1990–1999
¿Qué Hacéis Por Cristo?
Abril 1992


¿Qué Hacéis Por Cristo?

“Lo mejor y mas sensato que podemos hacer como discípulos del Salvador es laborar diligentemente durante esta etapa mortal a fin de llegar a ser como El.”

Me complace traer a todos vosotros el amor y cálido saludo de los maravillosos santos y misioneros de Japón y Corea. Ellos se unen a los cientos de miles de santos y misioneros de todo el mundo al hacer el máximo esfuerzo por ser. verídicos y dedicados discípulos del Señor Jesucristo, a fin de gozar de las bendiciones de paz y plenitud en la vida conforme compartan las bendiciones de amor y de buena voluntad para con los demás.

Es un honor para mi haber recibido la asignación de la Primera Presidencia de hablar en esta sesión de la conferencia general. Si la preocupación de una esposa es el factor que determina el éxito de un discurso de la conferencia, entonces me complace decir que me ira muy bien, porque toda la preocupación que mi esposa ha tenido es mas que suficiente para asegurar el éxito, no sólo de mi discurso, sino también de todos los que se han dado y que se darán desde este púlpito en esta conferencia. Es una gran bendición tener una esposa que se preocupe con nosotros y por nosotros.

En Mateo 22:42 hay una pregunta de gran importancia para vosotros, para mi y para todos los que profesamos ser discípulos del Señor Jesucristo. La pregunta, hecha por Jesus mismo, es: “¿Que pensáis del Cristo?” Estoy seguro de que hemos meditado o se nos ha hecho esta pregunta. Sin duda hemos tenido muchas respuestas y todos hemos reflexionado acerca del gran amor que sentimos por El. No me sorprende que una y otra vez hayamos hecho o hayamos oído a otros hacer descripciones tales como Hijo Unigénito, Señor y Salvador, Redentor del mundo, Cordero de Dios, Luz del mundo y muchas más. Y cada vez que expresamos nuestro testimonio de lo que pensamos de El, estoy seguro de que lo hacemos con la máxima reverencia y expresión de amor. Es también reconfortante saber que el Espíritu confirma lo que testificamos, porque “… nadie puede llamar a Jesus Señor, sino por el Espíritu Santo …” (1 Corintios 12:3).

Permitidme ahora hacer otra pregunta importante que se puede agregar a la anterior: “¿Que pensáis del Cristo?” No esta en las Escrituras, pero es de esperar que la consideréis muy cuidadosamente, y hasta quizás sea apropiada para juzgar y calcular el grado de devoción, tanto vuestro como mío. A modo de continuación a “¿Que pensáis del Cristo?” pregunto: “¿Que hacéis por Cristo?”

La persona mas importante en la pregunta “¿Que pensáis del Cristo?” es, por supuesto, el Señor Jesucristo. A El le damos prioridad al describir vívidamente Su naturaleza divina, Su misión y Sus logros, y luego siguen nuestros pensamientos y nuestro testimonio concernientes a las enseñanzas y a las obras que realizó durante Su ministerio de tres cortos años, así como el gran efecto positivo que todo ello ha tenido en nuestra vida.

La pregunta “¿Que hacéis por Cristo?” es de gran importancia porque incluye un desafío que tiene consecuencias eternas y consecuencias que afectan nuestra vida mortal y nuestra vida después de la muerte. En este caso, nosotros pasamos a ser los personajes mas importantes, los autores de la acción. Ya no se trata de lo que pensemos de Jesucristo, sino mas bien de lo que hayamos hecho, estemos haciendo y lo que haremos por El. Esta claro que la clase de discípulos que seamos depende y dependerá de las respuestas que demos a esta pregunta y, obviamente, esas respuestas deben basarse en nuestras obras mas que en nuestra palabra.

Jesus dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrara en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que esta en los cielos” (Mateo 7:21). El nos da el poderoso mensaje de que el hacer la voluntad de Su Padre es la clave para entrar en el reino de los cielos. El pensar y el testificar de Cristo es muy importante, pero a esto debemos agregarle buenas obras que se basen en el ejemplo que El nos dio.

La respuesta a la pregunta “¿Que hacéis por Cristo?” sólo se encuentra en lo que hagamos por El. La carga de demostrar que somos Sus discípulos, en otras palabras, lo que estemos dispuestos a hacer por El, esta firmemente sobre nuestros hombros. Sin lugar a dudas, Jesus, por medio de Sus obras, ya ha demostrado quien es y lo que ha logrado por nosotros; por Sus obras ha dejado una descripción indeleble de si mismo y es fácil llegar a una conclusión en cuanto a El y Sus méritos. Pero la atención ha girado de Cristo a nosotros; ahora nos toca dar una descripción de nosotros mismos por medio de lo que hagamos por El, lo que a su vez contesta la pregunta “¿Que hacéis por Cristo?”, y que deseamos que la gente piense de nosotros.

Esa descripción que deseamos darnos conforme trabajemos diligentemente para contestar la pregunta por medio de nuestras obras puede muy bien llamarse carácter, y es de esperar que sea semejante al de Cristo. El significado y el corazón de un carácter como el de Cristo están descritos en la sencilla pero profunda declaración de Jesus cuando dijo “… ¿que clase de hombres habéis de ser? En verdad os digo, aun como yo soy” (3 Nefi 27:27). Y típico de Su grandeza, El no sólo nos dice como debería ser un carácter semejante al de Cristo, sino que también nos extiende una mano en cuanto a lo que debemos hacer para lograrlo. En forma conmovedora dijo:

“En verdad, en verdad os digo que este es mi evangelio; y vosotros sabéis las cosas que debéis hacer en mi iglesia; pues las obras que me habéis visto hacer, esas también las haréis; porque aquello que me habéis visto hacer, eso haréis vosotros.

“De modo que si hacéis estas cosas, benditos sois, porque seréis exaltados en el postrer día” (3 Nefi 27:2 1–22).

Además, dijo: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15).

Y también agregó: “… Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Juan 8:31). Y por ultimo, con sencillez pero con majestad:

“… Sígueme tu (2 Nefi 31:10).

Es claro que lo mejor y mas sensato que podemos hacer como discípulos Suyos es laborar diligentemente durante esta etapa mortal a fin de llegar a ser como El y adquirir Sus características siguiendo Su ejemplo y haciendo lo que El nos enseñó. Cuando así lo hagamos, nuestras obras se convertirán por cierto en respuestas a la pregunta: “¿Que hacéis por Cristo?”, y, a su vez, esas obras irán de la mano con las respuestas que demos a la pregunta: “¿Que pensáis del Cristo?” En verdad, si nuestras expresiones de “Señor, Señor” están en armonía con nuestras obras, es seguro que entraremos en el reino de los cielos.

El mayor de todos los logros que podemos alcanzar en nuestra larga y dificultosa jornada por las etapas de la inmortalidad es el de poder decir con toda sinceridad en nuestra condición de discípulos de Jesucristo: Sus caminos son mis caminos y Sus pensamientos mis pensamientos (véase Isaías 55:8).

Ruego que todos lo logremos por medio de nuestra dedicación sincera y de nuestra fe constante en El, quien es nuestro Ejemplo de verdad y rectitud, es mi humilde oración, en el nombre de Jesucristo. Amén.