1990–1999
Como obtener ayuda del Señor
Octubre 1991


Como obtener ayuda del Señor

“Obtener una fe inalterable en Jesucristo es inundar tu vida de una luz resplandeciente. Ya no estéis solo para enfrentar lo que este mas allá de tu capacidad resolver o controlar.”

Hoy día. la vida puede ser tan complicada y las dificultades tan grandes que nos resulte imposible resolverlas solos. Todos necesitamos la ayuda del Señor. Pero hay muchas personas que no saben cómo recibirla y a veces piensan que El no les escucha. ¿Cómo puede ser. si El mismo ha dicho: “Pedid, y recibireis; llamad, y se os abrirá” (D. y C. 4:7).

Este problema surge ya sea porque no cumplimos Sus leyes espirituales para recibir la ayuda o porque no la reconocemos al recibirla. Santiago dijo: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal …” (Santiago 4:3).

Es cierto que el Señor dijo: “Pedid, y recibireis” (D. y C. 4:7). Pero también afirmo: “He aquí, no has entendido; has supuesto que yo te lo concedería cuando no pensaste sino en pedirme” (D. y C. 9:7).

Es obvio que El espera que hagamos nuestra parte. ¿Y que debemos hacer? Nadie puede pretender que se cumpla una ley física si no la obedece. Así es con las leyes espirituales; cuando queremos ayuda, debemos seguir la ley espiritual de la que esta dependa. La ley espiritual no es algo misterioso; es comprensible. Las Escrituras la definen en detalle. Citare algunas que enseñan a pedir esa ayuda, explicando la ley espiritual que las acompaña:

El Salvador dijo: “Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis” (D. y C. 82:10; cursiva agregada).

Juan enseñó: “Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de el, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de el” (1 Juan 3:22; cursiva agregada).

Y Nefi aconsejó: “¿No recordáis las cosas que el Señor ha dicho: Si no endurecéis vuestros corazones, y me pedís con fe, creyendo que recibireis, guardando diligentemente mis mandamientos, de seguro os serán manifestadas estas cosas?” (1 Nefi 15:11; cursiva agregada).

El Señor tiene el poder de bendecirnos en cualquier momento; pero vemos que para recibir Su ayuda debemos obedecer siempre Sus mandamientos.

Enós registró: “… le suplicaba

continuamente, pues el me había dicho: Cualquier cosa que pidas con fe, creyendo que recibirás en el nombre de Cristo, la obtendrás” (Enós 1:15; cursiva agregada).

Mormón escribió: “He aquí, os digo que quien crea en Cristo, sin dudar en nada, cuanto pida al Padre en el nombre de Cristo, le será concedido; y esta promesa es para todos”, aun hasta los extremos de la tierra (Mormón 9:21; cursiva agregada).

El Salvador enseñó:

“Recuerda que sin fe no puedes hacer nada; por tanto, pide con fe. No juegues con estas cosas; no pidas lo que no debes” (D. y (:. 8:10; cursiva agregada).

“Y cualquier cosa que pidáis al Padre en mi nombre, creyendo que recibireis, si es justa, he aquí, os será concedida” (3 Nefi 18:20; cursiva agregada) .

“Cualquier cosa que le pidáis al Padre en mi nombre os será dada, si es para vuestro bien” (D. y C. 88:64; cursiva agregada).

“Y si sois purificados y limpiados de todo pecado, pediréis cuanto quisiereis en el nombre de Jesús y se cumplirá. Mas sabed esto, que os será indicado lo que debéis pedir …” (D. y C. 50:29-30; cursiva agregada).

Estas enseñanzas de Jesucristo recalcan la gran importancia de saber que pediremos y como pedirlo. Testifico que si procuramos saber Su voluntad y la hacemos, recibiremos las mayores bendiciones en la vida.

También es esencial ser agradecido, porque “… en nada ofende el hombre a Dios, o contra ninguno esta encendida su ira, sino aquellos que no confiesan su mano en todas las cosas y no obedecen sus mandamientos” (D. y C. 59:21).

