1990–1999
Seguid a los Profetas
Octubre 1990


Seguid a los Profetas

En el Antiguo Testamento, en el Segundo Libro de los Reyes, leemos sobre un hombre de nombre Naamán quien fue “general del ejercito del rey de Siria … pero leproso” (2 Reyes 5:1).

Una muchacha israelita que “servia a la mujer de Naamán” dijo: “Si rogase mi Señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra” (2 Reyes 5:2-3).

El general Naamán, que no era miembro de la iglesia, aceptó ese consejo con plena fe y esperanza. Entonces, el rey de Siria le dio una carta para el rey de Israel, y también oro, plata y telas finas como regalo.

El rey de Israel, hombre de poca fe, se molestó acerca de todo eso porque sabia que el no podía curar a Naamán, de modo que dijo: “… y ved cómo busca ocasión contra mí” (2 Reyes 5:7).

“Cuando Eliseo el varón de Dios oyó” esto, “envió a decir al rey … Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel” (2 Reyes 5:8.)

Naamán fue a donde estaba el profeta. “Eliseo le mandó un mensajero diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio.

“Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra.

“… ¿no son mejores [los ríos de Damasco] que todas las aguas de Israel? … Y se volvió, y se fue enojado.” (Véase 2 Reyes 5:10-12.)

Su orgullo no le dejó seguir el consejo del profeta. Así que fue y continuó con su lepra. ¿Actuó así por causa de un corazón soberbio?

Mas sus criados se le acercaron y lo convencieron de que hiciera lo que el profeta había indicado, diciéndole: “… si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías?

“El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.” (2 Reyes 5:13-14.)

Naamán se sintió agradecido y se dirigió al profeta con sus regalos de oro y de plata y vestidos finos. Pero el profeta de Dios, por supuesto, no aceptó ningún pago a cambio de las bendiciones de Dios.

Así que Naamán y sus acompañantes iniciaron el viaje de regreso. El sirviente de Eliseo no quería que esas riquezas se escaparan de sus manos, así que corrió tras Naamán, quien se detuvo cuando vio que este se acercaba. Al llegar a su lado, el sirviente le dijo que su amo tenia visitas y le pidió un talento de plata y dos vestidos nuevos.

Naamán estuvo complacido de dárselos e incluso envió a dos de sus criados para que los llevaran. Antes de llegar a la casa de Eliseo, el sirviente hizo un alto y lo guardó en la casa. Después fue a ver a Eliseo.

“Y Eliseo le dijo: ¿De dónde vienes … ?

“¿No estaba también allí mi corazón … ? ¿Es tiempo de tomar plata … ?

“Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve.” (2 Reyes 5:25-27.)

El presidente Benson, el Profeta de Dios, nos ha aconsejado en cuanto a muchas cosas importantes. ¿Las estamos haciendo? O decimos:

“Ah, si, él es el profeta del Señor, pero de todas maneras, yo no quiero ir a una misión.”

“No quiero casarme.”

“No tengo tiempo para leer el Libro de Mormón todos los días. Estoy muy ocupado con mi trabajo y en mis estudios.”

“No tenemos tiempo para orar en familia, ni para tener la noche de hogar.”

“Los domingos tengo que dormir después de haber regresado tarde de una actividad la noche anterior, y por lo tanto no puedo ir a la iglesia.”

“¡El domingo es el único día que tengo para hacer compras ya que el resto de la semana estoy ocupado con mi trabajo y mis estudios!”

Una cita del sermón del rey Benjamin dice: “Porque el hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha sido desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás, a menos que se someta al influjo del Espíritu Santo, y se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el Señor, y se vuelva como niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre él, tal como un niño se sujeta a su padre” (Mosíah 3:19; cursiva agregada).

El profeta Lehi dijo a su hijo Nefi:

“Y he aquí, tus hermanos murmuran, diciendo que lo que yo les he requerido es cosa difícil; pero no soy yo quien se lo requiere, sino que es un mandato del Señor” (1 Nefi 3:5; cursiva agregada).

¿Podéis oír al presidente Benson decir: “Pero he aquí, no soy yo quien os dice que vayáis a una misión o que os caséis en el templo, sino que es un mandamiento del Señor”?

Lehi continua; “Por lo tanto, ve tu, hijo mío, y el Señor te favorecerá porque no has murmurado.

“Y sucedió que yo, Nefi, dije a mi padre: Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que el nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que puedan cumplir lo que les ha mandado.” (1 Nefi 3:6-7; cursiva agregada.)

¿Tenemos la fe de Nefi?

El Señor dijo a sus discípulos en este continente: “Y sucederá que cualquiera que se arrepienta y se bautice en mi nombre, será lleno; y si persevera hasta el fin, he aquí, yo le tendré por inocente ante mi Padre el día en que me presente para juzgar al mundo” (3 Nefi 27:16; cursiva agregada).

Mis queridos hermanos, hermanas y familias, ¿os dais cuenta de lo que se necesita hacer? Ser sumisos, no murmurar, y perseverar hasta el fin. Si hacemos todo esto, y si seguimos a sus Profetas y Apóstoles, el Señor nos mostrara el camino.

¡No dudemos de sus instrucciones! Es así de sencillo. No obstante, no estoy diciendo que debemos tener una fe ciega ni obedecer ciegamente.

Algunas veces querréis pruebas de una doctrina o de lo que diga el profeta. ¡Guardad los mandamientos! Orad, caminad en rectitud y, mediante el dulce y cálido sentimiento que os transmita el Espíritu Santo, sabréis que todo es verdadero.

Moroni dijo: “… y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:5).

Por el poder del Espíritu, y si tenemos fe, somos obedientes y guardamos los mandamientos, podremos saber, al igual que Nefi, que estamos en lo correcto.

¿Que habría pasado si Naamán se hubiera dejado llevar por su orgullo? Habría seguido siendo un leproso.

Cuando contemplemos las riquezas, las posesiones materiales y la inteligencia de los hombres en vez de seguir a los profetas, ¿no sería bueno recordar lo que le pasó al sirviente de Eliseo en ese caso? ¿Dejaremos nosotros y nuestros descendientes de ser miembros de la Iglesia o seremos impuros para siempre por causa de nuestra desobediencia?

El Señor le dijo al profeta José Smith: “Y será revelado el brazo del Señor; y vendrá el día en que aquellos que no oyeren la voz del Señor, ni la voz de sus siervos, ni prestaren atención a las palabras de los profetas y apóstoles, serán desarraigados de entre el pueblo” (D. y C. 1:14).

Os testifico que Dios, nuestro Padre Celestial, vive. Que su Hijo, Jesucristo, vive y que es nuestro Salvador y Redentor. Esta es su Iglesia y Él la dirige por medio de sus Profetas. Os testifico que el presidente Ezra Taft Benson es su profeta; que el presidente Hinckley, el presidente Monson y los Doce Apóstoles son Profetas y dignos siervos de Dios.

Amo a mi Padre Celestial y a Jesucristo. Amo a estos Profetas, Apóstoles, Videntes y Reveladores. Los respeto, los sostengo y oro por ellos.

Amo a mi familia, y os amo a vosotros mis hermanos y hermanas, y ruego que sigamos a los Profetas y a los Apóstoles y que guardemos los mandamientos de Dios.

En el nombre de Jesucristo. Amén.