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“NINGUN DELITO HALLO EN ESTE HOMBRE”

La vida y Enseñanzas de Cristo y sus Apóstoles


Map Chp. 26

El Mar Grande

Galilea

Samaria

Jerusalén

Judea

Mar de Galilea

LA SEMANA DEL SACRIFICIO EXPIATORIO

Mateo

Marcos

Lucas

Juan

SEXTO DIA

       

La traición de Judas

El arresto

26:47–50

26:51–56

14:43–45

14:46–52

22:47, 48

22:49–53

18:2–9

18:10–12

Jesucristo es interrogado por Anás

Es interrogado delante de Caifás

26:57–68

14:53–65

22:54, 55, 63–65

18:13, 19–24

18:14–16, 18

Pedro niega a Jesús

26:69–75

14:66–72

22:55–62

18:17, 25–27

Formal prisión y condena

27:1, 2

15:1

22:66–71; 23:1

 

Muerte de Judas Iscariote

Ante Pilato

Ante Herodes

27:3–10

27:11–14

15:2–5

23:2–5

23:6–12

18:28–38

De nuevo ante Pilato

Barrabás es puesto en libertad

Pilato sentencia a Jesucristo

El camino hasta el Calvario

27:15–23

27:26–30

27:24, 25

27:31–34, 38

15:6–14

15:15–19

15:20–23, 25, 27, 28

23:13–23

23:25

23:24

23:26–33

18:39, 40

19:1–3

19:4–16

19:16–18

Inscripción en la cruz

Su primera declaración en la cruz

Los soldados se reparten sus ropas

Burla y escarnio

27:37

27:35, 36

27:39–44

15:26

15:24

15:29–32

23:38

23:34

23:34

23:35–37

19:19–22

19:23, 24

Segunda declaración sobre la cruz

Tercera declaración del Salvador

La obscuridad cubre la tierra

Cuarta declaración

27:45

27:46, 47

15:33

15:34, 35

23:39–43

23:44, 45

19:25–27

Quinta declaración

Sexta declaración

Séptima y última declaración;

Cristo muere Testimonio del centurión

27:48, 49

27:50

27:51–56

15:36

15:37

15:38–41

23:46

23:45, 47–49

19:28, 29

19:30

19:30

Le atraviezan el costado

Lo sepultan

27:57–61

15:42–47

23:50–56

19:31–37

19:38–42

COMENTARIO INTERPRETATIVO

COMENTARIO INTERPRETATIVO UNA COMPRENSION DEL PESAR DE LAS ULTIMAS HORAS

Más adelante encontarán un bosquejo (croquis) de la ciudad de Jerusalén y los sitios donde posiblemente transcurrieron los últimos días de la vida mortal de Jesucristo. A medida que lean la siguiente descripción, traten de formar en su mente la imagen de los eventos que acontecieron en ese gran día de días y sientan el pesar de las horas finales. Los números en el mapa corresponden a los números adyacentes a los párrafos.

Final hours of Jesus life

UNA COMPRENSION DEL PESAR DE LAS ULTIMAS HORAS

Desde el palacio de Pilato, Jesucristo fue llevado al lugar de la crucifixión. Mateo 27:24-35.

Desde la casa de Caifás, Cristo fue llevado ante Pilato. Juan 18:28-38.

El Salvador y 11 apóstoles fueron al Jardín de Getsemaní. Mateo 26:36-56.

Pilato envió a Jesucristo ante Herodes (no se conoce el lugar con exactitud) Herodes lo devolvió a Pilato. Lucas 23:7-11.

Cristo fue llevado por poco tiempo a la casa de Anás y luego a Caifás el sumo sacerdote. Juan 18:15-24.

Probable situación del “aposento alto” donde el Salvador y sus apóstoles participaron de la Ultima Cena. Lucas 22:12-13.

Croquis de la ciudad de Jerusalén y los posibles lugares donde transcurrieron los últimos días de la vida mortal de Jesucristo. A medida que transcurra la siguiente narración, imaginen los acontecimientos que ocurrieron en aquellos días y sientan el dolor de las horas finales. Los números, que aparecen en el bosquejo corresponden a los números de los párrafos siguientes.

  1. Jesucristo y los discípulos caminaron desde el “aposento alto” hasta Getsemaní, a un huerto o jardín de olivos, donde en agonía el Salvador sufrió hasta que sudó gotas de sangre por cada poro. Volviendo a Pedro, Santiago y Juan, quienes dormitaban, Jesucristo habló y sus palabras fueron una evidencia de que estaba consciente de lo que iba a ocurrir antes de que su ministerio mortal finalizara. “Domid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega”. Entonces llegó Judas acompañado de un numeroso grupo de hombres armados con espadas y lanzas, y Judas traicionó a Cristo con un beso. “Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron.” (Mateo 26:36-56; Marcos 14:32-52; Lucas 22:40-53; Juan 18:1-12.)

