1990–1999
Honremos El Sacerdocio
Abril 1993


Honremos El Sacerdocio

“El presidente Ezra Taft Benson nos ha pedido, en forma específica, que sigamos el protocolo-o sea los principios-del sacerdocio “

Hermanos, es muy poco lo que se ha escrito acerca del tema de mi discurso. No obstante, se espera que todos sepamos acerca de el; me refiero a honrar el sacerdocio.

Esta es La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El esta a la cabeza de Su Iglesia restaurada y estableció Su sacerdocio para “que todo hombre pueda hablar en el nombre de Dios el Señor, el Salvador del mundo” (D. y C. 1:20). ¡Esto es algo maravilloso! El decidió honrarnos con Su sacerdocio. De ese modo, honrando Su sacerdocio le honramos a El-tanto a su poder como a aquellos que lo posean. Y al hacerlo, se bendicen los hombres, las mujeres y los niños de todo el mundo. Cuando se honra el sacerdocio se fomenta el respeto, el respeto fomenta la reverencia y la reverencia fomenta la revelación.

El presidente Ezra Taft Benson nos ha pedido, en forma especifica, que sigamos el protocolo-o sea los principios-del sacerdocio. El dijo que “muchos de nosotros hemos aprendido observando y prestando atención a las Autoridades Generales y a los lideres con mas experiencia”. Después agrego que “este protocolo se ha puesto en practica por mucho tiempo y que es preciso seguir en su totalidad las normas correctas que ya se han establecido”. Citare al presidente Benson y a otros lideres porque, como se darán cuenta, gran parte de mi mensaje se aplica a ese protocolo.

TIPOS DE ORGANIZACIONES

Hay diferencias entre la practica y la organización de la Iglesia de Dios y las de las instituciones establecidas por el hombre. Tanto hombres como mujeres podrán asociarse entre si y dirigirse por estipulaciones que hayan aceptado de común acuerdo.

Pero la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no es ni una democracia ni una república. Esta es un reino -el Reino de Dios sobre la tierra; Su Iglesia es de carácter jerárquico, y tiene la autoridad suprema a la cabeza. El Señor dirige a sus siervos escogidos, quienes testifican a todo el mundo que Dios ha vuelto a hablar a los hombres. Los cielos se han abierto y se ha formado una conexión entre el cielo y la tierra en nuestra época.

Esa autoridad suprema esta basada en un firme cimiento, el cual sigue la organización que se estableció en la antigüedad. Jesucristo es la piedra angular principal, junto con los Apóstoles y los Profetas y todos los dones, los poderes y las bendiciones que caracterizaban a la Iglesia en sus primeros días (véase 1 Corintios 12:28).

LOS LÍDERES Y LOS TÍTULOS

Las instituciones seculares siguen un modelo de liderazgo diferente al de las espirituales. Las organizaciones establecidas por el hombre están gobernadas por oficiales con títulos que indican el rango y los galardones o los logros que se han ganado. Por ejemplo, es apropiado dirigirse a un oficial militar, a un juez, a un senador, a un medico y a un profesor por su titulo; nosotros respetamos a las personas que hayan alcanzado ese cargo o posición.

Pero, por el contrario, el Reino de Dios se dirige por medio de la autoridad del sacerdocio, el cual no se confiere para honrar a un hombre sino para que este pueda ministrar y prestar servicio. Los “títulos” del sacerdocio no los creó por el hombre; ni están de adorno ni implican destreza, sino que indican que se ha escogido a alguien para que sirva en la obra del Señor: Somos llamados, sostenidos y ordenados, no por nosotros mismos, sino “por profecía y por la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad para predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas” (Articulo de Fe 5; véase también Hebreos 5:4).

Los “títulos” correspondientes al santo sacerdocio merecen el máximo respeto y cuidado. Al tratar a los miembros de la Primera Presidencia, tanto al mencionarlos como al dirigirles la palabra, se debe utilizar el termino “presidente”

(véase D. y C. 107:22, 24,29). Debemos actuar del mismo modo al referirse a la presidencia de estaca, de misión, de quórum y de rama. El titulo de “Apóstol” es sagrado; ha sido dado por Dios y lo llevan sólo aquellos que hayan sido llamados y ordenados para ser “testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo” (D. y C. 107:23). Un Apóstol habla en nombre de Aquel de quien es testigo especial. Este título sagrado no se utiliza para dirigirse en forma casual a uno de los miembros del Quórum de los Doce. El termino apropiado que debemos utilizar es el de “élder” o “hermano”.

