El Señor dejó claro desde el comienzo de esta última dispensación que debíamos llevar el Evangelio a todo el mundo. Lo que dijo a los pocos poseedores del sacerdocio de 1831 se lo dice a los muchos de hoy. Sea cual sea nuestra edad, capacidad, llamamiento eclesiástico o lugar donde nos encontremos, se nos llama a trabajar unidos para ayudarlo a Él en Su cosecha de almas, hasta que Él vuelva…

Ruego que donde sea que nos hallemos y cualesquiera que sean los deberes que tengamos en el sacerdocio de Dios, estemos unidos en la causa de llevar el Evangelio a todo el mundo y que instemos a las personas que amamos a ser limpias del pecado y a ser felices junto con nosotros en el reino de Dios.

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