1990–1999
El Templo Y El Sacerdocio
Abril 1993


El Templo Y El Sacerdocio

“A pesar de que el aspecto exterior del Templo de Salt Lake lo distingue de los demás, lo que ocurre adentro es lo mismo en todos ellos. Las ordenanzas son las mismos, los convenios tienen la misma validez, el Santo Espíritu de la Promesa esta presente en todos.”

Poco antes de la dedicación del Templo de Salt Lake, el presidente Wilford Woodruff y sus consejeros enviaron una epístola a los santos. A pesar de que han pasado cien años, pudo haberse escrito hoy. Decía: “Durante el ultimo año y medio … se han realizado campañas políticas y ha habido elecciones … Pensamos que antes de entrar al templo y presentarnos ante el Señor … debemos despojarnos de todo rencor y malos sentimientos … De esa forma, nuestras suplicas, libres de pensamientos de discordia, llegan unidas a oídos de Jehová y atraen las mas ricas bendiciones del Dios de los cielos”.

Cuando se dedicó el Templo de Salt Lake, hacia cincuenta y siete años desde que el Señor se había aparecido en el Templo de Kirtland, desde que se habían conferido llaves y desde que se había aparecido Elías, cumpliendo así la profecía de Malaquías pronunciada dos mil doscientos años atrás.

Tendrían que haberse edificado templos en Independence, en Far West y en Spring Hill, donde esta Adan-Ondi-Ahman, pero nunca se construyeron.

Hacia cincuenta y dos años desde que el Señor había mandado a los santos que construyeran un templo en Nauvoo y les amonestó que si no lo construían dentro del tiempo que El les había dado, “… vuestros bautismos por vuestros muertos no me serán aceptables al cabo de este plazo, y si no habéis hecho estas cosas para cuando termine el plazo, seréis rechazados como iglesia, junto con vuestros muertos, dice el Señor vuestro Dios” (D. y C. 124:32).

Los santos edificaron el templo, pero los expulsaron de Nauvoo y el templo fue destruido por los enemigos de la Iglesia.

El coronel Thomas L. Kane escribió: “Lograron evitar el ultimo golpe de espada” de sus enemigos hasta que “como toque final, le pusieron a la pared del frente del templo una leyenda que decía:

“La Casa del Señor:

Edificada por

La Iglesia de Jesucristo Santos de los de los Ultimos Días

¡Santidad al Señor!”

“Fue ese mismo día”, continuó, “que se vio la partida de los últimos élderes y la caravana mas grande que salió de allí. La gente de lowa decía que desde temprano hasta el anochecer se los veía pasar rumbo al oeste en una procesión interminable. No parecían estar desconsolados, pero al llegar a la cima de cada colina, hasta que desaparecieron, miraban hacia atrás a sus casas abandonadas y al templo con su cúspide luminosa a la distancia.”

Los santos desaparecieron mas allá del horizonte, mas allá de Far West, donde todavía estaban las piedras angulares del templo, donde las habían colocado hacia siete años. Iban guiados por profetas y apóstoles que tenían las llaves del sacerdocio, y que llevaban en la mente las ordenanzas del templo y la autoridad para administrar el nuevo y sempiterno convenio.

Cuando los santos fueron llegando al Valle del Lago Salado, todo lo que tenían lo acarreaban en una carreta, y lo que aspiraban a tener tendrían que fabricárselo ellos mismos.

Allí marcaron el terreno del templo antes de construir siquiera la mas primitiva cabaña.

En esa primera caravana iba un arquitecto, William Weeks, el que había diseñado los planos del Templo de Nauvoo. Pero ese hermano no pudo soportar la desolación del valle. Cuando el presidente Young hizo un viaje al este en 1848, el hermano Weeks se marchó diciendo: “Nunca edificaran el templo sin mi ayuda”.

