2008
El poder de dos testimonios
Febrero de 2008


El poder de dos testimonios

Un día echaba un vistazo a los libros de la tienda de artículos de segunda mano de Deseret Industries (Industrias Deseret) que hay cerca de mi casa y decidí comprar un ejemplar del Libro de Mormón para dárselo a una amiga la mañana del día de Pascua de Resurrección. Encontré un ejemplar usado en buen estado, lo puse en el carrito de la compra y seguí viendo aquí y allá. Al poco rato encontré otro ejemplar que estaba en condiciones aún mejores, así que lo cambié por el que tenía en el carrito y me dirigí a pagar en la caja.

Al llegar a casa, puse el Libro de Mormón en mi escritorio para guardarlo hasta el día de la Pascua. Cuando llegó ese día, lo saqué y decidí escribir mi testimonio en su interior.

Imaginen mi sorpresa cuando, al abrir el libro, vi una fotografía de mi familia que se había tomado hacía 25 años. En la parte inferior de la foto estaba el testimonio que había escrito mi padre, quien había fallecido recientemente. Las lágrimas inundaron mis ojos mientras leía su testimonio y percibía su presencia.

Recordé que cuando yo era joven, el presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) había dado el reto a las familias de personalizar ejemplares del Libro de Mormón con sus fotografías y testimonios, y enviarlos a las oficinas generales de la Iglesia para que desde allí se distribuyeran a todas las misiones del mundo1. Cuando encontré aquel ejemplar del Libro de Mormón, yo vivía a varios cientos de kilómetros de distancia de donde mi familia había vivido cuando tuvimos aquel libro.

Después de añadir mi testimonio al de mi padre, le di el Libro de Mormón a mi amiga y agradecí a mi Padre Celestial la bendición que aquel antiguo proyecto del Libro de Mormón había sido para mi amiga y para mí. Ella se sintió particularmente conmovida por el testimonio de mi padre y por la “coincidencia” que se había producido. Con el tiempo, ella también obtuvo su propio testimonio del Libro de Mormón y entró en las aguas del bautismo.

Mi testimonio se fortaleció y me sentí conmovida por la inspiración del presidente Benson y por la bendición de ese Libro de Mormón que volvió a mis manos después de 25 años.

Nota

  1. Véase “Tenemos que inundar la tierra con el Libro de Mormón”, Liahona, enero de 1989, págs. 4–6.