Resumiendo, recibiremos bendiciones cuando:

Pidamos al Padre en el nombre de Cristo.

Guardemos con diligencia Sus mandamientos.

Pidamos con fe en Cristo.

Pidamos lo que es justo.

No endurezcamos el corazón.

Expresemos gratitud.

Una manera en que el Señor nos ayuda es mediante las bendiciones del sacerdocio. Cuando un sacerdote digno pronuncia bendiciones especificas para nosotros, podemos recibir gran consuelo. Pero no hay garantía de que se cumplan sin nuestro propio esfuerzo. El uso apropiado del poder del sacerdocio nos ofrece una ayuda cuyos resultados concuerdan con la voluntad del Señor. La bendición soluciona lo que nosotros no podamos resolver, pero debemos hacer nuestra parte para que se cumpla; debemos ser dignos y ejercer la fe requerida para hacer lo que podamos. Si es posible recibir ayuda de otros, también debemos buscarla. La bendición se cumple si hacemos lo que nuestra capacidad, aumentada por el poder del Señor, nos permita.

Una vez, me despertó la llamada de una madre. No se esperaba que su hijito prematuro viviera hasta la mañana, y ella quería que le diera una bendición. Al acercarme, la hermana me detuvo y me preguntó: “¿Es usted digno de bendecirlo?” La pregunta era apropiada. Uno no se siente totalmente digno, pero debe hacer lo posible por serlo. Sentí la fuerte impresión de bendecirlo para que sanara. La noble madre continuó el tratamiento médico y ejerció su fe. El Señor respondió y el niño sanó.

Una parienta del presidente Spencer W. Kimball le pidió una bendición por una grave enfermedad. Después de prepararse espiritualmente y ayunar, el presidente Kimball fue inspirado a bendecirla para que sanara. Unas semanas después, ella volvió quejándose de que estaba ya harta de esperar que el Señor la aliviara. El le dijo: “Ahora comprendo por que no has sido bendecida. Debes ser paciente, hacer tu parte y expresar gratitud por el mas mínimo progreso”. La hermana se arrepintió, siguió el consejo y al final sanó.

Los que poseemos el sacerdocio tenemos la seria responsabilidad de actuar como agentes del Señor para ayudar a los afligidos. Ese deber requiere fe, dignidad y sensibilidad ante la inspiración del Espíritu que nos comunique la voluntad del Señor. También los que reciben la bendición tienen la seria responsabilidad de ejercer la fe, de agradecer al Señor cualquier progreso y de hacer lo posible por resolver su problema.

Hace tres años conocí a un joven seriamente lastimado en un accidente. El pronóstico no era bueno; si vivía, podría quedar paralizado de por vida. Hace poco volví a verlo. Fue bendecido por el sacerdocio con la movilidad necesaria para hacer todo lo que el Señor quiere que haga. Se acercó en su silla de ruedas eléctrica y me estrechó la mano con una gran sonrisa; se podía sentir el magnetismo de su espíritu invencible. Su fe y extraordinario y doloroso esfuerzo, aumentados por la bendición del Señor, han dado comienzo al milagro. Con la ayuda de seres queridos, va a la universidad y se esta preparando para ser misionero. Sin duda, sus esfuerzos harán que mejore mas aun.

En contraste, otro conocido me comentó: “¿Por que no me da el Señor una esposa?”, como si una compañera eterna fuera un muñeco que se adquiere sin tener en cuenta su albedrío. Era obvio que no hacia siquiera lo básico para buscar esposa. Admitió que debería hacer algo para adelgazar, pero dijo que era muy difícil. Su ropa y su aspecto eran tan desaseados que resultaba difícil estar cerca de el. Ciertamente, el debe hacer cierto esfuerzo.

