Escucharlo es una cosa, pero luego confiar en lo que estoy escuchando y actuar en consecuencia marca toda la diferencia.

Aprendí a escucharlo a Él en mi juventud

Cuando era una niña pequeña, aprendí a escuchar la voz del Señor por medio de las Escrituras y me di cuenta de cómo el Señor hablaba a las personas y las bendecía. Me encanta la historia del hermano de Jared y la manera en que el Señor le habló; y siendo una niña, me maravillaba saber que estaba aprendiendo a escucharlo en mi vida a una escala muy pequeña.

Conforme aprendía a escucharlo durante mi juventud, eso me ayudó a recordar que era una hija amada de Dios, que Él conocía mi nombre y mis circunstancias; eso despertó en mí el deseo de escucharlo más a menudo. Para mí fue una dulce experiencia acudir siempre a Él por las cosas pequeñas y aprender a confiar en Él. Me gustaría compartir algunas experiencias más sobre cómo lo he escuchado a lo largo de los años.

Lo escuché en el Centro de Capacitación Misional

Conforme crecía, las cosas pequeñas se fueron haciendo un poco más grandes. El proceso de decidir si debía ir a una misión fue una experiencia que afianzó mi confianza en Dios. Una de mis mayores preocupaciones en cuanto a ir al Centro de Capacitación Misional (CCM) era que sería la única misionera en todo el mundo que aún no se había graduado de la escuela secundaria, pero seguí adelante con fe.

Cuando conocí a mi compañera en el CCM, descubrí que teníamos diez años de diferencia. Aunque eso me causó cierta ansiedad, tuve un sentimiento incontenible de que podía confiar en la dirección del Espíritu Santo, incluso en los detalles más pequeños de mi vida.

La bendición que siguió fue que el presidente del CCM era docente y sabía que podía graduarme de la escuela secundaria al aprobar los exámenes necesarios. En los días de preparación (tiempo libre), presenté los exámenes de la escuela y, antes de irme a la misión, me había graduado de la escuela secundaria. Estoy agradecida de que el Señor ve el panorama completo.

Lo escucho cuando actúo con fe

Recuerdo una vez que mi esposo Derek y yo estábamos en una encrucijada en nuestra vida. Él tuvo un cambio de asignación en su trabajo, lo cual aumentó sus viajes a otros estados. Pasaba mucho tiempo fuera y consideramos mudarnos para que él pudiera estar en casa con más frecuencia. Oramos al respecto durante meses sin recibir una respuesta.

Pasó algún tiempo y ni siquiera estábamos pensando en ello cuando recibimos la respuesta. Nos hallábamos en el templo, disfrutando de su paz, cuando repentinamente me sobrevino un pensamiento: debíamos vender nuestra casa en Idaho, mudarnos a Utah y luego cuidar la casa de nuestros padres mientras estaban en una asignación en Europa. Fue fascinante ver cuán rápida y fácilmente llegó la respuesta después de tanto tiempo.

Compartí la idea con Derek y él estaba encantado. Le contamos a mi padre sobre nuestro plan y él dijo: “Oh, tu hermano ya se ha ofrecido a cuidar la casa, así que no necesitaremos que la cuiden”. Estábamos un poco desconcertados: ¿por qué se nos dio la idea de que debíamos cuidar la casa cuando eso ya estaba resuelto? No obstante, decidimos seguir adelante con nuestros preparativos para mudarnos. Aproximadamente un mes después, mi padre llamó y dijo: “¿Habría alguna posibilidad de que todavía estuvieran dispuestos a cuidar de la casa? Tu hermano consiguió un empleo y se va a ir del estado”. El Señor quería que aprendiera a tener paciencia y que me diera cuenta de que Él comprende cosas que yo no percibo.

Lo escucho cuando confío en Su tiempo

En tanto que escucharlo implica actuar con fe, también implica confiar en Su tiempo. Él puede comprender cosas que bendecirán nuestra vida de las que no teníamos idea.

Estando de vacaciones en familia y alrededor del cuarto día, nuestro nieto mayor, Derek, de pronto dejó de respirar. Estuvimos con él en la unidad de cuidados intensivos de un hospital de niños por unos tres días antes de que falleciera. Fue algo tan inesperado, que estábamos absolutamente desolados. Alrededor de una semana después de regresar a casa, se me dio la asignación de ir al Hospital Primary Children’s en Salt Lake City, Utah, para visitar a los niños allí. Recuerdo que antes de la asignación me arrodillé y pregunté al Padre Celestial: “¿Puedo pasar de esta asignación?”. Y el Señor me dijo: “Quiero que vayas”. Pensé dentro de mí que sencillamente no era justo y que no era el momento adecuado, pero el pensamiento acudió claramente: “Tan solo ve”. Así que me arreglé y fui llorando todo el camino hasta el Hospital Primary Children’s.

Al entrar, volví a ver las imágenes y a escuchar los sonidos que experimentamos con la muerte de nuestro pequeño Derek. Cuando llegué a la habitación de un niño en particular, en una pequeña pizarra blanca que había en la pared, decía: “Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia” [Proverbios 3:5]. Mi corazón se llenó de un gozo y de una visión de las eternidades que nunca habría imaginado. Ese pasaje de las Escrituras es muy especial para mí; me produjo un gran impacto en ese momento y ayudó a sanar mi corazón. Si no hubiera ido, no habría mostrado confianza en la inspiración del Señor y probablemente no habría recibido el conocimiento sanador y gozoso de que Derek estaba bien.

Todos lo escuchamos de manera diferente, porque Él nos conoce personalmente

Una pregunta que con frecuencia me hacen los misioneros, los hombres jóvenes o las mujeres jóvenes es: “¿Cómo sé si lo que siento es del Señor o si viene de mi propia mente?”. Recuerdo que cuando era adolescente, las personas siempre hablaban de ese sentimiento cálido que experimentaban cuando el Espíritu Santo las guiaba y dirigía. Pero para mí no es así como lo recibo: me vienen ideas como un pensamiento o una impresión.

Al aprender a actuar de acuerdo con las impresiones, me di cuenta de que estas eran del Señor y sabía cuándo seguir adelante, cuándo ser cautelosa o quedarme en paz. Funciona de manera diferente para cada uno de nosotros, porque Él sabe exactamente cómo hablarnos de manera personal al corazón, pero lo de confiar en Él es igual para todos. Confiar y actuar de acuerdo con un impulso espiritual o una impresión inicial puede ser la parte más difícil.

Siempre me he sentido intrigada por cómo cada situación de las Escrituras es diferente en cuanto a la manera en que el Señor se conecta con las personas y la forma en que ellas lo escuchan. Debo tener la seguridad y confianza de que estoy escuchando al Espíritu y que seguiré adelante. Escucharlo es una cosa, pero luego confiar en lo que estoy escuchando y actuar en consecuencia marca toda la diferencia.

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