  2. Traicionado, arrestado, atado, abandonado y solo en medio de la noche, Jesucristo fue llevado cruzando el Cedrón y subiendo por la empinada colina hasta la casa de Anás para ser interrogado primero por el que fuera el sumo sacerdote y luego para recibir el primer bofetón en el rostro. Al igual que con todos los malos tratos que soportó el Señor, esta vez también guardó silencio. Entonces enviado a través del patio ante el sumo sacerdote José Caifás. Allí buscaron falsos testigos cuyas palabras demostraron que eran tan falsas que los inicuos sacerdotes, en cierta muestra de decencia, no lo pudieron aceptar como testimonio. Sin embargo a través de toda la ilegalidad y falsedad de aquel juicio, Jesucristo se mantuvo ante ellos inocente y silencioso como si fuera a juzgarlos, hasta que en una súbita explosión de ira, más bien de furia, Caifás exclamó: “¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?” Pero El se mantuvo callado y el sumo sacerdote le dijo: “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios”. El le dijo: “Tú lo has dicho…” y el sumo sacerdote exclamó: “¡Ha blasfemado!” Los infames miembros del Sanedrín que estaban presentes respondieron: “¡Es reo de muerte!” Y desde ese momento escupieron sobre él, lo bofetearon y se burlaron. No mucho después el gallo cantó. “Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro…Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente”. “Venida la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesucristo, para entregarle a muerte. Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.” (Mateo 26:57-75; 27:1-2; Marcos 14:53-72; 15:1; Lucas 22:54-71; Juan 18:13-27.)

  3. Delante de Pilato, luego ante Herodes y nuevamente ante Pilato, el Señor sufrió el escarnio y burla indescriptible de una investigación ilegal y falsa. Fue entonces que Pilato les dijo: “¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?” Pues sabía que los principales de los sacerdotes lo habían entregado por envidia. Pero los principales azuzaron al pueblo para que pidiese la libertad de Barrabás. Y Pilato respondió y dijo de nuevo: “¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos? Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícale!” De manera que para aplacar al pueblo, Pilato hizo azotar al Señor con un látigo hecho de varias tiras que estaban llenas de trozos de metal y hueso. Luego, Pilato entregó al Señor para que fuese crucificado. (Mateo 27:11-25; Marcos 15:2-19; Lucas 23:2-225; Juan 18:28-40; 19:1-16.)

  4. Forzado a llevar su propia cruz mientras pudo, fue llevado al Calvario, donde los soldados romanos le atravesaron con clavos las manos, las muñecas y los pies, sujetando en esa forma el cuerpo a la cruz. Allí colgó en una agonía constante causada por el dolor, la sed y el escarnio, sin tener a nadie para consolarlo o aliviar su angustia física, mental y espiritual. Luego después de una última experiencia con el tormento de Getsemaní, gritó en alta voz, diciendo: “Consumado es”. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. El Señor Jesucristo había muerto por la humanidad. Luego llegó José de Arimatea con lino fino y descolgó el cuerpo de Cristo, lo envolvió en la tela, “lo puso en un sepulcro nuevo que era de su propiedad y estaba cavado en una peña, e hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y después se fue.” La vida y el ministerio mortal de Jesucristo había terminado. (Mateo 27:31-61; Marcos 15:20-47; Lucas 23:26-56; Juan 19:16-42.)

(26-1) Juan 18:13. ¿Quiénes eran Anás y Caifás?

“Cirenio…quitó del sumo sacerdocio a Joazar…y llamó a Ananús, el hijo de Sez, para ser sumo sacerdote…(Valerio Grato) quitó el sumo sacerdocio a Ananús y llamó a Ismael, el hijo de Phabi, para ser sumo sacerdote. También a él lo quitó de allí al poco tiempo, y ordenó a Eleazar, hijo de Ananús, quien había sido sumo sacerdote antes, como sumo sacerdote, oficio del cual, después de estar en él durante un año, Grato lo quitó y dio el sumo sacerdocio a Simón, hijo de Camithus; y cuando él había ocupado esa dignidad por no más de un año, José Caifás fue nombrado sucesor. Luego que Grato hizo esas cosas, volvió a Roma después de haber permanecido en Judea durante once años, cuando Poncio Pilato vino como su sucesor” (Josefa, Antiquities of the Jews, 18.2.1-2).