Generalmente, la ayuda del Señor viene poco a poco El puede curar instantáneamente y aun levantar a los muertos. Pero en general la mejoría viene paso a paso. Esto nos permite descubrir lo que el Señor espera que aprendamos. Ajustarnos a Su horario requiere paciencia, pero con nuestros esfuerzos y confianza en El progresamos, y podemos expresarle gratitud por la ayuda recibida.

Cuando todo marcha bien, es difícil muchas veces aprender las lecciones que el Señor nos da. Cuando sufrimos, nos hacemos muchas preguntas. Estas son las que deberíamos hacernos: ¿Que quiere el Señor que aprenda con esta experiencia? ¿Que debo hacer? ¿En que debo cambiar? ¿A quien debo servir? ¿En que puedo mejorar? Meditar y orar nos ayudaran a entender lo que debemos aprender de las dificultades que enfrentamos.

No toda oración se nos contestara como deseamos. No es siempre fácil saber la voluntad del Señor, pero podemos estar seguros de algunas cosas: El no nos mandara hacer nada que no este completamente en armonía con Sus enseñanzas. No podemos esperar ayuda si somos inmorales o desobedientes de otra forma, a menos que nos

arrepintamos sinceramente. El que ore para confirmar si otra persona debe ser su compañero eterno y al mismo tiempo viole la ley de castidad tiene pocas posibilidades de recibir respuesta si no se arrepiente.

“Porque he aquí, el Señor ha dicho: No socorreré a los de mi pueblo en el día de su transgresión, sino que obstruiré sus caminos para que no prosperen; y sus hechos serán como piedra de tropiezo delante de ellos” (Mosíah 7:29).

“Mas si os tornáis al Señor con integro propósito de corazón, y ponéis vuestra confianza en el, y le servís con toda la diligencia del alma … el … os librara del cautiverio” (Mosíah 7:33).

La oración sincera recibe respuesta si se conforma a la voluntad del Señor. Puesto que no comprendemos totalmente Su voluntad, debemos andar por la fe. El es omnisciente y sus decisiones son perfectas. El hecho de que no tengamos la capacidad de entender todos sus tratos con el hombre no le impide bendecirnos. Su voluntad es nuestra elección mejor, ya sea que la entendamos o no. Cuando hacemos uso sabio de nuestro albedrío, el Señor actuara según Su voluntad.

Vemos sólo una ínfima parte del plan eterno que El creó para nosotros. Aunque te duela, confía en El con Su perspectiva eterna. Ten paciencia cuando se te pida que esperes cuando quieres una solución inmediata. Tal vez El te pida que hagas algo totalmente contrario a lo que tu deseas. Ejerce la fe y dile: “Que se haga tu voluntad”. Si lo haces fielmente, estas experiencias te preparan para mayores bendiciones. Siendo tu Padre, El quiere tu felicidad eterna, tu desarrollo continuo y el aumento de tu capacidad. Su deseo es compartir contigo todo lo que El tiene. El camino que debes recorrer en la vida puede ser muy diferente que el de otras personas. Quizá no siempre sabrás por que El hace lo que hace, pero puedes saber que El es perfecto en su justicia y misericordia. El no te hará sufrir ninguna consecuencia, dificultad o carga que no sea para tu bien.

Obtener una fe inalterable en Jesucristo es inundar tu vida de una luz resplandeciente. Ya no estas solo para enfrentar lo que este mas allá de tu capacidad resolver o controlar, porque El ha dicho: “Si tenéis fe en mí, tendréis poder para hacer cualquiera cosa que me sea menester” (Moroni 7:33; cursiva agregada).

Si estas desalentado o agobiado por la transgresión, si estas enfermo, solo o desesperado por recibir consuelo o apoyo, testifico solemnemente que el Señor te ayudara si obedeces la ley espiritual sobre la cual se basa. El es tu Padre; eres su hijo. El te ama. No te abandonara nunca. Se que te bendecirá, en el nombre de Jesucristo. Amén.