Sin embargo, nombraron a un carpintero, Truman O. Angell para que lo reemplazara. Este hermano dijo: “Si el presidente y mis hermanos son capaces de apoyar a un hombre incapaz como yo para que sea el arquitecto de la Iglesia, tratare de servirles y de no hacer el ridículo … Ruego que el Señor me ayude a lograrlo”.

El mismo aislamiento que había servido para librarlos en parte de sus enemigos, se transformó en un obstáculo. ¿De dónde sacarían las herramientas para cortar los bloques de granito? No habían llevado muchas herramientas en las carretas.

En 1853 se colocó la piedra fundamental y yuntas de bueyes empezaron a arrastrar piedras de granito de las montañas a cincuenta kilómetros de allí.

“Un día un hermano le dijo a otro que tenia una yunta de bueyes: ‘Nos extrañó no verte en las reuniones de ayer por la tarde’. ‘Si’, dijo el que llevaba los bueyes, ‘no tenia ropa apropiada para las reuniones de la Iglesia’. ‘Bueno’, contestó el primero, ‘el hermano Brigham pidió que mas hombres con bueyes ayudaran a acarrear bloques de granito para el templo’.

“El hombre, con el látigo atravesado sobre el lomo de los bueyes, dijo: ‘Entonces iremos a buscar otra piedra de granito a la cantera’.”

El presidente Woodruff había visto a los hombres cortar bloques de granito de mas de veinte metros por veinte metros y después cortarlos en bloques mas pequeños. Si todo marchara bien (y esa seria una excepción) ese hermano que no tenia ropa para ir a la Iglesia podría volver a su casa una semana después.

El espíritu maligno que había inspirado al Gobernador Boggs, de Misuri, a proclamar la orden de exterminar a los santos y que se cierne para siempre sobre la obra del Señor, los siguió hasta el Oeste.

El presidente Young había dicho cuando llegaron al Valle: “Si nos dejan tranquilos diez años no tendremos por que temerles’’. A los diez años exactos, llegó un mensajero a avisarles que el ejercito de Johnson se acercaba con órdenes de “encargarse de los mormones”.

El presidente Young dijo a los santos: “Nos han expulsado de todos lados … nos han dispersado y saqueado … no hemos desobedecido ninguna ley … ni intentamos hacerlo: pero en lo que respecta a que otro pueblo venga y nos destruya, y contando con la ayuda del Dios Todopoderoso, no podrán destruirnos”.

Entonces evacuaron el valle, y se marcharon hacia el sur.

Se llevaron de allí todos los bloques con que construían el templo y cubrieron con tierra los cimientos subterráneos, que después de siete años de trabajo casi llegaban a nivel del terreno, y labraron la tierra para que pareciera un campo de cultivo.

Cuando volvieron y excavaron para destapar los cimientos, encontraron que se habían rajado en algunas partes. Entonces los deshicieron y los reconstruyeron.

Al construir los nuevos cimientos, colocaron dieciséis arcos invertidos de granito. No dejaron ningún registro que explique por que hicieron eso. En este país no se usaba esa técnica de construcción en ese entonces. Si algún día. por casualidad, nos encontramos con que una fuerza poderosa trata de levantar el templo desde abajo sabremos por que los pusieron allí.

La construcción siguió progresando muy lentamente. Una pareja recién casada podría haber

visitado la construcción y volver con nietos adolescentes y encontrar el templo todavía sin terminar.

Cuando el templo estaba casi terminado, mandaron a James F. Woods a Inglaterra a buscar la genealogía de muchas familias, dando comienzo a una obra de historia familiar que ha ido mas allá de lo que nadie se pudo haber imaginado.

John Fairbanks y otros fueron enviados a Francia a aprender a pintar y a esculpir “para que el nombre del Señor sea glorificado … por medio de las artes”.

Ese hermano dejó siete hijos a cargo de su esposa. No tuvo el valor de despedirse de ella en publico, de manera que dos de sus hijos lo acompañaron a la estación y los tres se despidieron con mucha tristeza.