José Caifás era el sumo sacerdote entre los años 18 y 36 de nuestra era, pero Anás continuaba ejerciendo mucho control religioso y polítiCO sobre los judíos ya sea como substituto del sumo sacerdote, como presidente del Sanedrín o como juez principal revisor de causas. La riqueza de Anás era inmensa; y ella provenía, por lo menos en gran parte, de la venta de materiales usados en los sacrificios que se efectuaban en el templo. (Véase Dictionary of the Biblie, “Anás” Smith, Dictionary of the Bible, ed. rev., “Anás”). José Caifás era el sumo sacerdote judío bajo Tiberio (véase Mateo 26:3, 57: Juan 11:49, 18:13, 14, 24, 28; y Hechos 4:6) y fue llamado al oficio de sumo sacerdote por Valerio Grato. (Véase “Caifás” en el Diccionario de la Santa Biblia, por W. W. Rand). pág. trad. 337: En Juan 18:13 leemos que José Caifás era yerno de Anás.

(26-2) Mateo 26:59; 27:1, 2. ¿Quiénes integraban el Sanedrín?

Compuesto por una asamblea de setenta y un eruditos ordenados, incluyendo a levitas, sacerdotes, escribas, fariseos, saduceos y otros de otras ideologías políticas, en la época del Salvador el Gran Sanedrín era la suprema corte de justicia de los judíos y el consejo legislativo supremo en Jerusalén. Su función principal era la de servir como corte suprema cuando se interpretaba la ley judaica. El Sanedrín se reunía en los impresionantes salones de piedra labrada, donde los miembros del concilio se sentaban en un semicírculo. El acusado, vestido en ropas de duelo, era colocado frente al concilio; y si la evidencia contra el acusado lo justificaba, el Sanedrín tenía autoridad para decretar la pena capital por ofensas que violaran las principales leyes judaicas. Sin embargo, el concilio no estaba autorizado para ejecutar su sentencia y dar muerte al reo, pues la ley romana les prohibía ejecutar a alguien sin la aprobación del procurador romano. La jurisdicción del Sanedrín en tiempos de Jesucristo se extendía solamente a Judea; y mientras El predicó en Galilea y Perea, el concilio no pudo arrestarlo. Cuando entró a Jerusalén para su última Pascua estaba dentro de la jurisdicción del Sanhedrín donde los líderes inicuos y sin escrúpulos del concilio pudieron prenderlo, arreglar una acusación del blasfemia contra El y luego presionar a Pilato, el procurador romano, que para llevara a cabo la crucifixión.

(26-3) Mateo 26:47-75; Juan 18:12-14; 19-23. Ilegalidades del juicio contra Jesucristo y la supuesta negación del Señor por parte de Pedro

El arresto, el examen privado, la acusación, los procedimientos del Sanedrín, el juicio, la forma de proceder para condenar, la sentencia, y las calificaciones de los miembros del Gran Sanedrín para juzgar a Jesucristo fueron ilegales. En cuanto a una evaluación del juicio contra El, véase Jesús el Cristo, pág. 677.

En cuanto a una explicación de la supuesta negación de Jesucristo, por parte de Pedro, véase el apéndice D, “Pedro, mi hermano“, por el élder Spencer W. Kimball.

(26-4) Mateo 27:2. Poncio Pilato

Llamado en el año 25-26 de nuestra era, en el duodécimo año de Tiberio, Poncio Pilato fue el sexto procurador romano de Judea, y era el mandatario romano durante el tiempo del ministerio de Cristo. Arbitrario y ansioso de agradar al César, su vida política terminó en la desgracia. (Véase en el Diccionario de la Santa Biblia, por W. W. Rand, “Pilato, Poncio”.)

(26-5) Mateo 27:24. ¿Por qué Pilato cedió a las demandas de los judíos de ejecutar a Jesucristo?

“Despreciando en forma completa la antipatía de los hebreos hacia las imágenes e insignias paganas, mandó que los legionarios entraran en Jerusalén de noche, llevando sus águilas y estandartes adornados con la efigie del Emperador. Para los judíos el acto constituía una profanación de la Ciudad Santa. Se reunieron grandes multitudes en Cesarea para pedirle al procurador que fuesen quitados de Jerusalén los estandartes y otras imágenes. Durante cinco días el pueblo exigió, y Pilato se los negó. Amenazó a la multitud con una matanza general, y se asombró al ver que el pueblo se ofrecía a caer por la espada antes que desistir de sus demandas. Pilato tuvo que ceder. (Antiquities of the Jews, por Josefa, xviii, cap. 3:1; también Wars of the Jews II, cap. 9:2, 3.) Nuevamente los ofendió cuando se apropió del Corbán, o sea de los fondos sagrados del templo, para la construcción de un acueducto que habría de traer agua a Jerusalén desde el estanque de Salomón. Previendo una protesta pública por parte del pueblo, dio órdenes de que los soldados romanos se disfrazaran de judíos, y que con armas ocultas se dispersaran entre la multitud. A una señal, estos asesinos sacaron sus armas y mataron o hirieron a un gran número de judíos indefensos. (Ant…, por Josefa, xviii, cap. 3:2; También Wars…ii, cap. 9:3-4.) En otra ocasión Pilato insultó groseramente al pueblo colocando en su residencia oficial en Jerusalén unos escudos que habían sido dedicados al emperador Tiberio, cosa que hizo ‘no tanto para honrar a Tiberio sino para irritar al pueblo judío. La jerarquía eclesiástica de la nación, así como otras personas influyentes, incluso cuatro príncipes herodianos, firmaron una petición y la enviaron al Emperador, el cual reprendió a Pilato y mandó que los escudos fuesen llevados de Jerusalén a Cesarea.

