Devocionales de 2017
Los profetas, el liderazgo y la ley divina


Los profetas, el liderazgo y la ley divina

Una velada con el presidente Russell M. Nelson

Devocional mundial para jóvenes adultos • 8 de enero de 2017 • Universidad Brigham Young

Mis amados hermanos y hermanas, les traigo el saludo y el amor de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce Apóstoles. Agradecemos que estén con nosotros y que preparen el corazón y la mente para recibir instrucción espiritual1.

Desde enero de 2016, cuando les hablé en este devocional mundial, he estado con muchos de ustedes en mis viajes a Japón, Filipinas, China, Canadá, Inglaterra, Gales, Alemania, Italia, España, y en varios lugares de Estados Unidos.

El pasado septiembre tuve una experiencia inolvidable con el élder M. Russell Ballard y otros líderes de la Iglesia cuando fuimos a Baton Rouge, Luisiana, para reunirnos con la gente tras la catastrófica inundación. El domingo, cada uno dirigió una de cuatro grandes reuniones sacramentales: una para las víctimas y tres para los voluntarios que habían ido de muchos estados para ayudar con la limpieza. Estas fotos muestran esas congregaciones dominicales de centenares de personas con las camisetas de Manos Mormonas que Ayudan.

Fíjense en los rostros felices de hombres y mujeres jóvenes que dejaron sus hogares para ayudar a vecinos que no conocían, en medio del calor sofocante de Luisiana, y que hicieron una pausa en el día de reposo para adorar al Señor. Al mirar a esas maravillosas congregaciones de trabajadores dispuestos, la mayoría de la edad de ustedes, tuve la increíble impresión de que estaba viendo a hombres y mujeres que muy pronto serían los líderes de esta Iglesia.

Así que esta noche, al imaginarme verlos reunidos por todo el mundo, quisiera enfatizar y hablar de esa impresión. ¡Ustedes son los futuros líderes de la Iglesia del Señor! ¿Están listos para tomar las riendas del liderazgo?

Cuando les hablé hace un año, les di el reto de que se elevaran al nivel de los verdaderos milénicos que nacieron para ser. Ustedes han de preparar al mundo para el reinado mileniario del Salvador ayudando a reunir a los elegidos de los cuatro cabos de la tierra, para que todos los que lo deseen, reciban el evangelio de Jesucristo y todas sus bendiciones. Esta tarde quiero hablarles de cómo pueden prepararse.

Primero, céntrense en su matrimonio y su familia. Pongan en práctica las impresiones que recibieron al oír las cuatro verdades de la “tía Wendy” sobre el amor y el matrimonio.

Su responsabilidad con el Señor de ayudar a rescatar a los elegidos del caos moral y de la preponderancia del pecado en nuestros días no es una tarea sencilla. Lucifer y sus secuaces están usando toda clase de tecnología y comunicación para difundir mentiras sobre la vida y sobre la verdadera fuente de felicidad. Por tanto, para hacer lo que vinieron a hacer en la tierra se requerirán las mejores habilidades de liderazgo que su generación pueda adquirir.

Afortunadamente, tenemos excelentes ejemplos a seguir. Si bien el mundo admira las numerosas aptitudes de liderazgo de hombres y mujeres como Napoleón, Juana de Arco, George Washington, Mahatma Gandhi, la Madre Teresa, y otros; creo que los líderes más notables que han vivido en la tierra son los profetas de Dios.

Hasta la fecha, el Señor ha escogido a dieciséis hombres para ser Presidentes de Su Iglesia, restaurada en esta dispensación, esta dispensación culminante en la historia de la tierra. He conocido personalmente a diez de esos dieciséis hombres. (Eso revela más sobre mi edad que cualquier otra cosa; pongámoslo de esta manera: ya no soy tan joven).

Ahora bien, si de verdad desean destacarse como verdaderos milénicos, los insto a que estudien la vida y las enseñanzas de esos dieciséis profetas de Dios2. Eso les cambiará la vida. Permítanme compartir algunos principios de liderazgo que he aprendido de ellos.

El presidente Joseph Fielding Smith, décimo Presidente de la Iglesia, vivía a unas pocas casas de mi hogar cuando era niño. Sus dos hijos menores eran mis amigos y con frecuencia me invitaban a su casa.

El presidente Smith era Presidente de la Iglesia en 1971, cuando fui llamado a ser Presidente General de la Escuela Dominical. Cuando mi esposa Dantzel, ahora fallecida, y yo lo acompañamos ese año a la primera conferencia de Área que se efectuó en Manchester, Inglaterra, observé una poderosa lección sobre el liderazgo eficaz cuando el presidente Smith solicitó informes de Autoridades Generales que estaban reunidas en una pequeña sala antes de la conferencia.