El “título de obispo también implica presidencia porque el es el presidente del Sacerdocio Aarónico de su barrio y, además, preside al grupo de Sumos Sacerdotes de esa unidad. Reverentemente nos referimos a el como “el obispo”.

El “titulo” de élder también es sagrado y se otorga a todos los poseedores del Sacerdocio de Melquisedec.

UN CONSEJO GENERAL

Me gustaría dar un consejo en forma general, primero en cuanto a las Autoridades Generales, a quienes reconocemos como instrumentos en las manos del Señor. No obstante, sabemos que son seres humanos, tienen que

cortarse el cabello, lavar su ropa y de vez en cuando es necesario recordarles algo en particular, igual que a cualquier otra persona. El presidente Ezra Taft Benson nos contó una vez un relato que ilustra ese concepto:

“Orson F. Whitney (miembro del Quórum de los Doce de 1906 a 1931)… era un hombre que tenia un gran poder de concentración. Una vez, mientras se encontraba viajando en tren, se había concentrado tanto en algo que no se percató de que el tren había pasado la estación donde debía bajarse. Por lo tanto, tuvieron que llevarlo de regreso en auto hasta el lugar al que se dirigía. Mientras tanto, el presidente de estaca esperaba y esperaba … Por fin, cuando se dio cuenta de que algo debía haberle pasado al hermano Whitney y que no iba a llegar, dio comienzo a la reunión. Cuando el hermano Whitney por fin llegó, le dieron la bienvenida cantando un himno de apertura que se trataba de almas perdidas”.

No podemos menos que honrar a un hombre así debido a su extraordinario llamamiento, cuyos actos oficiales tienen validez tanto en la tierra como en el cielo. Recuerdo muy bien la primera vez que conocí a una Autoridad General; no podría explicar lo que sentí. Si bien era un niño, inmediatamente, casi en forma instantánea, me puse de pie. Sigo sintiendo lo mismo cuando una Autoridad General entra en una habitación. Una Autoridad General es un oráculo de la palabra de Dios.

Con frecuencia hablamos de las llaves de la autoridad del Sacerdocio. Quince hombres-la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce-han sido ordenados en calidad de Apóstoles y poseen todas las llaves de la autoridad del sacerdocio que se les han conferido. Recientemente, el presidente Gordon B. Hinckley explicó que “sólo el Presidente de la Iglesia tiene el derecho de utilizarlas en su plenitud; puede delegar el ejercicio de varias de ellas a uno o mas de sus hermanos … Este es el poder que ha dado el presidente Benson a sus consejeros y a los Doce de acuerdo con varias responsabilidades delegadas a ellos” (“La Iglesia sigue el curso establecido”, Liahona, enero de 1993, pág. 65).

Por asignación de la Primera Presidencia y del Consejo de los Doce, las Autoridades Generales confieren las llaves correspondientes a los presidentes de estaca y de misión, quienes, a su vez, las confieren a los obispos y a las presidencias de los quórumes y de las ramas, según corresponda. A todos los lideres poseedores del sacerdocio se le asigna un líder porque “… mi casa es una casa de orden, dice el Señor, y no de confusión” (D. y C. 132:8).

Ese orden también define los limites de la revelación. El profeta José Smith enseñó que “es contrario al sistema de Dios que un miembro de la Iglesia, o cualquier otro, reciba instrucciones para los que poseen una autoridad mayor que la de ellos” (Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 18). Y el mismo principio indica que una persona no puede recibir revelación para otra sobre la cual no tenga ninguna responsabilidad.

Honrar el sacerdocio también implica honrar el llamamiento que hemos recibido para prestar servicio. Veamos a continuación lo que hay y lo que no hay que hacer:

  • Seguir el consejo que se nos de. Buscar la guía de los lideres que presidan y seguirla con buena disposición.

  • No hablar mal de los lideres de la Iglesia.

  • No codiciar el llamamiento o posición de otra persona.

