1990–1999
“Enseñemos A Los Niños”
Octubre 1994


“Enseñemos A Los Niños”

“Enseñen y demuestren a los niños que nuestro Padre Celestial les ama y que tiene fe en ellos porque son Sus hijos. Enséñenles y demuéstrenles que ellos necesitan a Jesús.”

Presidente Hunter, presidente Hinckley, presidente Monson, les doy las gracias por esta oportunidad de expresar mi testimonio y mis sentimientos de gozo, gratitud y responsabilidad por el llamamiento que he recibido de prestar servicio a los niños de la Primaria de la Iglesia.

Agradezco lo que el elder Wirthlin nos ha enseñado; yo también he tenido una experiencia similar a la de el.

Hace ya varios años, mientras mi esposo Ed y yo prestábamos servicio en la Misión Inglaterra Londres Sur, se desató una inesperada tormenta. Los vientos soplaron con furia toda la noche. Cuando llego la mañana, nos aventuramos a salir de la casa de la misión para ver los daños; era devastador. Muchos árboles de nuestro jardín, del barrio y de todo el sur de Inglaterra habían sido desarraigados. Era asombroso ver los árboles caídos con sus gigantescas raíces, completamente intactas, proyectadas en el aire. Yo llegue a la conclusión de que “por la facilidad que presenta la senda” (Alma 37:46), —llueve mucho en Inglaterra—, los árboles no tenían necesidad de introducir sus raíces muy hondo en la tierra para obtener la nutrición que necesitaban. Sus raíces no eran lo suficientemente fuertes ni profundas para resistir la fuerza de los vientos huracanados. Por otro lado, las gigantescas secoyas que crecen en el norte de California tienen también un sistema de raíces sumamente superficial. Sin embargo, al estar rodeados de otras secoyas, los vientos mas severos y fuertes no pueden arrancarlas. Las raíces de estos árboles gigantescos se entrelazan y se fortalecen unas a otras; por eso, cuando se desatan las tormentas, prácticamente mantienen a los árboles en pie.

Permítanme contarles de algunos ejemplos personales y agradecer a las personas que han sido en mi vida como gigantes secoyas; aquellos que han sido ejemplos por sus enseñanzas y su sincero interés; aquellos que han entrelazado sus raíces con las mías y me han ayudado a permanecer firme a medida que me enseñaban por medio de la palabra y del ejemplo de sus vidas.

Siento una profunda gratitud por mi madre, que me permitió ser responsable y que no siempre resolvió mis problemas. A mi padre, quien pronto cumplirá ochenta y nueve años y que vive con nosotros. Gracias, papa. Gracias por enseñarme como las Escrituras lo aconsejan: “por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero … reprendiendo [si] en el momento oportuno con severidad, cuando lo induzca el Espíritu Santo; y entonces demostrando mayor amor …” (D. y C. 121:41, 43).

Las raíces entrelazadas mas fuertes de mi vida son las de mi compañero y amado Ed, que es un hombre altamente recto. El me ha enseñado y me ha alentado, y ha sido un ejemplo de la suplica del presidente Hunter de que nos tratemos los unos a los otros “con mas bondad, cortesía, humildad, paciencia e indulgencia” (“El rastro del águila”, Liahona, septiembre de 1994, pág. 2).

A mis hijos, que son una parte de mis raíces y que son un rayo de esperanza en mi vida: gracias por ayudarme a mantenerme erguida, con alegría, debido a que se esfuerzan por vivir los principios del evangelio.

Soy una abuela feliz. Trece de mis diecisiete nietos tienen edad de asistir a la Primaria o pronto la tendrán. Ellos me ayudaran a enseñar acerca de la Primaria y los niños. Ellos serán los que mejor me ayuden en mi capacitación. ¿Puede haber un llamamiento mejor para una abuela que amar y fortalecer a los niños?

Mis hermanos y hermanas, deseo extenderles una sincera expresión de gratitud por la fortaleza que me han brindado y por haberme perdonado cuando los he decepcionado .

Hay muchas otras personas en mi vida que me han alentado y me han permitido ser parte de su fortaleza. Deseo expresar mi profunda gratitud a la presidenta Janette C. Hales, a la Presidencia de las Mujeres Jóvenes, su mesa directiva y su personal que me brindaron su sabiduría y discernimiento, quienes me han dado mucho mas que amor y apoyo durante estos dos años. Doy gracias a Michaelene Grassli, a Betty Jo Jepsen, a Ruth Wright y a la Mesa General de la Primaria por su devoción y diligentes esfuerzos por exhortar a todos los miembros de la Iglesia a concentrarse en lo que sea de beneficio para los niños.

Cuando tenía diez u once años, me llamaron como pianista de la Primaria de mi barrio en Hawai, donde me crié. Ese es uno de los recuerdos mas vividos que tengo de la Primaria. Recuerdo lo nerviosa que me ponía y la cantidad de errores que cometía, pero lo que recuerdo con mas claridad es cómo los lideres de la Primaria se preocupaban mucho mas por mi que por las equivocaciones que hubiera cometido.