Las mujeres contribuyeron a la construcción del templo tanto como los hombres. Tal vez sólo otra mujer pueda entender el sacrificio que es para una mujer el asegurase de que algo que tiene que hacerse, pero que ella no puede hacer, se lleva a cabo. Y sólo un hombre sabe en sus adentros lo mucho que depende de la mujer y sabe que sólo ella logra que lo que el haga merezca la pena hacerse.

Entre la muchedumbre que había el día. de la dedicación del templo, se encontraba un niño de siete años proveniente de Tooele que por noventa años recordaría con claridad ese acontecimiento y el haber conocido al presidente Wilford W. Woodruff. Ese niño era LeGrand Richards, que un día serviría en el Quórum de los Doce Apóstoles al igual que su padre.

Cuando LeGrand Richards tenia doce años, escuchó al presidente Woodruff dar su ultimo discurso, pero incluso después de noventa años, el elder Richards nos testificaba sobre esos acontecimientos sagrados.

Se ha recibido la visita de muchos personajes celestiales en el templo. El presidente Lorenzo Snow vio a nuestro Salvador allí. La mayoría de estas apariciones, como es apropiado, no se han dado a conocer al publico.

A pesar de que el aspecto exterior del Templo de Salt Lake lo distingue de los demás, lo que ocurre adentro es lo mismo en todos ellos. Las ordenanzas son las mismas, los convenios tienen la misma validez, el Santo Espíritu de la Promesa esta presente en todos.

El día que se empezó a construir el Templo de Salt Lake, el presidente Brigham Young dijo: “Muy pocos de los élderes de Israel que viven ahora en la tierra saben el significado de la investidura. Para que lo aprendan tienen que recibirla y para recibirla hay que construir. … templo”

El Señor, cuando mandó a los santos construir el templo de Nauvoo, dijo: “Porque no existe lugar sobre la tierra donde el pueda venir a restaurar … la plenitud del sacerdocio. Y le mostrare a mi siervo José todas las cosas concernientes a esta casa, y su sacerdocio … porque en ella se confieren las llaves del santo sacerdocio” (D. y C. 124:28, 42, 34).

Algunos miembros de la Iglesia enseñan que el sacerdocio es una autoridad libre y sin control que puede adquirirla cualquiera que haya recibido la investidura.

Afirman que la investidura automáticamente les da la autoridad de llevar a cabo ordenanzas del sacerdocio. Y. para substanciar sus alegaciones, toman versículos de las Escrituras y los citan aislados e interpretan mal lo que han dicho nuestros primeros lideres de la Iglesia, como José Smith.

Lo que me asombra es que con todo lo que han estudiado la historia de la Iglesia, con lo que dicen que conocen las Escrituras, no se como han pasado por alto un principio simple y absoluto que ha gobernado desde los comienzos las ordenaciones del sacerdocio. Dicho de la forma mas sencilla es:

“Creemos que el hombre debe ser llamado de Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas” (Articulo de Fe, N° 5). El sacerdocio se confiere por medio de la ordenación y no haciendo un convenio o recibiendo una simple bendición. Ha sido así desde el principio. A pesar de todo lo que puedan suponer o dar a entender basándose en lo que se ha dicho o escrito, tanto en el pasado como actualmente, la única forma de conferir un oficio en el sacerdocio es por medio de la ordenación.

Y las Escrituras dejan bien claro que la única ordenación valida del sacerdocio se recibe de “alguien que n tenga autoridad, y sepa la iglesia que tiene autoridad, y que ha sido debidamente ordenado por las autoridades de la iglesia” (D. y C. 42:11).

Recuerden que fue Juan el Bautista resucitado “… que obraba bajo la dirección de Pedro, Santiago y Juan, quienes poseían las llaves del Sacerdocio de Melquisedec” (José Smith-Historia 1:72) el que vino en persona a restaurar el Sacerdocio Aarónico. Y fueron Pedro, Santiago y Juan, seres resucitados, los que vinieron en persona a restaurar el Sacerdocio de Melquisedec. Estos son hechos de la historia de la Iglesia que si no los tuviéramos no podríamos afirmar que poseemos la autoridad del sacerdocio.

