Cuando los hombres jóvenes recitan el lema de los cuórums del Sacerdocio Aarónico, dicen: “Me prepararé para ser un misionero diligente”. Conforme tomen en serio esas palabras, estarán haciendo una de las mejores cosas para establecer los cimientos de un futuro brillante.
Hace poco asistí a la recepción de bodas del hijo de un amigo de Chile, llamado Mauricio. Era un joven de uno de los barrios en los que presté servicio cuando era un joven misionero en Chile. Yo siempre le pedía que nos ayudara con la obra misional y lo alentaba a servir en una misión. Unos años después, me escribió una carta desde su misión en la que decía: “Gracias por alentarme a ir a la misión. No puedo imaginar dónde estaría si no hubiera escogido servir”.
Más tarde, cuando volví a servir en Chile (esta vez como presidente de misión), Mauricio estaba sirviendo como presidente de estaca. Me dijo: “Gracias por alentarme a ir a la misión. No puedo imaginar dónde estaría si no hubiera escogido servir”. Nos reunimos en la recepción de bodas de su hijo, que acababa de regresar de su propia misión, y ahora estaba casado en el templo. Él dijo: “Gracias por alentar a mi padre a ir a la misión. No puedo imaginar dónde estaría yo si él no hubiera escogido servir”.
Sentí un gran gozo al darme cuenta de que lo que yo había hecho tantos años antes había influido en generaciones. Mientras conducía a casa desde la recepción de bodas, hice una oración: “Padre Celestial, gracias por alentarme a servir en una misión. No puedo imaginar dónde estaría si no hubiera escogido servir”.
No esperes ver todos los frutos de tu labor en tu misión. Esos frutos pueden seguir creciendo dentro de veinte, treinta o cuarenta años. ¡Tenlo en cuenta mientras te preparas para ser un misionero diligente!
— Hermano Brad Wilcox
Primer Consejero de la Presidencia General de los Hombres Jóvenes