2010–2019
¡Permanezcan en el bote y sujétense!
Octubre 2014


¡Permanezcan en el bote y sujétense!

Si nos mantenemos centrados en el Señor, se nos promete una bendición incomparable.

Hace poco, un amigo mío llevó a su hijo en un viaje por el río Colorado que atraviesa el cañón de la Catarata, ubicado en el sureste de Utah. El cañón es famoso por los 23 km de rápidos que pueden ser particularmente peligrosos.

Al prepararse para esa aventura, habían consultado minuciosamente el sitio web del Servicio de Parques Nacionales, el cual contiene información importante sobre la preparación personal y los peligros comunes y ocultos.

Al inicio del viaje, un experto guía explicó las importantes instrucciones de seguridad, haciendo hincapié en tres reglas que asegurarían el viaje a salvo del grupo a través de los rápidos. “Regla número uno: ¡permanezcan en el bote! Regla número dos: ¡siempre lleven puesto un chaleco salvavidas! Regla número tres: ¡siempre sujétense con ambas manos!”. Después volvió a repetir, incluso con mayor énfasis: “Sobre todo, recuerden la regla número uno: ¡permanezcan en el bote!”.

Esta aventura me recuerda nuestro trayecto terrenal. La mayoría de nosotros pasamos por períodos donde apreciamos las aguas tranquilas de la vida. Otras veces, encontramos rápidos que, en sentido figurado, se comparan a los que se encuentran en ese tramo de 23 km por el cañón de la Catarata; desafíos que quizás incluyan problemas de salud física y mental, la muerte de un ser querido, sueños y esperanzas destruidos y, para algunos, incluso una crisis de fe al afrontar los problemas, interrogantes y dudas de la vida.

En Su bondad, el Señor ha proporcionado ayuda, incluso un bote, abastecimientos esenciales como un chaleco salvavidas, y guías expertos que brindan orientación e instrucciones de seguridad para ayudarnos a avanzar por el río de la vida a nuestro destino final.

Consideremos la regla número uno: ¡Permanezcan en el bote!

El presidente Brigham Young solía emplear “el Barco Seguro de Sión” como metáfora para La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

En una ocasión, él dijo: “Nos encontramos en altamar. Llega una tormenta y los marineros comentan que a la nave le cuesta navegar. ‘Yo no me quedo aquí’, dice uno; ‘no creo que éste sea el “Barco de Sión”’. ‘Pero estamos en medio del océano’, [dice otro]. ‘No me importa; no me quedaré aquí’. Sacándose el abrigo, se echa al agua. ¿Acaso no se ahogaría? Sí. Y así es con los que abandonan esta Iglesia. Éste es el ‘Barco Seguro de Sión’. Permanezcamos en él”1.

En otra ocasión, el presidente Young dijo que también le preocupaba que la gente se apartara del camino cuando estaban recibiendo bendiciones, cuando todo iba bien en la vida: “Es en el tiempo tranquilo, cuando el barco seguro de Sión navega con la brisa apacible, y cuando todo está quieto en la cubierta, que algunos de los hermanos quieren salir en los botes pequeños para… nadar; y algunos se ahogan, otros van a la deriva, y otros vuelven al barco. Permanezcamos en el barco seguro que nos llevará a salvo al puerto. No tienen de qué preocuparse”2.

Por último, el presidente Young recordó a los santos: “Nos encontramos en el barco seguro de Sión… [Dios] está a la cabeza, y permanecerá allí… Todo está bien. Cantemos aleluya, porque el Señor está aquí. Él dicta, guía y dirige. Si la gente tiene una confianza certera en su Dios, si nunca abandonan sus convenios ni a su Dios, Él nos guiará correctamente”3.

Dados los desafíos a los que todos nos enfrentamos hoy día, ¿cómo permanecemos en el Barco Seguro de Sión?

¡De esta manera!: Tenemos que aumentar nuestra fe en Jesucristo y nuestra fidelidad a Su Evangelio a lo largo de nuestra vida para experimentar una conversión constante, no sólo una vez, sino con regularidad. Alma preguntó: “Y ahora os digo, [hermanas y] hermanos míos, si habéis experimentado un cambio en el corazón, y si habéis sentido el deseo de cantar la canción del amor que redime, quisiera preguntaros: ¿Podéis sentir esto ahora?”4.

