Conferencia General
Tenga la paciencia su obra perfecta, y ¡tenedlo como gozo pleno!
Conferencia General de octubre de 2020


Tenga la paciencia su obra perfecta, y ¡tenedlo como gozo pleno!

Cuando ponemos en práctica la paciencia, nuestra fe aumenta. Y a medida que nuestra fe aumenta, también lo hace nuestro gozo.

Hace dos años, Chad, mi hermano menor, pasó al otro lado del velo. Su transición al otro lado dejó un vacío en el corazón de mi cuñada, Stephanie, de sus dos pequeños hijos, Braden y Bella, y del resto de la familia. Una semana antes que Chad falleciera encontramos consuelo en las palabras que el élder Neil L. Andersen pronunció en la conferencia general: “En el crisol de las pruebas terrenales, pacientemente avancen, y el poder sanador del Salvador les brindará luz, comprensión, paz y esperanza” (“Heridos”, Liahona, noviembre de 2018, pág. 85).

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Chad Jaggi y familia

Tenemos fe en Jesucristo; sabemos que nos reuniremos nuevamente con Chad, ¡pero perder su presencia física es doloroso! Muchas personas han perdido a sus seres queridos y es difícil ser paciente y esperar para volver a reunirnos con ellos.

Durante el año posterior a su muerte, sentimos que una oscura nube nos ensombrecía. Buscamos refugio en el estudio de las Escrituras orando con más fervor y asistiendo al templo con mayor frecuencia. Las palabras de este himno captan los sentimientos que tuvimos en ese tiempo: “El alba ya rompe, el mundo despierta, y huyen las sombras de obscuridad” (“El alba ya rompe”, Himnos, nro. 24).

¡Nuestra familia decidió que 2020 sería un año renovador! A finales de noviembre de 2019 estábamos estudiando el libro de Santiago en nuestra lección de Ven, sígueme del Nuevo Testamento, cuando se nos reveló un lema. En Santiago, capítulo 1, versículo 2, leemos: “Hermanos míos, tenedlo como gozo pleno cuando caigáis en muchas aflicciones” (Traducción de José Smith, Santiago 1:2 [en Santiago 1:2, nota a al pie de página]). En nuestro deseo por iniciar un año nuevo, una década nueva, decidimos con gozo que 2020 sería un año para “tene[r]lo como gozo pleno”. Lo sentimos con tal fuerza que la Navidad pasada regalamos a nuestros hermanos y hermanas camisetas que decían en letra grande: “¡Tenedlo como gozo pleno!”. El año 2020 ciertamente sería un año de gozo y regocijo.

Bueno, aquí estamos, el 2020 trajo en su lugar la pandemia del COVID-19 en todo el mundo, disturbios civiles, más desastres naturales y desafíos económicos. Es posible que nuestro Padre Celestial nos esté dando tiempo para reflexionar y considerar nuestra comprensión de la paciencia y nuestra decisión consciente de elegir el gozo.

Desde entonces, el libro de Santiago ha adquirido un nuevo significado para nosotros. Santiago, capítulo 1, versículos 3 y 4, continúa así:

“[S]abiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.

“Pero tenga la paciencia su obra perfecta, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”.

En nuestros esfuerzos por encontrar gozo durante nuestras pruebas, habíamos olvidado que la paciencia es fundamental para permitir que esas pruebas sirvan para nuestro bien.

El rey Benjamín nos enseñó a despojarnos del hombre natural y hacernos “santo[s] por la expiación de Cristo el Señor, y [volvernos] como un niño: sumiso[s], manso[s], humilde[s], paciente[s], lleno[s] de amor y dispuesto[s] a someter[nos] [a todas las cosas]” (Mosíah 3:19).

En el capítulo 6 de Predicad Mi Evangelio se enseñan atributos clave de Cristo que podemos emular: “La paciencia es la capacidad de soportar las demoras, los problemas, la oposición y el sufrimiento sin enojo, frustración ni ansiedad. Es la habilidad de hacer la voluntad del Señor y aceptar las cosas a Su tiempo. Si usted es paciente, es capaz de soportar las presiones y de enfrentar la adversidad con calma y esperanza” (Predicad Mi Evangelio: Una guía para el servicio misional, 2018, pág. 120).

La obra perfecta de la paciencia también puede ilustrarse en la vida de uno de los primeros discípulos de Cristo: Simón el Cananita. Los zelotes eran un grupo de judíos nacionalistas que se oponían fuertemente a la dominación romana. El movimiento de los zelotes defendía la violencia en contra de los romanos, sus colaboradores judíos, y los saduceos, con atracos para obtener provisiones y dedicándose a otras actividades que ayudaran su causa (véase Encyclopedia Britannica, “Zealot”, britannica.com). Simón el Cananita era un zelote (véase Lucas 6:15). Imaginen a Simón tratando de persuadir al Salvador a tomar las armas, dirigir un grupo radical o provocar el caos en Jerusalén. Jesús enseñó:

“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra como heredad […].

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia […].

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:5, 7, 9).

Simón pudo haber abrazado y defendido su filosofía con fervor y pasión, pero las Escrituras sugieren que, por medio de la influencia y el ejemplo del Salvador, su enfoque cambió. Su discipulado de Cristo se convirtió en el eje central de la misión de su vida.

A medida que hacemos convenios con Dios y los guardamos, el Salvador puede ayudarnos a “nacer otra vez; sí, nacer de Dios, ser cambiados de [un] estado carnal y caído, a un estado de rectitud, siendo redimidos por Dios, convirtiéndo[nos] en sus hijos e hijas” (Mosíah 27:25).