“Estos ultrajes contra los sentimientos de la nación, y muchos actos menores de violencia, extorsión y crueldad eran las cosas que los judíos tenían contra el procurador. Pilato sabía que su posición era inestable, y temía una denuncia. Había cometido tantas maldades que cuando quería hacer algo bueno, se amedrentaba por causa del temor cobarde que le infundía su pasado acusador” (Jesús el Cristo, por Talmage, págs. 682-683).

(26-6) Lucas 23:6-11. Cristo ante Herodes

“El temor que en otro tiempo [Herodes] había sentido en cuanto a Jesús, a quien supersticiosamente había conceptuado ser la reencarnación de su víctima asesinada, Juan el Bautista. Comenzó a interrogar al Prisionero, pero Jesús guardó silencio. Los principales sacerdotes y escribas lo acusaron con vehemencia, pero el Señor no habló una sola palabra. Que sepamos, Herodes fue el único personaje en toda la historia a quien Jesús haya dirigido un epíteto despreciativo: ‘Id, y decid a aquella zorra’; había expresado en cierta ocasión a unos fariseos que vinieron a El con el rumor de que Herodes intentaba matarlo. Por lo que sabemos, Herodes también gozó de la distinción de ser la única persona que vio a Cristo cara a cara y le habló, y sin embargo nunca escuchó su voz. Para los pecadores arrepentidos, mujeres acongojadas, niños balbuceantes; para los escribas, fariseos, saduceos, rabinos; para el perjuro sumo sacerdote y sus serviles e insolentes lacayos, y aun para Pilato el pagano, Cristo tuvo palabras de consuelo o instrucción, de amonestación o reproche, de protesta o denuncia, respectivamente; sin embargo, para Herodes la zorra, sólo un silencio desdeñoso y real. Completamente resentido, Herodes pasó de preguntas insultantes a hechos de vejación perversa. Con sus soldados se burló de Cristo y ‘le menospreció y escarneció. Entonces para ridiculizarlo, lo vistió ‘de una ropa espléndida y volvió a enviarle a Pilato’. Herodes no halló nada en Jesús que justificara su condenación” (James E. Talmage, Jesús el Cristo, págs. 668-669).

(26-7) Mateo 27:24. ¿Cuál fue el significado de que Pilato se lavase las manos ante los judíos?

“En este momento (o posiblemente un poco antes, según lo indica el relato en la Versión Inspirada) Pilato, siguiendo la práctica de los judíos en tales casos (Deut. 21:1-9) efectuó el ritual de la ceremonia designada a liberarlo de la responsabilidad de la muerte de Jesucristo” (McConkie, DNTC 1:810).

(26-8) Juan 19:4-12. Pilato intentó dejarlo en libertad

“Ningún delito hallo en él” Cristo era inocente. Pilato lo sabía; Herodes lo sabía; Caifás lo sabía; el Sanedrín lo sabía; la multitud enardecida lo sabía, y Satanás lo sabía. Sin embargo iba a ser declarado culpable y sentenciado a muerte.

“’¡He aquí el hombre!’ Parece que Pilato creía que la lastimosa apariencia del Cristo azotado y sangrado podría ablandar el corazón de los judíos enfurecidos; pero no surtió tal efecto. Consideremos el terrible hecho: ¡Un incrédulo, un pagano que no conocía a Dios, abogando ante los sacerdotes y pueblo de Israel por la vida de su Señor y Rey!’” (Talmage, pág. 672).

“Tomadle vosotros, y crucificadle; yo no hallo delito en él”. Pilato dio la orden; nadie más tenía poder para hacerlo; sentenció a un hombre inocente para que fuese crucificado, ¡y lo sabía! ¿Hay mejor ejemplo en toda la historia de un crimen semejante?