  • No especular acerca de quien debería o no debería haber sido llamado a un cargo en particular.

  • No negarse a prestar servicio.

  • No renunciar a un llamamiento. Informar a los lideres cuando se este pasando por alguna situación difícil, sabiendo que ellos evaluaran el caso cuando consideren, con espíritu de oración, y decidan el momento apropiado para dar el relevo.

Tanto el que extiende un llamamiento como el que lo recibe tienen el mismo grado de responsabilidad. El élder James E. Talmage dijo lo siguiente:

“Aquellos de quienes se reciba un llamamiento … son tan responsables de sus actos como lo es el que lo reciba; a todos se les exigirá dar un informe estricto y personal de su mayordomía, un informe completo del servicio prestado o de su negligencia en cuanto al uso o al abuso que haya hecho al administrar lo que se le haya confiado”.

Algunos aspectos del sacerdocio no están relacionados con el cargo o el titulo. Por ejemplo, la autoridad para dar una bendición del sacerdocio depende solo de que la persona haya sido ordenada y de que sea digna. El Señor no negara bendiciones a ninguno de Sus hijos simplemente porque alguien que tenga un cierto llamamiento no este disponible para dar una bendición. Todo élder de la Iglesia tiene el mismo sacerdocio que el Presidente de la Iglesia.

Hermanos, recuerden que para alcanzar el grado mas alto de gloria deben entrar en el orden del sacerdocio del nuevo y sempiterno convenio del matrimonio (véase D. y C. 131:1–4). Por lo tanto, lo mas importante que deben hacer para honrar su sacerdocio, es honrar a su compañera eterna.

UN CONSEJO ESPECÍFICO

Ahora daré un consejo mas especifico a los Esposos y a los padres: Junto con su querida compañera, moldeen la actitud que impera en el hogar. Establezcan el habito de orar. Oren en forma regular y en voz alta por sus lideres del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares. Los miembros de sus familias imitaran sus buenos modales de cortesía en el hogar y de reverencia en la capilla. Ayuden a sus seres queridos a seguir los canales correspondientes del sacerdocio cuando busquen la guía que necesiten. Enséñenles a pedir consejo a sus padres, en quienes deben confiar, y a los lideres locales y no acudir a las Autoridades Generales. En las ultimas dos décadas, la Primera Presidencia ha enviado seis veces prácticamente la misma carta pidiendo que se ajusten a esta norma.

Padres, se que entienden el principio de la autosuficiencia mnparal y tratan de tener almacenadas en el hogar provisiones para un año. Tomen también en cuenta la necesidad que existe de tener almacenado en el hogar el alimento y la autosuficiencia espiritual, no solo para un año sino para toda la vida. Si un padre es digno, debe ser el primero a quien se recurra para que de una bendición a los miembros de la familia. Con el tiempo, sus hijos harán uso de esa reserva espiritual y serán dignos de bendecir a su propia familia y a sus padres.

Ahora me dirijo a ustedes, jovencitos poseedores del Sacerdocio Aarónico (o de preparación): Si lo honran y se preparan, y son dignos de ser llamados a cumplir una misión, les aseguro que “hablarán en el nombre de Dios el Señor” y llevarán Su luz a las almas que la estén buscando, y serán para ellas como ángeles ministrantes, y se les recordará para siempre (véase D. y C. 13).

Aunque ahora me dirigiré a los presidentes y obispos, los principios se aplican a todos en general. Cuando la persona que presida sobre ustedes llegue a una reunión, en la que ustedes estén presidiendo, sírvanse consultar con el de inmediato para pedirle instrucciones. Cerciórese de que entiendan lo que el desea y asegúrense de darle suficiente tiempo para que les de un mensaje. El élder James E. Faust contó una vez una lamentable experiencia:

“Hace tiempo me entere de que los miembros de una estaca del Valle de Lago Salado estaban afligidos porque se iba a reorganizar la presidencia de la estaca. La Autoridad General que presidía era uno de los Apóstoles más venerados y únicos en su genero en toda la historia de la Iglesia. Se trataba del élder LeGrand Richards, que si bien tenia mas de noventa años, conservaba una mente alerta y vivaz. Durante la conferencia, los oradores locales tomaron la mayor parte del tiempo. Por lo tanto, cuando le tocó dirigir la palabra al élder Richards, sólo faltaban diez o quince minutos para terminar la reunión. ¿Que hizo el élder Richards? ¿Siguió hablando ya pasada la hora? No. Expresó su testimonio y terminó la conferencia a tiempo.