Después de que todos hablaron, en lugar de dar direcciones con tono dictatorial, el presidente Smith, con dignidad presidencial, los invitó a valerse de la sabiduría de sus noventa y cuatro años, mientras expresaba su amor y sincero deseo de ayudarlos. Me maravillé ante el poder de ese líder al expresar amor y confianza en su gente. Después de la conferencia, cuando lo felicitamos por su excelente mensaje, simplemente respondió: “No vine aquí para fracasar”3.

Él tenía fe en que el Señor guiaría esas reuniones si él hacía todo lo posible por hacer avanzar la obra. La fe, la oración, el estudio y el trabajo arduo constituyen una combinación para el éxito. Así como el presidente Smith no fue a Inglaterra a fracasar, nuestro Padre los envió a ustedes a la tierra en esta última dispensación no para fallar, sino para triunfar, y encontrar gozo al hacerlo.

El presidente Ezra Taft Benson había integrado el Cuórum de los Doce Apóstoles solo dos años cuando, en diciembre de 1945, tras el caos de la Segunda Guerra Mundial, el presidente George Albert Smith llamó al entonces élder Benson a presidir la Misión Europea. La situación allí era grave. En su misión de diez meses de amor hacia miembros cuya vida había sido destruida por la guerra, el élder Benson viajó por Alemania, Polonia, Checoslovaquia y Escandinavia, distribuyendo alimentos, vestimenta y ropa de cama para los afligidos santos4. Afrontó repetidas veces retos insuperables; sin embargo, repetidamente demostró “fe inquebrantable en el poder del Señor para superar obstáculos”5.

Cuarenta años después, en noviembre de 1985, el presidente Benson, que acababa de ser ordenado Presidente de la Iglesia, me asignó a mí, un miembro menor de los Doce, abrir las puertas de los países de Europa oriental que estaban bajo el yugo del comunismo.

No me sentía preparado para una tarea de tal magnitud, pero el presidente Benson había abierto el camino de esa obra antes que yo. ¿Cómo podía yo no hacer lo que él había hecho? Su ejemplo me llevó a orar y a trabajar al máximo, y luego ver la milagrosa mano de ayuda del Señor6.

Cuando nos sentimos abrumados, podemos aprender mucho del presidente Benson. Durante ocho años sirvió simultáneamente como Apóstol y como Secretario de Agricultura en el gabinete del presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower.

¿Cómo lo hizo? Estas son sus palabras: “Trabajo lo más que puedo, hago todo lo que esté a mi alcance y trato de guardar los mandamientos; después dejo que el Señor compense por lo que falte”7. Debemos emular sus palabras.

El presidente Gordon B. Hinckley fue un líder dinámico cuya enseñanza en cuanto al gobierno de la Iglesia fue singular. Antes de servir como decimoquinto Presidente de la Iglesia, había sido consejero de tres presidentes. De joven, al regresar de su misión en Inglaterra, trabajó para la Iglesia en diversos puestos, siempre bajo la dirección de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce. Muchas veces se le pidió resolver asuntos de suma importancia. Por ejemplo, el presidente David O. McKay le asignó que evaluara la forma de reproducir en película la ordenanza de la investidura a fin de satisfacer las necesidades de traducción para la Iglesia en expansión.

El presidente Hinckley era un comunicador por excelencia. Hablaba con confianza sobre el Evangelio con todos, desde periodistas experimentados hasta líderes mundiales. Vi cómo suavizó el corazón de Mijaíl Gorbachov, expresidente de la Unión Soviética, que al principio rechazó la invitación de reunirse con el presidente Hinckley en su oficina. El Sr. Gorbachov quería que el presidente Hinckley fuera a su habitación del hotel; pero cuando se reunieron en las Oficinas Generales de la Iglesia, el presidente Hinckley señaló los hermosos paneles de nogal circasiano de la sala del concilio de la Primera Presidencia. Cuando el presidente Hinckley le dijo al Sr. Gorbachov de dónde provenía la madera, ¡él quedó asombrado! ¡Esa madera provenía de la región misma donde él había nacido en Rusia!8 Su humor se suavizó de inmediato.