De todos los fervientes empeños sociales, religiosos y políticos de nuestros días, permitamos que ser discípulos de Jesucristo sea nuestra afiliación y afirmación más notable. “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21). Tampoco olvidemos que, incluso después de que los fieles discípulos hubieron “hecho la voluntad de Dios”, “la paciencia [les fue] necesaria” (Hebreos 10:36).

Así como la prueba de nuestra fe produce paciencia dentro de nosotros, cuando ponemos en práctica la paciencia, nuestra fe aumenta. Y a medida que nuestra fe aumenta, también lo hace nuestro gozo.

En marzo pasado, Emma, nuestra segunda hija, al igual que muchos misioneros de la Iglesia, estuvo en aislamiento obligatorio. Muchos misioneros regresaron a casa; muchos esperaban ser reasignados; muchos no recibieron las bendiciones del templo antes de salir al campo a trabajar. Gracias, élderes y hermanas, ¡los amamos!

Emma y su compañera en los Países Bajos fueron probadas emocionalmente esas primeras semanas, al punto de derramar lágrimas en muchas ocasiones. Al tener solo breves oportunidades para interactuar en persona y con limitada exposición al aire libre, la dependencia que Emma tenía de Dios aumentó. Oramos con ella en línea y le preguntamos cómo podíamos ayudar. Ella nos pidió que nos pusiéramos en contacto con amigos a quienes estaba enseñando en línea.

Nuestra familia empezó a conectarse en línea, uno por uno, con los amigos de Emma en los Países Bajos. Los invitamos a unirse en línea, cada semana, a nuestro estudio de Ven, sígueme con nuestro círculo familiar. Floor, Laura, Renske, Freek, Benjamin, Stal y Muhammad se han convertido en nuestros amigos. Algunos de nuestros amigos de los Países Bajos han entrado “por la puerta estrecha” (3 Nefi 14:13). A otros se les está mostrando “la angostura de la senda, y la estrechez de la puerta por la cual ellos deben entrar” (2 Nefi 31:9). Son nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Cada semana “tenemos gozo pleno” a medida que trabajamos juntos en nuestro progreso en la senda de los convenios.

Permitimos que “tenga la paciencia su obra perfecta” (Santiago 1:4) mientras no podamos reunirnos en persona con los miembros de nuestro barrio por un tiempo. Pero tenemos como gozo el aumento de la fe de nuestra familia gracias a las nuevas conexiones que permite la tecnología y a través del estudio del Libro de Mormón en Ven, sígueme.

El presidente Russell M. Nelson prometió: “Su constante empeño en este esfuerzo —incluso durante los momentos en que sientan que no están teniendo mucho éxito— cambiará su vida, la de su familia y el mundo” (“Sigan adelante con fe”, Liahona, mayo de 2020, pág. 114).

El templo, el lugar en el que hacemos convenios sagrados con Dios, está cerrado temporalmente. El hogar, el lugar en el que guardamos los convenios hechos con Dios, ¡está abierto! Tenemos la oportunidad de estudiar y meditar en casa sobre la belleza excepcional de los convenios del templo. Aunque no podamos entrar en ese espacio físico sagrado, nuestro “corazón […] se regocijará en gran manera como consecuencia de las bendiciones que han de ser derramadas” (Doctrina y Convenios 110:9).

Muchos han perdido su empleo, otros han perdido oportunidades. Sin embargo, nos regocijamos junto con el presidente Nelson, quien recientemente declaró: “Las ofrendas de ayuno voluntarias de nuestros miembros, de hecho, se han incrementado, así como también las contribuciones voluntarias a nuestros fondos humanitarios […]. Juntos venceremos estos momentos difíciles. El Señor los bendecirá mientras continúan bendiciendo a los demás” (página de Facebook de Russell M. Nelson, publicación del 16 de agosto de 2020, facebook.com/russell.m.nelson).

El Señor nos manda: “… ¡Tened ánimo!”; no nos manda a tener temor (Mateo 14:27).

En ocasiones nos impacientamos cuando pensamos que estamos “haciéndolo todo bien” y seguimos sin recibir las bendiciones que deseamos. Enoc caminó con Dios durante 365 años antes de que él y su pueblo fueran trasladados. Trescientos sesenta y cinco años de esforzarse por hacer las cosas correctamente, ¡y entonces ocurrió! (Véase Doctrina y Convenios 107:49).

El fallecimiento de mi hermano Chad ocurrió unos pocos meses después de que fuéramos relevados de la presidencia de la Misión Utah Ogden. Es milagroso que, aunque vivíamos en el sur de California, de las 417 misiones a las que pudimos haber sido asignados en el año 2015, se nos asignó al norte de Utah. La casa de la misión estaba a treinta minutos en automóvil del hogar de Chad. El cáncer de Chad fue diagnosticado después de que recibimos nuestra asignación misional. Incluso en la circunstancia más difícil, sabíamos que nuestro Padre Celestial estaba al tanto de nosotros y nos ayudaba a encontrar gozo.

Testifico del poder redentor, santificador, humilde y gozoso del Salvador Jesucristo. Testifico que, al orar a nuestro Padre Celestial en el nombre de Jesús, Él nos contestará. Testifico que a medida que escuchemos, prestemos atención y demos oído a la voz del Señor y Su profeta viviente, el presidente Russell M. Nelson, podremos permitir que “tenga la paciencia su obra perfecta” y “tene[r]lo como gozo pleno”. En el nombre de Jesucristo. Amén.