Presidente Monson: La obra misional

Los misioneros de tiempo completo deben dominar tres habilidades básicas, dice el presidente Thomas S. Monson: (1) Prepararse con un propósito, (2) enseñar con testimonio y (3) trabajar con amor. “Jovencitos, cuando ustedes aprenden sus deberes de diácono, maestro y presbítero, y luego llevan a cabo esos deberes con determinación y amor, sabiendo que están en los asuntos del Señor, se están preparando para la misión”, dice él. También ofrece un consejo para las hermanas y los matrimonios.

Una forma de honrar a Dios

Ninguno de nosotros honrará a nuestro Padre Celestial y a nuestro Salvador más que por su servicio como misionero devoto y caritativo, dice el presidente Monson, recordando la promesa del Señor en 1 Samuel 2:30: “El que honra a Dios, Dios le honra”.

“La labor misional es un trabajo arduo”, aconseja. “El servicio misional es difícil y requiere largas horas de estudio y preparación, a fin de que el misionero esté a la altura del mensaje divino que proclama. Es una labor de amor, pero también de sacrificio y de devoción al deber”.

Y él ofrece estas palabras de ánimo: “Ahora bien, es posible que, por naturaleza, algunos de ustedes sean tímidos o se consideren incapaces de responder afirmativamente al llamado de servir. Recuerden que ésta es la obra del Señor, y cuando estamos en los asuntos del Señor, tenemos el derecho de recibir Su ayuda. El Señor fortalecerá las espaldas para que puedan soportar las cargas”.

Un llamado a servir

“En primer lugar, a los hombres jóvenes del Sacerdocio Aarónico y a ustedes jóvenes que están convirtiéndose en élderes, les repito lo que los profetas han enseñado por mucho tiempo: que todo joven digno y capaz debe prepararse para servir en una misión. El servicio misional es un deber del sacerdocio, una obligación que el Señor espera de nosotros, a quienes se nos ha dado tanto. Jóvenes, los amonesto a que se preparen para prestar servicio como misioneros. Consérvense limpios y puros, y dignos de representar al Señor. Conserven su salud y fuerza. Estudien las Escrituras. En donde estén disponibles, participen en seminario e instituto. Familiarícense con el manual misional Predicad Mi Evangelio.

“Un consejo para ustedes jóvenes hermanas: Aunque ustedes no tienen la misma responsabilidad del sacerdocio que la que tienen los hombres jóvenes de servir como misioneros de tiempo completo, ustedes aportan una valiosa contribución como misioneras y les agradecemos su servicio.

“Y ahora a ustedes hermanos y hermanas mayores: necesitamos muchos, muchos más matrimonios mayores. A los fieles matrimonios que ahora están sirviendo o que han prestado servicio en el pasado, les agradecemos su fe y devoción al Evangelio de Jesucristo. Ustedes sirven de buena gana y bien, y logran mucho bien.

“A aquellos que aún no llegan a la época de la vida en la que podrían servir en una misión como matrimonio, los exhorto a prepararse ahora para el día en que ustedes y su cónyuge puedan hacerlo. De acuerdo con sus circunstancias, al acercarse la época de la jubilación, y si su salud lo permite, estén dispuestos a dejar su hogar y prestar servicio misional de tiempo completo. Pocas veces en su vida disfrutarán del dulce espíritu y la satisfacción que resultan de prestar servicio de tiempo completo juntos en la obra del Maestro”.

Prepararse para la misión

El presidente Monson también sugirió una fórmula para asegurar el éxito de los futuros misioneros.

“Primero, Prepararse con un propósito. Recordemos lo que dijo el Maestro: ‘He aquí, el Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta’. La obra misional es difícil. Agota las energías, excede nuestra capacidad, exige nuestro mejor esfuerzo, con frecuencia, un segundo esfuerzo. Ningún otro trabajo demanda horas más largas, mayor dedicación, y más sacrificio y oración ferviente”.

“Segundo, enseñar con testimonio. Pedro y Juan, los pescadores que llegaron a ser Apóstoles, les advirtieron que no predicaran de Jesucristo crucificado. La respuesta de ellos fue categórica: ‘Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios, porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído’”.

“Tercero, trabajar con amor. Nada sustituye al amor. Muchas veces ese amor lo enciende en el niño la madre, lo ensancha el padre, y lo mantiene vibrante el servicio a Dios. Recordemos el consejo del Señor: ‘… y fe, esperanza, caridad y amor, con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios, lo califican para la obra’.  Haríamos bien en preguntarnos: ¿Han aumentado hoy en mí la fe, la esperanza, la caridad, el amor? Si cumplimos con las normas de Dios y trabajamos con amor para traer almas a Él, los que se encuentren al alcance de nuestra influencia nunca se lamentarán, diciendo: ‘Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos’”.

El presidente Monson ofrece este desafío a los poseedores del Sacerdocio Aarónico: “Jovencitos, cuando ustedes aprenden sus deberes de diácono, maestro y presbítero, y luego llevan a cabo esos deberes con determinación y amor, sabiendo que están en los asuntos del Señor, se están preparando para la misión”. Y, añade: “La mayoría de los jóvenes de la Iglesia recibirán un día el llamamiento de ir a la misión. Ruego con fervor que su respuesta sea como la de Samuel: ‘Heme aquí… Habla, porque tu siervo oye’. Entonces recibirán ayuda celestial”.