El presidente Hinckley era siempre optimista, resultado de su fe total en el Señor. Durante casi trece años como Presidente, condujo a la Iglesia a través de un notable período de innovación, que incluyó el diseño de templos más pequeños, la construcción del Centro de Conferencias, el anuncio de 79 templos nuevos y la dedicación o rededicación de 95 de los 124 templos que había en funcionamiento. La visión del presidente Hinckley y lo que se exigía a sí mismo debido a esa visión, no tenía límites.

El presidente Hinckley era experto en la historia de la Iglesia. También era vidente, y como tal, era intrépido al proclamar el futuro. Escuchen sus palabras: “… [esta] causa [de Cristo] avanzará en majestad y poder para llenar la tierra. Se abrirán las puertas que hoy están cerradas para la prédica del Evangelio. El Todopoderoso, si es necesario, hará estremecer a las naciones para humillarlas y hacerlas escuchar a los siervos del Dios viviente. Lo que sea necesario se llevará a cabo”9.

Actualmente, el presidente Thomas S. Monson es el profeta viviente del Señor en la tierra. ¡Cuánto lo amamos, lo sostenemos y oramos por él! ¡Y cuánto hemos aprendido de él! Piensen, fue llamado a ser obispo a los veintidós años, y en su barrio había ochenta viudas. Fue llamado a ser Apóstol a la tierna edad de treinta y seis años. El presidente Monson ha vivido según el lema: “Si el Señor necesita que se haga algo, quiero que sepa que puede contar con Tom Monson para hacerlo”10.

Él nos ha mostrado cómo alcanzar y rescatar a la persona individual; nos ha enseñado por el ejemplo que cuidar a las personas siempre es más importante que administrar el tiempo, las reuniones o los horarios.

Durante su vida, el presidente Monson ha tomado diferentes rutas de regreso a casa al final de un largo día de trabajo. A veces se detenía en un hospital para consolar a los afligidos. Otros días era guiado a visitar hogares específicos. Con frecuencia, al tocar una puerta se ha encontrado con una persona llorosa que dice: “¿Cómo sabía que era el aniversario de la muerte de nuestra hija?”; o “¿Cómo sabía que hoy era mi cumpleaños?”.

A lo largo de su vida, el presidente Monson ha demostrado dos cualidades fundamentales que hacen de los profetas de Dios líderes extraordinarios: Primero, ha sido un ejemplo de los dos primeros grandes mandamientos: amar a Dios con toda nuestra alma, y amar a nuestro prójimo, los hijos de Dios, como a nosotros mismos. Y segundo, cada profeta sabe cómo recibir revelación y responder a ella rápidamente cuando se recibe. El presidente Thomas S. Monson personifica el liderazgo justo.

Los profetas de Dios tienen muchos atributos en común. Uno es que cada profeta entiende la importancia de la ley divina. El conocimiento de la ley divina y el liderazgo eficaz y justo van de la mano. Cuanto más lleguen a conocer las leyes de Dios—y sobre todo, las vivan— más eficaz será su liderazgo justo.

Cuando era joven estudiante de medicina, mi estudio riguroso del cuerpo humano me convenció de que Dios vivía. Al saber que el cuerpo era la creación de Dios, me interesé cada vez más en las leyes de Dios que rigen el funcionamiento del cuerpo. A través de extensas investigaciones en el laboratorio, más tarde aprendí la ley que rige el latido del corazón. Además, aprendí que el corazón latiente se podía detener temporalmente para facilitar delicadas reparaciones quirúrgicas. Se podía hacer cambiando la proporción de sodio y potasio en la sangre que se suministraba al corazón. Después, cuando se nutría el corazón con la proporción normal de sodio y potasio, volvía a latir normalmente. Esos hallazgos resultaron ser predecibles, confiables y repetibles.

Hace poco tuve la oportunidad de explicar eso a una clase de la facultad de medicina. Un instruido profesor que estaba presente me preguntó: “¿Y si no funciona?”. Le respondí: “¡Siempre funciona! Funciona de acuerdo con la ley divina”.

La ley divina es incuestionable e irrefutable; no se puede negar ni disputar. Y cuando las leyes de Dios se obedecen, ¡siempre se reciben las bendiciones pertinentes! Las bendiciones siempre se basan en la obediencia a la ley que se aplica11.

Los existencialistas pueden exponer, los relativistas pueden justificar con sus opiniones estrechas de la realidad, que la verdad es solo una experiencia subjetiva; ¡las leyes son leyes! ¡La verdad de Dios es realmente verdadera! ¡Lo que Dios dice que es correcto es correcto! ¡Y lo que dice que está mal está mal!