“La acusación del Sanedrín contra Jesús era de blasfemia, un crimen entre los judíos; la sentencia de Pilato era por sedición, una ofensa romana. Ahora que se había decretado la ejecución de nuestro Señor, los judíos quisieron hacer aparecer como que Pi lato había aprobado el decreto de muerte pronunciado por ellos. La mención que hacían de él, como ‘el hijo de Dios’ aumentó el temor en Pilato de estar disponiendo una ejecución injusta. Pilato pregunta: ‘¿De dónde eres tú?’, y Cristo omite la respuesta. Pi lato se ofende y se jacta de su poder para salvarlo o destruirlo; entonces nuestro Señor se convierte en juez y pone a Pilato delante del tribunal: ‘Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; tu sentencia es injusta, pero Caifás quien me ha entregado a ti tiene el mayor pecado, pues como judío conoce mi origen divino’.

“Pilato intentó liberarlo; buscó el consentimiento de los principales sacerdotes y de los escribas para dejarlo en libertad, pues el procurador tenía el poder, si es que se decidía, para salvar o destruir” (McConkie, DNTC 1:809).

(26-9) Mateo 27:26-30. Escarnio y azotes

“Esta práctica brutal, preliminar de la crucifixión, consistía en desnudar a la víctima, atarla a una columna o estructura de madera, y golpearla con un azote hechos de tiras de cuero que tenían incrustados filosos trozos de plomo y hueso. Este castigo dejaba sangrante y débil al que lo soportaba y muchas veces le causaba la muerte. Pilato en vano trató de despertar compasión hacia Jesucristo como resultado de aquella golpiza. Enseñando la necesidad de soportar el castigo y contemplando aquella escena, Pablo escribió: “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo’ (Hebreos 12:6).

“Mientras Pilato observaba, su cohorte de seiscientos soldados se burlaba y ridiculizaba al Hijo de Dios. La túnica escarlata, la corona de espinas, la caña en la mano del Señor, el simulacro de sumisión, los cínicos gritos de alabanza llamándolo rey, todos los actos inspirados por el diablo en lugar del respeto que por derecho le pertenecía, además de los salivazos y los bofetones, todo ello nos describe un cuadro de degradación humana. Los soldados romanos participaron del espíritu de la multitud judía” (McConkie, DNTC, 1:807).

(26-10) Mateo 27:32. La cruz

“La cruz consistía en dos partes: un madero fuerte, de dos metros y medio a casi tres, el cual era fijado en el suelo, y otro más corto, movible, (el patíbulum). Era llevada por el reo hasta el lugar de la ejecución. A veces el patíbulum era un solo trozo de madera, pero más a menudo eran dos maderos paralelos y atados juntos entre los que se sujetaba el cuello del reo. Delante de éste iba un heraldo portando un cartel o tablero sobre el cual se había inscrito la ofensa, o el criminal mismo lo llevaba colgado del cuello mediante un cordel. En el lugar de la ejecución él era desnudado y acostado sobre su espalda y se le clavaban las manos al patíbulum. Este, con el criminal colgado, era entonces puesto en posición y sujetado mediante clavos o cuerdas al poste mayor. El cuerpo de la víctima no era sujetado solamente mediante los los clavos en las manos, sino que se apoyaba en una estaca de madera que sobresalía en ángulo recto del poste mayor y sobre el cual el crucificado se sentaba como en una especie de montura. Alguna veces había también un apoyo para los pies, y a éste eran clavados los pies. La agonía prolongada de la crucifixión a veces duraba días, produciéndose la muerte por causa del dolor, el hambre y la sed” (Dummelow, págs. 716-717) (McConkie, DNTC, 1:815).

(26-11) Mateo 27:33; Lucas 23:33. El Gólgota o Calvario

“El nombre ‘Gólgota’ de origen arameo y hebreo, el vocablo griego ‘Kranion’ y el latín ‘Calvaria’ o la forma castellanizada ‘Calvario’, tienen el mismo significado de ‘calavera’. Quizá se le dio ese nombre por alusión a ciertos rasgos topográficos, así como nosotros hablamos de las cejas de un cerro; o si el sitio se empleaba usualmente para las ejecuciones, pudo habérsele dado ese nombre expresivo de la muerte, así como nosotros decimos que una calavera es símbolo de la muerte. Es probable que los cuerpos de los reos ejecutados quedaban sepultados cerca del sitio donde eran ajusticiados; y si el Gólgota o Calvario era el lugar señalado para las ejecusiones, no sería extraño encontrar allí calaveras y otros huesos humanos, desenterrados por las fieras, los elementos u otras causas, aunque era contrario a las leyes y sentimientos judíos dejar sin sepultar los cuerpos o cualquier parte de ellos. El origen del nombre es de tan poca importancia como lo son las muchas suposiciones divergentes respecto de su sitio preciso” (Talmage, Jesús el Cristo, págs. 701-702).

