gordon B. Hinckley es el Profeta actual. La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce son los Apóstoles del Señor Jesucristo en nuestros días. Bajo la dirección de esos profetas, videntes y reveladores, que poseen las llaves de esta dispensación, los poseedores del sacerdocio de la Iglesia hoy día tienen el derecho legítimo de actuar en el nombre de Dios. Como Sus agentes autorizados, están comisionados para ir a bendecir a otras personas por medio del poder y la autoridad del sacerdocio, y efectuar todos los convenios, las ordenanzas y las bendiciones del sacerdocio disponibles en la actualidad.

Las bendiciones del sacerdocio se encuentran a disposición de todos. En verdad, el Padre “invita a todos … a que vengan a el y participen de su bondad; y a nadie de los que a cl vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres … y todos son iguales ante Dios” (2 Nefi 26:33).

¿Cuáles son algunas de las bendiciones del sacerdocio? Repasemos juntos lo que seria la jornada espiritual ideal de un niño por la vida. Examinemos la cantidad de posibilidades que tiene durante su vida de recibir bendiciones por medio del sacerdocio.

De recién nacido, se le arrulla tiernamente entre manos amorosas, mientras el padre, el abuelo, el obispo u otro poseedor del sacerdocio pronuncia su nombre y le da una bendición sagrada según lo dicte la inspiración del Espíritu Santo.

Pocos años después, el niño comienza a asistir a la Primaria y luego a la Escuela Dominical, y a recibir lecciones e instrucciones de maestros fieles, hombres y mujeres a quienes se ha llamado y apartado por el poder del sacerdocio para enseñar las vías del Señor.

Cuando el niño llega a la edad de ocho años, la edad de responsabilidad, un poseedor del sacerdocio lo sumerge en las aguas del bautismo. Luego, un poseedor del Sacerdocio de Melquisedec lo confirma miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; durante esa ordenanza, se le confiere también el don del Espíritu Santo, el cual, si presta atención a Su voz suave y apacible, le ayudara a permanecer en el camino estrecho y angosto que conduce a la vida eterna.

Todos los domingos, a medida que va creciendo, el niño recibe junto con otros santos dignos la Santa Cena de manos de poseedores del sacerdocio: el pan, que representa el cuerpo de Cristo y el agua, que representa Su sangre que fue derramada para expiación de nuestros pecados. Durante la Santa Cena, recuerda el sufrimiento del Salvador, testifica que esta dispuesto a tomar sobre sí el nombre del Salvador y promete recordarle siempre y guardar Sus mandamientos. A su vez, el Salvador promete “que siempre puedan tener su Espíritu consigo” (D. y C. 20:77).

A medida que el joven continúa madurando, puede buscar la orientación y el consejo espiritual del obispo y otros lideres de los jóvenes. Los lideres del Sacerdocio Aarónico y de las Mujeres Jóvenes son personas que han sido llamadas y apartadas por la autoridad del sacerdocio con el fin de guiar e inspirar a la juventud de la Iglesia.

Cuando precisa consejo o consuelo especiales, o durante una enfermedad, el jovencito puede recibir una bendición de su padre, del maestro orientador, del obispo o de otro poseedor del sacerdocio. Una bendición patriarcal-dada por un patriarca ordenado-contiene palabras inspiradas por Dios para Sus hijos, que les sirven de guía y consuelo para toda la vida y que incluso encierran un significado eterno. Piensen en lo maravilloso que es eso.

Si al joven se le encuentra digno, recibe el Sacerdocio Aarónico, o sea, el sacerdocio preparatorio, y a medida que madura, se le ordena diácono, luego maestro y finalmente presbítero. Mas adelante, si sigue siendo digno, recibe el Sacerdocio de Melquisedec y se le ordena al oficio de elder. La jovencita pasa a ser miembro de la organización de las Mujeres Jóvenes y mas tarde de la Sociedad de Socorro. Todas esas experiencias dan a los jóvenes muchas oportunidades de aprender y de prestar servicio, de disfrutar una hermandad que es mas preciada que las amistades típicas del mundo.

Sea varón o mujer, al joven se le puede apartar como misionero regular para prestar servicio bajo la dirección del sacerdocio de un presidente de misión, y dar testimonio del Señor Jesucristo a todos los que deseen escuchar. Mediante las bendiciones que se reciben al prestar servicio y sacrificarse, experimenta un humilde cambio de corazón que le permite discernir la diferencia entre tomar lo que es del mundo en contraste con dar lo que es del reino de Dios. Entonces, al haber establecido el habito de dar, presta servicio a la Iglesia y a la comunidad durante toda su vida, mientras que a la vez, recibe bendiciones por medio del servicio que los demás le brinden.