Los expertos guías del río en la actualidad se pueden comparar con los apóstoles y profetas, y con los inspirados líderes locales del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares. Ellos nos ayudan a llegar a salvo a nuestro destino final.

Recientemente hablé en un seminario para nuevos presidentes de misión y aconsejé a esos líderes:

“Mantengan la misión centrada en los líderes de la Iglesia… Nosotros no los llevaremos por mal camino… ni podemos hacerlo.

“A medida que enseñen a sus misioneros a centrar su atención en nosotros, enséñenles que nunca sigan a aquellos que piensen que saben más sobre la manera de administrar los asuntos de la Iglesia que… nuestro Padre Celestial y el Señor Jesucristo. Ellos saben y lo hacen mediante los líderes del sacerdocio que tienen las llaves para presidir.

“En mi ministerio he descubierto que aquellos que se han perdido o confundido por lo general son aquellos que con más frecuencia han… olvidado que cuando la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce hablan con una voz unida, es la voz del Señor para ese momento. El Señor nos recuerda: ‘…sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo [D. y C. 1:38]”5.

En otras palabras, abandonan el Barco Seguro de Sión, se alejan del camino, apostatan. Trágicamente, suelen sufrir consecuencias inesperadas a corto plazo, y más tarde a largo plazo, no sólo para sí mismos, sino también para sus familias.

Nuestros líderes locales de la Iglesia, al igual que los guías expertos de los ríos, han aprendido de las experiencias de la vida; han recibido capacitación y enseñanza de apóstoles, profetas y otros oficiales de la Iglesia; y, sobre todo, han recibido instrucción del Señor mismo.

En otra ocasión este año, les hablé a los jóvenes adultos de la Iglesia en la transmisión del devocional del SEI de mayo; les dije:

“He oído a la gente decir que los líderes de la Iglesia viven en una ‘burbuja’. Se olvidan de que somos hombres y mujeres de experiencia y que hemos vivido en muchos lugares y trabajado con personas de diferentes procedencias. Nuestras asignaciones actuales nos llevan a todo el mundo, donde conocemos a los líderes políticos, religiosos, de negocios y humanitarios de todos los lugares. Aunque hemos visitado [a líderes en] la Casa Blanca en Washington, D.C. y a los líderes de las naciones [y religiones], también hemos visitado [a las familias y a las personas] más humildes de la tierra…

“Si consideran nuestra vida y ministerio, seguramente estarán de acuerdo en que vemos y experimentamos el mundo como pocos lo hacen; se darán cuenta de que vivimos menos en una ‘burbuja’ que la mayoría de las personas…

“No obstante, la sabiduría personal y combinada de [los líderes de la Iglesia] debería brindarles cierta confianza. Hemos pasado por todo, incluso las consecuencias de diferentes leyes y normas públicas, así como desilusiones, tragedias y muerte en nuestra propia familia. Entendemos por lo que ustedes están pasando”6.

Juntamente con la regla número uno, como la he aplicado, recuerden las reglas dos y tres: siempre lleven puesto un chaleco salvavidas, y sujétense con ambas manos. Las palabras del Señor se encuentran en las Escrituras, y en las enseñanzas de los apóstoles y profetas. Ellas nos proporcionan consejo y dirección que, si se siguen, harán las veces de un chaleco salvavidas espiritual y nos ayudarán a saber cómo sujetarnos con ambas manos.

Debemos llegar a ser como los hijos de Mosíah, quienes “se habían fortalecido en el conocimiento de la verdad”. Podemos llegar a ser hombres y mujeres “de sano entendimiento”. Esto sólo se puede lograr si “[escudriñamos] diligentemente las Escrituras para [que conozcamos] la palabra de Dios”7.

Al escudriñar las Escrituras y las palabras de los apóstoles y profetas, pasados y actuales, debemos concentrarnos en estudiar, vivir y amar la doctrina de Cristo.

Además de cultivar el hábito de la lectura personal de las Escrituras, debemos ser como los hijos de Mosíah y dedicarnos “a mucha oración y ayuno”8.

Parecería que estas cosas que no se pueden medir fácilmente son de gran importancia. Mantengan su atención en estas cosas sencillas, y eviten distraerse.