(26-12) Mateo 27:35. “Y lo crucificaron”

‘[Crucifixión]’ Unánimemente se le consideraba la manera más horrible de morir. Entre los romanos la degradación era también parte de la inflicción, y cuando se aplicaba esta pena a un hombre libre, se hacía únicamente al tratarse de los criminales más viles…El reo llevaba su propia cruz, por lo menos parte de ella. De ahí el uso figurado de las frases tomar o llevar uno su cruz, que significa soportar padecimientos, aflicción o verguenza, como el criminal que se dirige al sitio de su crucifixión. (Mateo 10:38; 16;24; Lucas 14:27, etc.) El lugar de la ejecución quedaba fuera de la ciudad (1 Re. 21:13; Hech. 7:58; Heb. 13:12), frecuentemente cerca de un camino público u otro punto conspicuo. Al llegar al sitio de la ejecución se desnudaba al reo, y su ropa pasaba a ser propiedad de sus verdugos. (Mateo 27:35). En seguida, se introducía la cruz en la tierra, de modo que los pies del condenado quedaran a unos treinta o sesenta centímetros del suelo, y entonces era colgado sobre ella; o si no, era extendido sobre la cruz primero y entonces alzado con ella’. Se acostumbraba estacionar soldados para que vigilaran la cruz, y de ese modo evitar que se quitara de ella al reo mientras todavía estaba vivo. ‘Era necesario hacer este por motivo de la lentitud con que sobrevenía la muerte, pues en algunas ocasiones no llegaba ni aun después de tres días, y finalmente resultaba del entumecimiento e inanición graduales. De no ser por esa guardia, los reos podían ser quitados de la cruz y restaurados, como efectivamente sucedió con un amigo de Josefo…En la mayor parte de los casos se permitía que el cuerpo se descompusiera sobre la cruz mediante los efectos naturales del sol y la lluvia, o que lo devoraran las aves y las bestias. Por lo general, se prohibía que fuesen sepultados; pero como consecuencia de lo prescrito en Deuteronimio 21:22, 23, se hacía una excepción nacional en favor de los judíos. (Mateo 27:58.) Felizmente el emperador Constantino abolió esta maldita y terrible forma de castigo’ Bible Dictionary de Smith (Jesús el Cristo, James E. Talmage, pág. 702).

(26-13) Mateo 27:35; Salmos 22:18. “Sobre mi ropa echaron suertes”

“La profecía mesiánica de “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes”, la cual se encuentra en Salmos 22:18, contiene dos partes: (1) sus vestidos iban a ser divididos entre ellos; y (2) por su ropa iban a echar suertes.

“Los varones judíos usaban cinco piezas de ropa: el solideo, sandalias, una túnica interior, una túnica exterior y una faja. Estos artículos, de acuerdo con la costumbre romana, pasaban a ser propiedad de los soldados que efectuaban la crucifixión. Había cuatro soldados y cada uno tomó una de las piezas de vestir. En el caso de Jesucristo, la túnica, hecha de una sola pieza de tela, aparentemente era de excelente calidad y por esta razón los soldados quisieron echar suertes” (McConkie, DNTC, 1:820).

PUNTOS A CONSIDERAR

Tan importantes fueron los acontecimientos asociados con la Expiación y la Crucifixión, que muchos profetas recibieron un profundo entendimiento de lo que ocurriría durante las últimas veinticuatro horas de la vida de Cristo. Uno de los grandes profetas, el cual vivió unos setecientos años antes de Cristo, proféticamente anunció estos acontecimientos con una claridad poco común. Este profeta fue Isaías y su profecía está inscrita en el capítulo número 53 de su libro, el cual reproducimos a continuación. Primeramente léanlo con atención. Luego comparen cada uno de los pasajes citados al lado, con las partes subrayadas en los versículos o encerradas entre paréntesis. Determinen qué pasajes se relacionan con las distintas secciones indicadas y escriban el número de la referencia en cuestión en la misma línea y al lado del pasaje de Isaías.

  1. Hechos 8:32-35

  2. Lucas 23:8-11

  3. Daniel 9:26

    Juan 19:18-30

  4. Mateo 27:57-60

  5. Juan 19:2, 18, 34.

  6. Juan 19:1

  7. 1 Juan 2:1, 2

  8. Marcos 15:28;

    Lucas 23:34

  9. Hebreos 9:28

(26-14) Carácter y naturaleza divina de Jesucristo según se puede observar por las siete declaraciones de Jesucristo sobre la cruz

Se podría declarar como una regla aplicable a la naturaleza humana que cuando el hombre llega a su mayor rigor, a un momento de sumo peligro, dolor, emoción o necesidad urgente, a un punto de la vida que está marcado por la destrucción inminente o la muerte, la verdadera naturaleza de su alma se torna evidente en las palabras que pronuncia en ese momento difícil.