Las bendiciones mas sublimes del sacerdocio disponibles para este joven se encuentran en el templo. Allí, vislumbra el cielo. En ese lugar santo, a pesar de encontrarse en el mundo, no es del mundo. En el templo, se ve a si mismo como descendencia real, un hijo o una hija de Dios. Los gozos de la eternidad, que se consideran tan distantes fuera del templo, de pronto parecen estar al alcance de la mano.

En el templo se explica el plan de salvación y se efectúan convenios sagrados. Esos convenios, junto con el uso del garment sagrado del templo, fortalecen a la persona que ha recibido su investidura y la protegen de los poderes del adversario. Luego de recibir su propia investidura, el joven puede continuar asistiendo al templo y efectuar ordenanzas vicarias con el fin de hacer posible que las bendiciones del sacerdocio estén al alcance de aquellos que hayan muerto sin la oportunidad de recibirlas en este mundo.

En la ordenanza culminante del templo-el matrimonio eterno-a los novios se les promete que, si son fieles, disfrutaran de una unión familiar, junto con sus hijos y con el Señor, por toda la eternidad, en lo que se conoce como la vida eterna.

Cuando esa persona establece un hogar junto con un compañero o compañera eterna, continua disfrutando de las bendiciones del sacerdocio. A medida que escuche y siga el consejo de los profetas videntes y reveladores actuales, Dios le dará a conocer revelación durante toda su vida. El esposo dedica la casa de la familia “como santuario … en donde todos ellos pueden adorar, encontrar seguridad, progresar espiritualmente y vivir en forma tal que puedan prepararse para vivir juntos como una familia eterna” (Sujetaos a la palabra de Dios, Guía de estudio personal del Sacerdocio de . Melquisedec, 1, pág. 176).

A medida que los hijos crecen, los padres les enseñan el evangelio en las noches de hogar; también les enseñan a orar en forma individual y en familia. Estudian las . Escrituras, incluso el Libro de Mormón y otras Escrituras de la Restauración, escritas y preservadas a traves de las generaciones de los tiempos por los santos profetas. Les enseñan el plan de salvación y ayudan a cada uno de sus hijos a prepararse para recibir las bendiciones y ordenanzas del sacerdocio que ellos mismos han recibido.

Cada vez que esta madre este a punto de dar luz, su dedicado esposo puede colocarle las manos sobre la cabeza y, por medio del poder del Sacerdocio de Melquisedec, pronunciar una bendición especial. Mas tarde, con ternura mecerá en sus brazos al recién nacido, que ha nacido dentro del convenio del sacerdocio, y pronunciará sobre el palabras L inspiradas de una bendición de padre..

Y de esa forma, el ciclo de las bendiciones del sacerdocio comienza una y otra vez con cada generación subsiguiente, todas ellas con el sagrado propósito del Padre de “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna” de Sus hijos (Moisés 1:39).

Mis hermanos, he sido testigo del extraordinario poder del sacerdocio para elevar y bendecir, para sanar y | consolar, para fortalecer y dar potestad a los hombres, mujeres y niños de todo el mundo. De todo corazón,, deseo que las bendiciones del sacerdocio estén al alcance de todos.

Hermanos, ustedes que poseen el sacerdocio, magnifíquenlo; los que lo hayan poseído pero no lo utilicen, reactívenlo; y los que no lo tengan, esfuércense diligentemente por obtenerlo. Y que todos luchemos con mas ahínco para recibir y dar a otros las bendiciones del sacerdocio, con el fin de incorporar mas plenamente los poderes del cielo en nuestra vida y en la de nuestros seres queridos.

Desde esas horas de la madrugada en Santiago, he reflexionado y meditado mucho acerca del sacerdocio y en lo que significa para el mundo entero. Permítanme expresar mis mas profundos sentimientos en un poema de testimonio de las bendiciones del sacerdocio.

Por el sacro poder del sacerdocio, divino don,

alabamos tu bendito nombre, oh amado Señor

pues tu poder que eleva, da guía y bendición

nos. brinda la certeza de tu infinito amor.

En la mas profunda y lóbrega desesperación

se hundiría nuestra vida sin tu santo poder;

Satanás nos tendería su red de tentación

y en abismos de tormento nos haría caer.

Tu Santo Espíritu llena de luz nuestra vida,

y de los ardientes dardos del malo nos libera.

Tus convenios exaltan, la esperanza se anida;

tu poder nos conduce hacia tu eterna esfera.

¡Cantemos hosannas! ¡Tu nombre sea alabado!

¡EL santo sacerdocio ha sido restaurado!

Les prometo que, mediante nuestra obediencia, podemos gozar de las abundantes bendiciones del sacerdocio, y que todas las magnificas y eternas bendiciones que Dios ha dispuesto para el hombre, la mujer y la familia sobre la tierra están a nuestro alcance por medio del poder del sacerdocio. En el nombre de Jesucristo. Amén.