How do you #HearHim? President Camille N. Johnson says that we can #HearHim through the comforting words of those around us.
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El Salvador nos habla, personal y singularmente, en maneras que podamos comprender

Me esfuerzo por eliminar las distracciones del mundo por medio de cosas sencillas: la oración —siempre tener una oración en el corazón—, deleitarme a diario en las palabras de Dios en el Libro de Mormón y pasar tiempo con familiares amados y amigos queridos. Esas son las cosas que me mantienen alerta para que pueda escucharlo cuando Él me habla personalmente, de forma exclusiva y en maneras que yo pueda comprender.

El Salvador nos habla de maneras que podamos comprender. Él podría hablarnos de diversas maneras a lo largo de la vida. Solamente ha habido unas pocas ocasiones en las que he escuchado una voz en la mente pronunciando palabras específicas. Ese tipo de experiencia es poco habitual en mi caso. La mayoría de las veces, tengo una idea que da lugar a una tranquila certeza de que estoy haciendo lo que el Señor desea que haga. Determinar la manera en que Él nos habla personalmente es algo que buscamos durante toda la vida.

He escuchado al Señor por medio de las palabras de otras personas

Ha habido ocasiones en mi vida en las que lo he escuchado a Él por medio de las palabras de otra persona; por ejemplo, hace varios años, cuando fui al templo en la fecha del cumpleaños de mi papá, quien había fallecido el año anterior. Fui al templo con la esperanza de poder sentir su presencia y ser revitalizada con la confianza que mi papá siempre me había infundido.

Mientras estaba allí, una amorosa obrera de las ordenanzas del templo se me acercó y me susurró algo que solo mi padre me habría dicho. Para mí, aquello fue una hermosa manifestación del Espíritu. No oí la voz de mi padre; oí la voz de la hermana, pero las palabras eran de él. Ese día, escuché al Espíritu testificarme, por medio de la voz de una desconocida, que mi papá estaba al tanto de mí, que estaba a mi disposición y que volvería a rodearme con sus brazos. El Espíritu me testificó de esta verdad: que, gracias al Salvador, mi familia es en verdad eterna.

El Salvador nos habla, personal y singularmente, en maneras que podamos comprender. Estoy muy agradecida de que aquella entrañable mujer actuara de acuerdo con la impresión que recibió de decir lo que me dijo. Ese día, yo necesitaba esa experiencia con el Espíritu. Reabasteció mi reserva espiritual y renovó mi certeza en el plan para nuestra felicidad.

Creo que el Señor desea darnos oportunidades de ser instrumentos en Sus manos. Esa es una de las razones por las que permite que a veces sean otras personas las que hablen, para que todos podamos participar en ayudarnos los unos a los otros a regresar a Él.

Podemos ayudar a nuestros hijos a escucharlo a Él

Podemos ayudar a nuestros hijos a escucharlo a Él y tenemos la sagrada responsabilidad de hacerlo. En nuestro hogar y en la Iglesia hacemos un gran esfuerzo por crear un ambiente donde el Espíritu pueda estar presente. Pero ¿estamos aprovechando la oportunidad para ayudar a nuestros hijos a reconocer y entender que lo que sienten es el Espíritu? Cuando pensamos que el Espíritu está presente, podemos preguntar a los niños cómo se sienten. Permitamos que los niños expresen con palabras la forma en que el Espíritu se comunica con ellos. Con frecuencia, y de manera apropiada, utilizamos una cobija (manta) cálida y reconfortante como analogía de cómo nos hace sentir el Espíritu.

Pero ¿qué sucede con el niño que no siente el Espíritu como una cobija cálida, sino como un cosquilleo o un escalofrío? Tenemos la responsabilidad de ayudar a nuestros hijos a reconocer la diversidad de maneras en las que el Espíritu habla. Si creamos oportunidades para que el Espíritu esté presente y ayudamos a nuestros hijos a reconocer y poner nombre a lo que sienten, les proporcionaremos una reserva de experiencias espirituales a las que podrán recurrir durante toda la vida.

Tengo una reserva de experiencias dulces y tiernas en las que el Salvador me habló por medio del Espíritu. Espero y ruego que nuestros hijos sean bendecidos con oportunidades de reconocer el Espíritu y de determinar cómo lo escuchan a Él.

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