“Los miembros de la estaca no deseaban prolongar la reunión … No obstante, estaban molestos porque los miembros de la localidad tendrían la oportunidad de volver a escuchar a sus lideres locales, pero nunca mas, y en realidad fue así, se les presentaría la oportunidad de escuchar la palabra de un Apóstol tan venerado como el élder Richards. En resumen, los oradores no respetaron a la Autoridad General que presidía la reunión”.

Una Autoridad General debe ser el ultimo orador en una reunión. Una vez finalizada, los presidentes y los obispos deben permanecer a su lado hasta que el se retire, porque es posible que sienta la necesidad de dar instrucciones adicionales. Además, pueden muy bien evitar cualquier problema que pueda surgir. Por ejemplo, en caso de que un miembro haga una pregunta a la Autoridad General, que ustedes deban contestar, estarán allí para hacerlo.

Y ahora haré algunos comentarios acerca de los miembros del sumo consejo de estaca. Ellos no tienen presidente ni autonomía, y se reúnen, aun cuando se dividan en comités, sólo cuando lo decida la presidencia de estaca. Aunque los miembros del sumo consejo pueden sentarse por el orden en que recibieron el llamamiento, ninguno de ellos tiene más jerarquía que el otro.

Pero, por lo contrario, en el caso de los Apóstoles, se respeta el grado de jerarquía, aun cuando entren y salgan de una habitación. El presidente Benson nos contó lo siguiente:

“Hace algunos años, el élder Haight tuvo un gesto de cortesía con el presidente Romney mientras estaban en el aposento alto del templo. El presidente Romney, por alguna razón, se quedó hacia atrás, y el élder Haight no quería pasar por la puerta antes que el. Cuando el presidente Romney le hizo senas de que siguiera, el élder Haight le dijo: ‘No presidente, usted primero’.

“Entonces el presidente Romney le contentó humorísticamente: ‘¿Que te pasa, David? ¿Tienes miedo de que robe algo?”‘

Ese tipo de deferencia de parte de un Apóstol con menos antigüedad hacia otro se registra también en el Nuevo Testamento. Cuando Simón Pedro y Juan el amado corrieron para averiguar acerca de la desaparición del cuerpo del Señor crucificado del sepulcro, Juan, siendo mas joven y mas rápido llegó primero. No obstante, no entró en el sepulcro sino que esperó a que el Apóstol que tenia mas jerarquía que el lo hiciera primero (véase Juan 20:2–6). El Señor ha determinado que el Apóstol con mas antigüedad debe ser el Presidente de la Iglesia.

REPRIMENDA Y ARREPENTIMIENTO

Hermanos, estas cosas son importantes. Hace mas de un siglo y medio, el Señor reprendió severamente a Su pueblo. Estas fueron Sus palabras:

“De cierto os digo, vosotros los que habéis sido ordenados para dirigir mi Iglesia, que la condenación yace sobre vuestra cabeza, y también sobre la Iglesia; y es preciso que entre vosotros haya arrepentimiento y un cambio en todos los aspectos, en los ejemplos que dais a la Iglesia y al mundo, en todo vuestro comportamiento, en todos vuestros hábitos y en vuestra forma de saludaros unos a otros; para que se rinda a todo hombre el respeto que se debe al oficio, al llamamiento y al sacerdocio con los cuales Yo, el Señor, os he nombrado y ordenado.” (History of the Church, 2:177.)

Si hubiera alguno entre nosotros que también fuera culpable de tratar trivialmente las cosas sagradas, deberíamos arrepentirnos y tomar la resolución de honrar el sacerdocio y a aquellos a quienes el Señor ha confiado sus llaves.

Hermanos, proclamamos a todo el mundo estas verdades eternas:

“El Sacerdocio de Melquisedec posee el derecho de presidir, y tener poder y autoridad sobre todos los oficios en la Iglesia en todas las edades del mundo” (D. y C. 107:18). Ruego que honremos ese sacerdocio, en el nombre de Jesucristo. Amén.