¿Por qué? Porque las palabras del hombre son el reflejo de su alma. Sus palabras descubren la realidad de su carácter, la calidad de sus intereses, su compasión, su amor, todo el enfoque o empuje de su vida, sea noble o bajo, depravado o glorificado. En el momento de mayor rigor las mismas profundidades del alma quedan al descubierto y todos las ven; la intensidad del momento saca a luz comentarios que reflejan el yo interior. Un ejemplo glorioso de esta regla es la vida de Jesús de Nazaret. Sus siete últimas declaraciones permiten que todo el mundo vea y conozca la verdadera cualidad de su carácter y la naturaleza divina de su alma.

A fin de que puedan sentir por sí mismos la verdadera calidad de su carácter, lean y consideren cuidadosamente los pasajes siguientes que son los que contienen las últimas declaraciones o palabras de Cristo:

Lucas 23:34

Lucas 23:43

Juan 19:26, 27

Mateo 27:46

Juan 19:28

Juan 19:30

Lucas 26:46

Como tal vez han observado, estas siete declaraciones giran alrededor de tres grandes aspectos del carácter y divinidad del Señor. Los mismos son explicados con mayor detalle en las tres lecturas siguientes. Mediten acerca de su significado para ustedes como díscipulos contemporáneos de Cristo comprometidos a seguir su camino.

(26-15) Su naturaleza indulgente

“…es (la primera palabra desde la cruz) una petición rogando perdón en un sentido particular y limitado de la palabra. Jesucristo era el Hijo de Dios; como tal El tenía el poder de perdonar los pecados, un poder que ha ejercido libremente en casos apropiados. (Véase Mateo 9:2-8.)

“Pero aquí no ejerce ese poder. El no dice ‘Tus pecados te son perdonados’, como había sido su voluntad en otra ocasión. Ni le pide al Padre que perdone los pecados de los que tomaron parte, en el sentido de librarlos del pecado con el fin de que pudieran ser miembros de la Iglesia o recibir la heredad celestial. La ley por la cual se obtiene ese tipo de perdón requiere arrepentimiento y bautismo. Pero El dice, en cambio, “Padre, no les imputes este pecado, porque ellos están actuando bajo órdenes y aquellos sobre los que descansa toda la culpa son sus gobernantes y los conspiradores judíos que han hecho que yo sea condenado. Es Caifás y Pilato que saben que soy inocente; estos soldados simplemente están cumpliendo sus órdenes’.

“Jesucristo no oró, debe notarse, por Judas quien lo traicionó; ni por Caifás y los principales sacerdotes que conspiraron contra El; ni por los falsos testigos que fueron perjuros con sus almas ante el Sanedrín y en los salones romanos de juicio; ni por Pilato y Herodes, cualquiera de los dos que pudo haberlo puesto en libertad; ni por Lucifer cuyo poder y habilidad persuasiva subrayó todo el inicuo procedimiento. Todos estos son dejados en manos de la Justicia Eterna para ser tratados de acuerdo con sus obras. La misericordia no puede robarle a la justicia; el culpable no sale libre simplemente porque el justo no levante acusación contra él.

“Aquí en la cruz, Cristo simplemente está cumpliendo con su propio mandamiento de perdonar a los enemigos y de bendecir a los que a uno lo maldicen” (McConkie, DNTC, 1:818-19).

(26-16) Su preocupación por los demás

Al ladrón que estaba en la cruz y que le pidió que lo recordase después de morir, el Salvador le respondió y le dio la esperanza:

“Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Es decir, hoy estarás conmigo en el mundo de los espíritus, donde aprenderás el evangelio y tus preguntas serán contestadas (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 378). Jesucristo no dio fe a un arrepentimiento al pie de la muerte. Lo que El hizo fue dar reconocimiento a las semillas de fe y arrepentimiento que fueron evidentes en un hombre de corazón penitente. Como siempre, los esfuerzos del Señor fueron dirigidos a ofrecer tanta esperanza como le era posible a aquel que se volvía de las tinieblas a la luz admirable. (Véase McConkie, DNTC, 1:823-24.)

Su preocupación y amor por su madre, María, están revelados por las circunstancias que rodean su tercera declaración.

“Permanecían, sin embargo, algunos de sus seguidores. Desde su doliente posición en la cruz, El ve a su madre y al discípulo que más amaba y dice a su madre: ‘…mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre…’ (Juan 19:26-27).