Agradezco a toda la comunidad de santos, la familia de santos del barrio que, a través de mi vida, me proporcionaron “lugares seguros”: lugares donde pude aprender, tener experiencias, poner en practica y finalmente comprender y vivir mejor los principios del evangelio.

Un día en que mi esposo y yo manejábamos por las calles de Inglaterra, el se volvió hacia mi y con lágrimas en los ojos me dijo: “Mira”. Al volver la cabeza, vi a un niño al costado de la calle. Entonces, el agregó: “¿Quien les enseñará a los niños?” Ese pensamiento me quedó grabado en la mente y en el corazón. ¿Quien les enseñará a los niños? ¿Quien les enseñará a los niños cuando pregunten?: “¿Contesta realmente mis oraciones mi Padre Celestial?” ¿Quien le enseñará a Kate, cuando tenga cinco años y pregunte?: “¿Por que necesitamos a Jesús?” ¿Quien le enseñará a los niños? Por favor, ¿lo haría usted? ¿y usted? ¿Ayudaría usted a enseñar a los niños?

Desde que recibí mi llamamiento, me he arrodillado y orado: “Padre, ¿que deseas que se enseñe a los niños?”

Enseñen y demuestren a los niños que nuestro Padre Celestial les ama y que tiene fe en ellos porque son Sus hijos.

Enséñenles y demuéstrenles que ellos necesitan a Jesús, nuestro Salvador, nuestro Guía. Hagan que comprendan y acepten Su amor y que confíen en El y sigan Sus enseñanzas. Enséñenles que nuestro profeta, el presidente Howard W. Hunter, dijo:

“En todo momento debemos preguntarnos: “¿Que haría Jesús en mi lugar?” y tener el valor de actuar de la misma manera en que lo haría El”. También dijo: “Debemos conocer a Cristo mejor de lo que lo conocemos ahora; recordarlo con mas frecuencia de lo que lo recordamos; y servirlo con mas dedicación de lo que lo hacemos en este momento” (“El nos exhorta a seguir a Cristo”, Liahona, octubre de 1994, pág. 2).

Enseñen a los niños que a los ocho años de edad, cuando se bauticen y reciban al Espíritu Santo, serán responsables de sus propias decisiones. Enséñenles que serán tentados, pero que si escuchan la voz suave y apacible del Espíritu Santo, El los ayudara a tomar sus decisiones.

Debemos enseñar a los niños esas verdades del evangelio y todas las demás verdades del plan de felicidad que nuestro Padre Celestial desea que Sus hijos comprendan y vivan. La noche de hogar puede ser uno de esos lugares de seguridad y amor donde se deja sentir la influencia del Espíritu. Como madre de ocho hijos, guardo también claros recuerdos de que la noche de hogar no siempre es fácil de efectuar. Piensen que tenemos otras oportunidades para enseñar, tales como la oración familiar, el estudio de las Escrituras con la familia (¡no se desanimen!), en el salón de clases, en los corredores de la Iglesia, en el vecindario.

Y. por favor, sean todos ustedes como las fuertes y seguras secoyas, entrelazando y conectando sus raíces de testimonio, de fe, de amor, de bondad y de paciencia para con todos los niños. Las raíces de ellos no son lo suficientemente profundas para soportar solos las tormentas de la vida. Ellos nos necesitan-a cada uno de nosotros-padres, maestros, lideres, jóvenes, hermanos y hermanas. Ellos los necesitan.

Ahora miro hacia el futuro. Cuan agradecida me siento por el principio por el que se han establecido presidencias, y por la hermana Anne Wirthlin y la hermana Susan Warner, ya que “… en la multitud de consejeros hay seguridad” (Proverbios 11:14). Nos mantendremos unidas mientras brindamos nuestro apoyo a los lideres del sacerdocio y ayudamos a los padres a enseñar y a fortalecer a los niños.

A los niños de la Primaria de todo el mundo: Deseo que sepan que hay muchas personas que ustedes no conocen, pero que los aman y se preocupan por ustedes; que desean que estén seguros, que sean felices y que tengan paz. Los amo y quisiera que se sintieran “envuelto[s] entre los brazos de su amor” (2 Nefi 1:15) y de mi amor. Presten cuidadosa atención a todo lo bueno que escuchen acerca de nuestro Padre Celestial y Jesús, nuestro Salvador, y luego hagan todo lo posible por seguirlo, haciendo todo lo que El desea que hagan.

Todos podemos ser como las gigantescas secoyas y apoyarnos y fortalecernos los unos a los otros, y en especial a los niños, para que cuando se desaten las tormentas, nos sujetemos mutuamente. En el nombre de Jesucristo. Amen.