El profeta José Smith explicó que el ángel que se apareció a Cornelio, envió a este a Pedro para que el le enseñara porque “Pedro podía bautizar; pero no los ángeles, mientras hubiera en la carne un administrador legal que tuviese las llaves del reino o la autoridad del sacerdocio” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 324). A pesar de que el Señor mismo llamó a Pablo, camino a Damasco, como ministro y testigo, lo envió a ver a Ananías para que este le enseñara y le diera la autoridad del sacerdocio.

El sacerdocio es un convenio eterno y el Señor dijo: “Porque todos los que quieran recibir una bendición de mi mano han de obedecer la ley que fue decretada para tal bendición, así como sus condiciones, según fueron instituidas desde antes de la fundación del mundo” (D. y C. 132:5, cursiva agregada; véase también 124:33).

No pasen por alto ese principio tan importante: El sacerdocio es y siempre será conferido por medio de la ordenación, y de manos de un hombre que posea la debida autoridad y que la Iglesia sepa que la posee. E incluso cuando el sacerdocio haya sido conferido, un hombre no tiene mas autoridad que la que se le haya conferido de acuerdo con el oficio especifico al que haya sido ordenado. Esos limites se aplican también a un cargo para el cual hayamos sido apartados. Ordenar o apartar sin tener la autoridad para hacerlo no confiere nada; ni el poder ni la autoridad del sacerdocio.

Si esas personas tratan de hacer lo que no deben con el sacerdocio y las cosas sagradas del templo, el Señor ha dicho que va a “… ofuscar sus mentes para que no entiendan sus obras maravillosas …” (D. y C. 121: 12).

En la epístola proclamada en la dedicación del Templo de Salt Lake, la Primera Presidencia también declaró: “¿Piensan acaso las personas que violan las leyes de Dios, o que son negligentes en obedecer Sus mandamientos, que sólo por entrar en Su santa casa y por participar en esta dedicación se volverán dignos de recibir Sus bendiciones y las recibirán?

“¿Piensan que Dios pasara por alto el que no se hayan arrepentido ni hayan dejado de pecar?

“¿Se atreven, aun en pensamiento, a acusar a nuestro Padre de ser. injusto y parcial, y a no cuidarse de cumplir con su propia palabra?

“Estamos seguros de que nadie que se considere parte de Su pueblo sea capaz de algo así”.

El Señor les prometió a los santos de Nauvoo: “Si trabajáis con todas vuestras fuerzas, yo consagrare (el terreno del templo) para que sea santo.

“Y si los de mi pueblo escuchan mi voz, y la voz de mis siervos que he nombrado para guiar a mi pueblo, he aquí, de cierto os digo que no serán quitados de su lugar.

“Mas si no escuchan mi voz, ni la voz de estos hombres que he designado, no serán bendecidos” (D. y C. 124:44o6).

En este centenario de la dedicación del templo, ruego que cada uno de nosotros renovemos nuestra dedicación al servicio del Señor.

Digamos la palabra templo. Digámosla en voz baja y con reverencia. Repitámosla una y otra vez. Templo. Templo. Templo. Agreguémosle la palabra santo. Santo Templo. Leámoslas como si estuvieran escritas todas en mayúsculas en cualquier lugar de la frase.

Templo. Para un Santo de los Ultimos Días sólo otra palabra le iguala en importancia. Hogar. Pongan las palabras Santo Templo y Hogar juntas y habrán descrito la Casa del Señor.

Ruego que Dios nos conceda ser dignos de entrar al templo y de recibir la plenitud de las bendiciones de Su sacerdocio, lo ruego en nombre de Jesucristo. Amén.