“Desde esa terrible noche en que el tiempo se detuvo, la tierra se estremeció y grandes montañas cayeron, sí, por medio de los anales de la historia, sobre cientos de años y más allá de los límites del tiempo, se escucha el eco de sus sencillas pero divinas palabras: ¡’He ahí tu madre’!” (Thomas S. Monson, “He ahí tu madre” DCG, 1973-1975, pág. 85).

(26-17) Su voluntaria resignación a sufrir una muerte física

“’Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?’ (Mateo 27:46). De El había sido la elección. De El la oportunidad. De El el desafío de dar voluntariamente su vida. Habiéndose retirado el apoyo del Padre, volviendo todos los dolores de Getsemaní sobre El, nuestro Salvador quedó solo a fin de que solo pudiera culminar el sacrificio expiatorio y tener “la gloria de una victoria completa sobre las fuerzas del pecado y la muerte” (Talmage, Jesús el Cristo, pág. 695). Suya iba a ser la decisión voluntaria de dar su propia vida, un rescate por muchos, a fin de que nosotros, mediante su sangre, pudiéramos ser purificados y santificados hasta alcanzar un estado en el que nuevamente podamos gozar de la presencia de nuestro Padre Celestial.

Sin embargo, en ningún momento, a pesar de su gran sufrimiento, se quejó. Resignado como estaba a culminar su gran misión, mediante esta gran prueba hay solamente un caso en el que comienza a expresar su sufrimiento físico. De esta declaración, el élder Talmage dijo:

“Pronto pasó el momento de debilidad, la sensación de abandono completo, y se hicieron sentir los deseos naturales del cuerpo. La sed enloquecedora, que constituía una de las peores agonías de la crucifixión, causó que se escapara de los labios del Salvador su única expresión de padecimiento físico. ‘Tengo sed’ —dijo. Uno de los que se hallaban junto de allí —si fue romano o judío, discípulo o incrédulo, nada nos es dicho— empapó en el acto una esponja en un vaso de vinagre que estaba cerca, y colocando la esponja en el extremo de una caña o vara de hisopo, la acercó a los febriles labios del Señor. Otros habrían interrumpido este acto de compasión humana, porque dijeron: ‘Deja, veamos si viene Elías a librarle’. Juan afirma que Cristo exclamó ‘tengo sed’ sólo cuando supo ‘que ya todo estaba consumado’, y el apóstol ve en lo ocurrido el cumplimiento de una profecía” (Talmage, Jesús el Cristo, págs. 695-696).

El se dio cuenta de que “consumado es” (Juan 19:30). Había soportado hasta el fin el sufrimiento de Getsemaní, la burla del juicio, el dolor de la crucifixión misma. Había hollado el lagar solo, y esto por causa de su firme devoción a la voluntad del Padre, porque era sostenido por un amor completo y eterno por vosotros y por toda la humanidad, la cual, sin su mediación habría permanecido en la total obscuridad, sin esperanza alguna a través de toda la eternidad” (Hugh B. Brown, Conference Report, abril de 1962, pág. 108).

Cuando comprendió que su obra como mortal había terminado, solamente entonces dijo, con humildad, con reverencia, con alivio y con una resignación nacida de su propia voluntad: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46). Jesucristo inclinó la cabeza y voluntariamente pasó de esta vida a la siguiente.

“Había muerto Jesús el Cristo. No le fue quitada su vida sino de acuerdo con su voluntad. A pesar de lo dulce y gustosamente aceptado que habría sido el alivio de la muerte en cualquiera de las primeras etapas de sus padecimientos —desde el Getsemaní hasta la cruz— vivió hasta que todas las cosas se cumplieron de acuerdo con lo que se había decretado. En estos últimos días se ha escuchado la voz del Señor Jesús, afirmando la realidad de su padecimiento y muerte, así como el propósito eterno que se cumplió por ese medio. Escuchemos y prestemos atención a sus palabras: ‘Porque he aquí, el Señor vuestro Redentor padeció la muerte en la carne; por tanto, sufrió las penas de todos los hombres, a fin de que todos los hombres se arrepintiesen y viniesen a él’” (D. y C. 18:11.) (Talmage, Jesús el Cristo, pág. 696).

Ahora que han terminado su estudio del último día de la vida del Salvador, tal vez en su mente haya nacido este pensamiento: ¿Por qué tuvo El el deseo de pasar todo eso por mí? Para contestar parcialmente la pregunta, lean en 1 Nefi 19:9. ¿Qué significa realmente saber que Cristo soportó todo lo que soportó, por causa de su amor por nosotros? ¿En qué forma, a la vez, pueden ustedes mostrar su amor por El?