1990–1999
“Hazte Un Arca”
Octubre 1994


“Hazte Un Arca”

“Debemos escuchar a los portavoces del Señor, seguir adelante con calma y prepararnos para lo que sin duda vendrá.”

“Tantas clases de idiomas hay … en el mundo”, dijo el apóstol Pablo a los corintios hace dos mil años (1 Corintios 14:10). A ellos aparentemente les causaban inquietud los mismos mensajes conflictivos que escuchamos hoy, y es alarmante considerar lo frágil y voluble que es nuestra sociedad.

Siempre han existido los sonidos estridentes y las voces discordantes, y existen en nuestros días. Los periódicos, la televisión, las películas y la revistas nos bombardean diariamente con la violencia y la inmoralidad disimuladas en las voces atractivas de la liberalización.

En Su Sermón del Monte, el Maestro aconsejó esto:

“Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6:34).

Ciertamente, basta a este día de hoy su propio mal. Hay como una marea creciente de maldad, una inundación de iniquidad que se esparce por todo el mundo; el crimen y la violencia aumentan en forma alarmante. El temor acecha abiertamente en nuestras calles e invade nuestros hogares.

Se ha dicho que en la publicidad de una nación se pueden ver sus ideales, y mucho de lo que veo en la propaganda no habla favorablemente de nosotros. Oí el comentario de que había tiempos en que las películas se clasificaban por su calidad y no según a quien le estaba permitido verlas.

De acuerdo con lo que dice en el Libro de Mormón, el diablo “busca que todos los hombres sean miserables como el” (2 Nefi 2:27). Y es indudable que la evidencia de su obra nos rodea. El elder Richard L. Evans [Apóstol ya fallecido] dijo una vez: “Si no cambiamos de dirección, llegaremos al lugar hacia el cual nos encaminamos” (Richard Evans’ Quote Book, Salt Lake City: Publishers Press, 1971, pág. 244).

No es por nada que nuestros profetas nos exhortan continuamente a fortalecernos y a fortalecer a los de nuestra familia teniendo la noche de hogar; leyendo y estudiando las Escrituras; orando solos y en familia; citando a nuestro Profeta, Howard W. Hunter; y “tratándonos unos a otros con mas bondad, mayor cortesía, mas humildad, paciencia y disposición a perdonar” (Ensign, julio de 1994, pág. 4).

Las influencias inmorales del mundo son especialmente destructivas para los niños. A pesar de ello, nuestros niños, como nosotros mismos, no pueden vivir en una campana de cristal; nunca ha sido y nunca será así. En su crecimiento y desarrollo podemos hacer mucho por ayudarlos, protegerlos y guiarlos; pero no podemos aislarlos de las influencias de su propia época y generación. Habrá momentos en que otras voces resuenen en sus oídos, en que otras manos los tomen de los hombros y en que estén lejos del hogar.

Por lo tanto, lo mejor seria que, mientras nuestra influencia sea todavía la mas poderosa, les diéramos una serie de normas seguras y una base firme de principios sanos y verdaderos.

El Señor le dijo a Noé: “Hazte un arca …” y “estableceré mi pacto contigo” (Génesis 6:14, 18).

“E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó Jehová… y quedó solamente Noé, y los que con el estaban en el arca” (Génesis 7:5, 23).

Todos debemos construir nuestra arca personal a fin de fortificarnos para defendernos de esta marea creciente de maldad, para protegernos nosotros y a nuestra familia de las inundaciones de iniquidad que nos rodean. Y no debemos esperar hasta que empiece a llover para hacerlo, sino que debemos prepararnos con anticipación. Este ha sido el mensaje de todos los profetas de esta dispensación, incluso el presidente Hunter, así como los de tiempos antiguos.

Lamentablemente, no siempre escuchamos las claras advertencias de nuestros profetas; preferimos deslizarnos placenteramente hasta que llega la calamidad, y entonces nos entra el pánico.

Cuando empiecen las lluvias, será demasiado tarde para construir el arca; por lo que debemos escuchar a los portavoces del Señor, seguir adelante con calma y prepararnos para lo que sin duda vendrá. No debemos sentir pánico ni aprensión, pues si nos preparamos espiritual y temporalmente, nosotros y nuestra familia sobreviviremos cualquier inundación. Si por medio de nuestras acciones nos hemos preparado, con constancia, para el futuro, nuestra arca flotara en un mar de fe.

La clave esta en aceptar la admonición de nuestro Profeta, a quien hemos sostenido esta mañana, de “vivir con la atención mas centrada en la vida y en el ejemplo del Señor Jesucristo, especialmente en el amor, en la esperanza y en la compasión que El demostró” (Ensign, julio de 1994, pág. 4).

Lo mas importante que podemos hacer, seamos jóvenes o viejos, es desarrollar una relación personal con Jesucristo; si lo hacemos, siempre nos sentiremos contentos con nosotros mismos. Disminuirán las dudas en cuanto a la propia estima y al valor que nos demos, y tendremos la serena confianza de que El nos sacara adelante de cualquier prueba Contamos también con esta promesa del Salvador: “No temáis, pequeñitos, porque sois míos, y yo he vencido al mundo …” (D. y C. 50:41).

Sean cuales sean la ansiedad, el temor o la frustración, solo tenemos que recordar las palabras consoladoras que el Señor le dirigió al profeta José Smith cuando estaba en la cárcel de Liberty: “Hijo mío, paz a tu alma …” (D. y C. 121:7). Y a cada uno de nosotros El estará siempre dispuesto a decir: “Hijo mío, hija mía, paz a tu alma”.

A cambio de eso, nosotros debemos prometer, como lo hizo el poeta George Herbert:

Todos los siete días, no sólo uno,

he de alabarte.

La eternidad misma es muy breve

para ensalzarte.

Mis hermanos y hermanas, les doy mi testimonio de que Jesús es el Cristo, que ciertamente El venció al mundo por medio de Su expiación, y que siempre estará dispuesto a consolarnos si seguimos Su ejemplo y hacemos la voluntad del Padre. Y lo hago en el nombre de Jesucristo. Amén.