Cuando oí por primera vez al presidente Russell M. Nelson compartir el lema “Escúchalo”, eso me hizo detenerme un momento.

El oír esa palabra, “Escúchalo”, me hizo prestar mucha atención. Resulta fácil dar por sentado que el Señor siempre está allí, hablándonos, guiándonos y dirigiéndonos. Al personalizar la hermosa invitación del presidente Nelson tuve la oportunidad de reflexionar, observar las experiencias de mi vida y considerar: “¿Cómo lo escucho?”.

Eso me ha ayudado a estar aún más presente en aquellos momentos en los que lo escucho al escudriñar las Escrituras y las palabras de los profetas modernos, escuchar música inspiradora, expresar gratitud, pasar tiempo con niños y prestarle servicio y testificar de Él. Estoy procurando, al igual que muchas otras personas, escucharlo de la manera más eficaz posible. No todos tenemos que escucharlo de la misma manera. Creo que lo que importa es que lo escuchemos y reconozcamos Su voz para que podamos aprender a darle oído con más frecuencia. Permítanme compartir algunas de las maneras en las que me esfuerzo constantemente por “escucharlo”.

Lo escucho por medio de pensamientos e impresiones

Hace muy poco recibí una carta de una mujer de otro estado a quien yo no conocía. La carta de esta querida hermana expresaba lo agradecida que estaba por la maestra de la Primaria de su niñez y la influencia que esta tuvo en su vida. Ella admitió: “Hermana Jones, no sé por qué le escribo esto, pero siento que alguien, además de mí, debe saber lo maravillosa que es esta mujer”. Me explicó que su antigua maestra ahora padecía cáncer en estadio cuatro y estaba recibiendo cuidados paliativos.

Me puse en contacto con la mujer que me había escrito y ella me dio el número de teléfono del esposo de su antigua maestra. Decidí que lo llamaría después de mis reuniones. No había asistido a muchas reuniones antes de que escuchara el nombre de esa mujer en mi mente, seguido de: “¡Llama ahora!”. Tomé el teléfono y llamé de inmediato, y este maravilloso esposo me dijo que su esposa estaba despierta. Le leí la carta y compartimos una experiencia muy tierna y significativa. Nunca se me ocurriría atribuirme el dulce y perfecto amor de Dios, pero cuán agradecida estoy de que Él me permita ser una pequeña pieza de Su rompecabezas.

Lo escucho por medio del Espíritu Santo

La historia de esta mujer es un ejemplo de que la voz del Señor puede ser escuchada por cualquier persona, en cualquier lugar y en cualquier momento de la vida. Cuando yo tenía once años, me encontraba sentada en una reunión de la Iglesia en Oregón. Mis padres estaban sentados en el estrado y yo me senté con mis hermanos menores. Mientras escuchaba, sentí el Espíritu a través del discursante. Estaba completamente concentrada en escucharlo, sintiendo su potente testimonio.

Sentí como si el Señor me estuviera diciendo: “Joy, te conozco. Te amo; me importas. Estoy al tanto de dónde estás y de lo que estás haciendo”. Eso produjo un cambio en mi corazón y me ayudó a crecer espiritualmente ese día. Estoy agradecida por esa experiencia porque me recuerda que los niños pueden escucharlo a Él. Dios habla a los niños porque tienen una gran fe y están abiertos a recibir y actuar según la revelación de Él por medio del Espíritu Santo.

Lo escucho en el silencio de la noche

Al igual que un niño está abierto a recibir revelación, yo estoy dispuesta a aprender nuevas maneras de escucharlo a Él. Tuve la experiencia de despertarme casi a la misma hora durante muchas noches, pensando en una pregunta en particular que debía hacerle a alguien. No estaba segura de si era el momento adecuado para hablar del tema con esa persona, así que oré al Padre Celestial para pedirle guía. Cuando me pareció que la ocasión era la correcta, hice la pregunta; y, sorprendentemente, esa persona dijo que era el momento exacto en que teníamos que hablar al respecto y me confirmó que lo que yo estaba sintiendo era el Espíritu.

He llegado a un punto de mi vida en el que a menudo me encuentro despierta por la noche. Es un momento de paz en el que lo escucho a Él por medio de impresiones dulces y suaves que bendicen y guían mi vida. Me doy cuenta de que lo que es importante para mí es escuchar la impresión, anotarla y actuar sin ignorarla.

Lo escucho cuando estoy en la naturaleza

Otra manera apacible en que puedo escucharlo a Él es cuando estoy en la naturaleza. Vivo cerca de un hermoso cañón boscoso donde puedo hacer caminatas. Cuando estoy al aire libre, siento que todo testifica de Él: los árboles, la hierba, el cielo azul y las hermosas flores y plantas. Me siento cerca de Él y siento que soy más capaz de escuchar Su voz en esa quietud. Todas Sus creaciones son un hermoso recordatorio de lo mucho que Él me ama y lo complacido que está de compartir Sus creaciones conmigo. Siento, sin lugar a dudas, que Él quiere que yo sea feliz.

Lo escucho al oír con atención

Por más dispuesto que esté el Señor a hablarnos, resulta difícil practicar el escuchar con atención y responder rápidamente. A veces me he sentido inspirada a tender una mano, llamar o visitar a alguien para luego descubrir que había llegado demasiado tarde. El momento había pasado y perdí esa oportunidad de ayudar o marcar la diferencia. Yo estaba escuchando, pero no respondí con la rapidez suficiente, o consideré que otras cosas eran más importantes. Por medio de esas experiencias he aprendido que es imprescindible actuar cuando llega la inspiración. Pero, como cualquier otra persona, soy una obra en curso.

Lo escucho por medio de la práctica y el esfuerzo

Hace muchos años, cuando mi esposo estaba en la universidad, trajo a casa su estetoscopio. Me pidió que lo probara para averiguar qué podía oír yo. Me puse el estetoscopio, escuché su corazón y le dije: “Sí, estás vivo. ¡Puedo escuchar el latido de tu corazón!”. Él me animó a escuchar con más atención para descubrir qué más podía oír, y describió todas las cosas que él podía oír. Había desarrollado una habilidad más refinada, por medio de la práctica, para oír cosas que yo no podía oír. Esa fue una lección para mí porque me recordó que debía buscar la voz del Señor con más atención. Creo que esto se vuelve más fácil a medida que continuamos haciendo un esfuerzo sincero.

Podemos escuchar más allá de los evidentes latidos del corazón para oír, con nuestros estetoscopios espirituales, los susurros silenciosos del Espíritu. Podemos escuchar y dar oído a esas tiernas indicaciones que el Señor procura darnos. Mi deseo es seguir practicando esta forma de “escuchar”, para que, con el tiempo, siempre consiga escucharlo cuando Él me hable.

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