Imagínate que estás haciendo tareas domésticas como limpiar tu habitación… o peor aún, ¡el baño! Está desordenado y huele fatal, pero hay que limpiarlo. Mientras lo haces, y cuando menos te lo esperas, tienes una experiencia espiritual como nunca habías tenido: ¡recibes la visita de un ángel!
Eso fue lo que le sucedió a Mary Whitmer. José, Emma Smith y Oliver Cowdery vivían con Mary y Peter Whitmer mientras terminaban de traducir el Libro de Mormón, lo cual hacía que la bulliciosa vida en la granja fuera aún más estresante para Mary, quien cuidaba de una familia numerosa; pero ella creía en la obra de José y siguió adelante sin quejarse.
Un día, cuando estaba en el granero —probablemente terminando otra tarea olorosa de la granja—, se le acercó un desconocido. Tenía el cabello gris y llevaba una bolsa. Ella se alarmó un poco porque él parecía haber salido de la nada, pero su voz era reconfortante.
“Soy Moroni”, declaró, y le dijo que sabía que estaba cansada por todo ese trabajo extra y que, debido a su fe y a su esfuerzo diligente, le mostraría las planchas. Él esperaba que eso la animara y fortaleciera su fe.
Sacó las planchas de la bolsa y las sostuvo para que ella las viera, pasando las planchas una por una. Moroni le prometió que, si era fiel y soportaba esas cargas adicionales un poco más, sería bendecida.
Al igual que en este relato, Dios está al tanto de los sacrificios que haces por Él y Su obra, y te bendecirá por ellos. Si aún no has recibido tu testimonio del Libro de Mormón, no te preocupes. Sigue leyendo, sigue orando y sigue esforzándote.
Dios no se olvidó de Mary en el granero. ¡Y Él no se olvidará de ti!
Para reflexionar
Notas
Lee el relato completo del testimonio de Mary Whitmer en el capítulo 7 del libro Santos.