Por eso es imperativo que conozcan las leyes de Dios, pues controlan este universo y muchos otros. Cuando se quebrantan las leyes divinas, hay consecuencias. Aunque nos duela el corazón por quienes violan las leyes de Dios, se debe pagar el castigo. La ley divina se debe obedecer.

Eso lo aprendí cuando era el cirujano del presidente Spencer W. Kimball. Cuando el marcapasos que tenía falló de repente, el presidente Kimball me pidió que lo ayudara, pero primero me pidió que le diera una bendición del sacerdocio. Después de la oración, en la que se prometió que se arreglaría el marcapasos fallido, me dijo: “Ahora puede hacer lo que necesite hacer para que esa bendición se haga realidad”.

Efectué la operación. En el cable que llevaba la electricidad del marcapasos al corazón, el aislamiento estaba roto. Cuando reemplacé el cable defectuoso, el marcapasos volvió a funcionar de inmediato, permitiendo que el corazón del presidente Kimball latiera de manera normal. Ni siquiera para el profeta de Dios se podía ignorar la ley relacionada con la transmisión de electricidad.

En verdad, el presidente Kimball era el profeta de Dios. Al observarlo de cerca pasar por varias enfermedades y ver su intenso y penetrante estudio al buscar revelación, él fue mi mentor. ¡Mi amor por él es ilimitado!

Aunque el mundo esté lleno de incertidumbre, no es necesario que haya incertidumbre en el corazón y la mente de ustedes sobre lo que es verdad y lo que no lo es. La incertidumbre nace de la información imperfecta o desconocida. Como Apóstol, les ruego que aprendan las leyes irrevocables de Dios. Apréndanlas por el estudio y por la fe. Entre otras cosas, eso significa “[vivir] de toda palabra que sale de la boca de Dios”12.

Oren para discernir entre las leyes de Dios y las filosofías de los hombres, incluso esas falsificaciones astutas del adversario. A través del tiempo, Lucifer ha perfeccionado su arte; es experto en la distracción, la distorsión, el engaño y en orientar equivocadamente. ¡Les ruego que eviten sus astutas trampas como evitarían una plaga!

Los engaños de Satanás solo los conducirán a la miseria, al cautiverio espiritual y a la muerte13. Es así en todos los casos. Las tristes consecuencias de ceder a los señuelos de Lucifer son predecibles, confiables, repetibles y lamentables.

Por el contrario, les prometo que si guardan los mandamientos de Dios, si viven según Sus leyes, serán cada vez más libres. Esa libertad les revelará su naturaleza divina y les permitirá prosperar personalmente. Se verán libres de la esclavitud del pecado; serán libres para ser ustedes mismos: líderes eficaces y rectos. Estarán preparados para dirigir por precepto y por ejemplo donde se les necesite. Afortunadamente, las bendiciones de guardar los mandamientos de Dios también son predecibles, confiables y repetibles.

Como miembros de Su Iglesia restaurada, sabemos que Jesucristo, nuestro Maestro, es nuestro Mentor supremo. Como verdaderos milénicos, nacieron para ser verdaderos discípulos de Jesucristo. De hecho, ¡la única manera de ser un verdadero milénico es ser uno de Sus verdaderos discípulos!

¿Cómo pueden progresar en su discipulado? Tengo una invitación para ustedes que les será de ayuda —en realidad es una asignación— si deciden aceptarla. Empiecen esta noche a consagrar una porción de su tiempo cada semana para estudiar todo lo que Jesús dijo e hizo, según se registra en el Antiguo Testamento, porque Él es el Jehová del Antiguo Testamento. Estudien Sus leyes registradas en el Nuevo Testamento, porque Él es su Cristo. Estudien Su doctrina en el Libro de Mormón, porque no hay otro libro de Escrituras en el que se revelen más claramente Su misión y Su ministerio. Y estudien Sus palabras en Doctrina y Convenios, ya que Él continúa enseñando a Su pueblo en esta dispensación.

Esto podrá parecer una tarea enorme, pero los animo a que la acepten. Si aprenden todo lo que puedan acerca de Jesucristo, les prometo que su amor por Él, y por las leyes de Dios, crecerá más allá de lo que actualmente se imaginan. Les prometo también que su capacidad de alejarse del pecado aumentará; su deseo de guardar los mandamientos se intensificará; tendrán mayor capacidad para alejarse del entretenimiento y de los enredos de aquellos que se burlan de los seguidores de Jesucristo. Para ayudarlos, acudan a la Guía para el Estudio de las Escrituras, bajo el tema “Jesucristo”14.