Debido a que he conocido a personas que no han permanecido en el bote y no se han sujetado con ambas manos durante tiempos de pruebas y dificultades, o que no han permanecido en el bote durante tiempos de relativa calma, he observado que muchos de ellos han dejado de centrarse en las verdades básicas del Evangelio: las razones por las que se unieron a la Iglesia en primer lugar; las razones por las que permanecieron totalmente comprometidos y activos en vivir las normas del Evangelio y bendijeron a los demás mediante el servicio dedicado y consagrado; y el modo en que la Iglesia ha sido “un lugar de alimento y progreso espiritual”9.

José Smith enseñó esta verdad básica: “Los principios fundamentales de nuestra religión son el testimonio de los apóstoles y de los profetas concernientes a Jesucristo: que murió, fue sepultado, se levantó al tercer día y ascendió a los cielos; y todas las otras cosas que pertenecen a nuestra religión son únicamente apéndices de eso”10.

Si nos mantenemos centrados en el Señor, se nos promete una bendición incomparable: “Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna”11.

Algunas veces, los fieles Santos de los Últimos Días e investigadores sinceros empiezan a concentrarse en los “apéndices” en vez de los principios fundamentales; o sea, que Satanás nos tienta para que nos distraigamos del mensaje claro y sencillo del Evangelio restaurado. Quienes se distraen muchas veces dejan de participar de la Santa Cena porque se concentran en prácticas o enseñanzas de menor importancia, e incluso se preocupan por ellas.

Otros quizás se centren en las preguntas y dudas que tengan. Naturalmente, el tener preguntas y dudas no es incongruente con el discipulado dedicado. Hace poco, el Consejo de la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles declararon: “Comprendemos que de vez en cuando los miembros de la Iglesia tendrán preguntas acerca de la doctrina, la historia o las prácticas de la Iglesia. Los miembros siempre son libres de hacer tales preguntas y procurar sinceramente mayor entendimiento”12.

Recuerden que el mismo José Smith tuvo preguntas que dieron inicio a la Restauración. Él procuraba el conocimiento y, al igual que Abraham, encontró las respuestas a los interrogantes más importantes de la vida.

Las preguntas importantes se centran en lo que más importa: el plan del Padre Celestial y la expiación del Salvador. Nuestra búsqueda debe convertirnos en discípulos amables, bondadosos, amorosos, tolerantes, pacientes y dedicados. Como Pablo enseñó, debemos estar dispuestos a “…[sobrellevar] los unos las cargas de los otros, y [cumplir] así la ley de Cristo” 13.

Sobrellevar las cargas los unos de los otros incluye ayudar, apoyar y comprender a todos, incluso al enfermo, al débil, al pobre de espíritu y cuerpo, al que duda y al afligido, así como a otros miembros discípulos, entre ellos los líderes de la Iglesia que han sido llamados por el Señor para prestar servicio por un tiempo.

Hermanos y hermanas, permanezcan en el bote, usen sus chalecos salvavidas y sujétense con ambas manos. ¡Eviten las distracciones! Y si alguno de ustedes ha caído por la borda, nosotros los buscaremos, los hallaremos, les ministraremos y los volveremos al Barco Seguro de Sión, donde Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo están a la cabeza y nos dirigirán acertadamente; de lo cual testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Brigham Young, 1997, pág. 90.

  2. Brigham Young, “Discourse”, Deseret News, 27 de enero de 1858, pág. 373.

  3. Brigham Young, “Remarks”, Deseret News, 18 de noviembre de 1857, pág. 291.

  4. Alma 5:26.

  5. Véase de M. Russell Ballard, “Liderazgo en la misión” (discurso dado en el seminario para nuevos presidentes de misión, 25 de junio de 2014), pág. 8.

  6. Véase de M. Russell Ballard, “Quedaos tranquilos, y sabed que yo soy Dios” (Devocional del Sistema Educativo de la Iglesia, 4 de mayo de 2014); lds.org/broadcasts.

  7. Alma 17:2.

  8. Alma 17:3.

  9. Véase Carta de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce, 28 de junio de 2014.

  10. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, págs. 51–52.

  11. 2 Nefi 31:20.

  12. Véase Carta de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce, 28 de junio de 2014.

  13. Gálatas 6:2.