Estudien todo lo que Jesucristo es procurando, de manera devota y vigorosa, entender lo que cada uno de Sus títulos y nombres significan personalmente para ustedes. Por ejemplo, Él en verdad es su Abogado ante el Padre. Él estará de su lado; él los defenderá; hablará en beneficio de ustedes, en toda ocasión, a medida que ustedes decidan ser más como Él15.

Lleguen a conocerlo estudiando todo lo que Él continúa enseñando mediante Sus profetas y apóstoles vivientes. Estudien “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”; estudien “El Cristo Viviente”. Ambos documentos se recibieron por revelación. Pónganlos en línea y donde puedan verlos a diario.

Esas palabras reveladas son lo que cada verdadero Santo de los Últimos Días cree. Oren para saber que esas verdades representan la ley divina. Aprendan a expresar esas verdades; ¡practiquen! Después, oren por oportunidades para hablar de lo que creen y búsquenlas. Su aptitud para dirigir y tener una influencia justa aumentará a medida que lo hagan.

En un día futuro, se presentarán ante el Salvador; la emoción los llevará a derramar lágrimas por estar en Su santa presencia. No encontrarán palabras para agradecerle el que haya pagado por sus pecados, que les haya perdonado cualquier injusticia hacia los demás, que los sanara de los daños y las injusticias de la vida.

Le darán las gracias por fortalecerlos para hacer lo imposible, por convertir sus debilidades en fortalezas, y por hacer posible que vivan con Él y su familia para siempre. Su identidad, Su expiación y Sus atributos se volverán personales y reales para ustedes.

Pero no tienen que esperar hasta entonces. Elijan ser uno de Sus verdaderos discípulos ya; sean uno que de verdad lo ama y desea servir y liderar como Él lo hizo16.

¡Somos Su pueblo! Estamos bajo convenio de llevar el mensaje del Evangelio a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Al esforzarnos deliberadamente para llegar a ser líderes justos, podemos cantar al unísono: “Trabajemos hoy en la obra del Señor”17.

Ahora, como uno de sus Apóstoles, invoco esas llaves para dejar una bendición sobre cada uno de ustedes. Los bendigo para que aprendan las leyes de Dios y las vivan; para que sean un buen ejemplo, en palabra y hechos, de un verdadero discípulo de Jesucristo; los bendigo para que estén libres del pecado, que irradien bondad y luz para atraer a quienes deseen conocer y sentir la fuente de su luz. Los bendigo con éxito en sus empeños educativos y laborales; para que busquen un cónyuge virtuoso y cuiden de él o ella; y los bendigo para que sean líderes justos en su familia, comunidad, país y en la Iglesia.

¡Esa es mi bendición, y declaro que Dios vive! ¡Jesús es el Cristo! ¡Esta es Su Iglesia! De ello testifico, en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véanse Hechos 17:11; Alma 32:6.

  2. Véase LDS.org. En la aplicación Biblioteca del Evangelio también hay una multitud de recursos para ayudarlos en su estudio.

  3. Véase de Spencer J. Condie, Russell M. Nelson: Father, Surgeon, Apostle, 2003, pág. 165.

  4. Véase de Sheri L. Dew, Ezra Taft Benson: A Biography, 1987, págs. 197–227.

  5. Carta de Harold B. Lee a Ezra Taft Benson, en Dew, Ezra Taft Benson, pág. 224.

  6. Véase 2 Nefi 27:20–21.

  7. Ezra Taft Benson, en Dew, Ezra Taft Benson, pág. viii.

  8. Véase de Condie, Russell M. Nelson, pág. 279.

  9. Gordon B. Hinckley, “Miren hacia el futuro”, Liahona, enero de 1998, pág. 80.

  10. Conversación personal con el presidente Thomas S. Monson.

  11. Véase Doctrina y Convenios 130:20–21.

  12. Doctrina y Convenios 84:44.

  13. Véase 2 Nefi 2:27.

  14. Véase la Topical Guide (en inglés): “Jesus Christ”. Además del texto que aparece bajo el encabezamiento principal, hay 57 subtítulos acerca de Él. Para los otros idiomas, utilice la Guía para el Estudio de las Escrituras. Que este recurso se convierta en su plan de estudios personal.

  15. Véase 3 Nefi 27:27.

  16. Abinadí advirtió a quienes lo habían encarcelado: “No habéis aplicado vuestros corazones para entender” (Mosíah 12:27). Ustedes tal vez vean esa misma característica entre los disidentes de su generación.

  17. “Trabajemos hoy en la obra del Señor”, Himnos, nro. 158.