2000–2009
Pide, busca, llama
Octubre 2009


Pide, busca, llama

Todo Santo de los Últimos Días puede ser digno de recibir revelación personal.

Mis amados hermanos y hermanas, estoy agradecido por cada uno de ustedes. Estoy agradecido, también, por el milagro de la comunicación moderna que permite que esta conferencia llegue a millones de personas por todo el mundo.

La tecnología de hoy también nos permite usar teléfonos inalámbricos para intercambiar información con rapidez. Hace poco, mi esposa Wendy y yo nos encontrábamos en una asignación en otro continente cuando nos enteramos del nacimiento de un bebé en la familia. Recibimos las buenas noticias minutos después de ese nacimiento del otro lado del mundo.

Más sorprendente aún que la tecnología moderna es la oportunidad que tenemos de acceder a información directamente de los cielos, sin equipo electrónico ni cuotas mensuales. Es uno de los dones más maravillosos que el Señor ha dado a los seres humanos; es Su generosa invitación: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”1.

Esa oferta eterna de proporcionar revelación personal se extiende a todos Sus hijos. Casi parece demasiado bueno para ser cierto, ¡pero lo es! Yo he recibido esa ayuda celestial y he respondido a ella; además, he aprendido que siempre debo estar preparado para recibirla.

Hace años, estando sumido en la tarea de preparar un discurso para la conferencia general, me desperté de un sueño profundo con una idea firmemente grabada en la mente. De inmediato agarré lápiz y papel cerca de mi cama y escribí lo más rápido posible. Volví a dormirme, sabiendo que había captado esa grandiosa impresión. A la mañana siguiente, miré la hoja de papel y descubrí, consternado, ¡que lo que escribí era totalmente ilegible! Todavía conservo lápiz y papel al lado de la cama, pero ahora escribo con más cuidado.

Para tener acceso a la información de los cielos, uno debe primeramente tener una fe firme y un deseo profundo; uno necesita “[pedir] con un corazón sincero, [y] con verdadera intención, teniendo fe en [Jesucristo]”2. “Verdadera intención” significa que de verdad se tiene la intención de seguir la guía divina que se reciba.

El siguiente requisito es estudiar el asunto con diligencia. Ese concepto se enseñó a los líderes de esta Iglesia restaurada cuando inicialmente aprendían a adquirir revelación personal. El Señor los instruyó de esta manera: “…te digo que debes estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere, haré que tu pecho arda dentro de ti; por tanto, sentirás que está bien”3.

Uno de los aspectos del estar preparado es conocer y obedecer las enseñanzas pertinentes del Señor. Algunas de Sus verdades eternas tienen aplicación general, tales como los mandamientos de no robar, no matar y no dar falso testimonio. Otras enseñanzas o mandamientos son también generales, como los que tienen que ver con el día de reposo, la Santa Cena, el bautismo y la confirmación.

Algunas revelaciones se han dado para circunstancias singulares, como cuando Noé construyó el arca o la necesidad de que profetas como Moisés, Lehi y Brigham guiaran a sus seguidores en viajes rigurosos. El modelo que Dios estableció desde hace mucho de enseñar a Sus hijos mediante profetas nos asegura que Él bendecirá a cada uno de los profetas y que bendecirá a los que den oído al consejo profético.

El deseo de seguir al profeta requiere mucho esfuerzo, ya que el hombre natural sabe muy poco acerca de Dios, y mucho menos de Su profeta. Pablo escribió que “el hombre natural no [recibe] las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”4. El cambio de hombre natural a discípulo devoto es muy potente5.

Otro profeta enseñó que “el hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha sido desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás, a menos que se someta al influjo del Santo Espíritu, y se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el Señor, y se vuelva como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre él, tal como un niño se somete a su padre”6.

Hace poco observé esa clase de cambio potente en un hombre que conocí hace diez años. Él había ido a una conferencia de estaca en la que su hijo fue sostenido como miembro de la nueva presidencia de dicha estaca. Ese padre no era miembro de la Iglesia. Una vez que se apartó al hijo, le di un abrazo al padre y lo felicité por tener un hijo tan maravilloso; entonces le dije resueltamente: “Llegará el día en que usted querrá que su hijo sea sellado a usted y a su esposa en un santo templo; cuando llegue ese día, sería un honor para mí efectuar ese sellamiento”.

Durante diez años no vi a ese hombre; hace seis semanas, él y su esposa vinieron a mi oficina. Me saludó cálidamente, y mencionó lo asombrado que se había quedado ante mi invitación anterior. No hizo mucho al respecto hasta más tarde, cuando empezó a perder el oído, cosa que lo hizo darse cuenta de que su cuerpo estaba cambiando y que su tiempo en la tierra era en verdad limitado. Con el tiempo, perdió completamente la facultad de oír. Al mismo tiempo, se convirtió y se unió a la Iglesia.

Durante nuestra visita, hizo un resumen de su transformación total: “Tuve que perder el oído antes de que pudiera oír la grandiosa importancia del mensaje que usted me dio. Entonces me di cuenta de lo mucho que deseaba que mis seres queridos estuviesen sellados a mí, y ahora me encuentro digno y preparado; ¿podría efectuar usted ese sellamiento?”7. Lo hice con un profundo sentimiento de gratitud a Dios.

Después de que se lleva a cabo tal conversión, se puede realizar un mayor refinamiento espiritual. La revelación personal se puede encauzar para convertirse en discernimiento espiritual. Discernir significa cernir, separar o distinguir8. El don del discernimiento espiritual es un don eterno9; permite a los miembros de la Iglesia ver cosas no visibles y sentir cosas no tangibles.

Los obispos tienen derecho a ese don a medida que se enfrentan a la tarea de buscar a los pobres y cuidar a los necesitados. Con ese don, las hermanas pueden percatarse de las tendencias del mundo y detectar aquellas que, aunque sean populares, son frívolas e incluso peligrosas. Los miembros pueden discernir entre tácticas ostentosas y pasajeras y aquellos refinamientos edificantes y perdurables.

El discernimiento está implícito en las importantes instrucciones que impartió el presidente John Taylor hace tiempo10. Esto es lo que enseñó a los presidentes de estaca y a otras personas: “Los que poseen [estos puestos] tienen el derecho de obtener la palabra de Dios respecto a los deberes de sus presidencias, a fin de que lleven a cabo Sus santos propósitos de manera más eficaz. Ninguno de los llamamientos ni cargos en el sacerdocio se han dispuesto para el beneficio, los honores y la fama de aquellos que los posean, sino que se dan expresamente para cumplir los propósitos de nuestro Padre Celestial y edificar el reino de Dios sobre la tierra. Deseamos… comprender la voluntad de Dios y llevarla a cabo; y asegurarnos de que la lleven a cabo aquellos sobre quienes tenemos responsabilidad”11.

Rigen ciertas pautas para que cada uno de ustedes reciba la revelación que es exclusiva para sus propias necesidades y responsabilidades. El Señor les pide que adquieran “fe, esperanza, caridad y amor, con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios”. Entonces, con “la fe, la virtud, el conocimiento, la templanza, la paciencia, la bondad fraternal, piedad, caridad, humildad [y] diligencia” firmes, podrán pedir, y recibirán; podrán llamar, y se les abrirá12.

La revelación de Dios es siempre compatible con Su ley eterna; nunca contradice Su doctrina; se facilita mediante la debida reverencia hacia Dios. El Maestro dio esta instrucción:

“…Yo, el Señor, soy misericordioso y benigno para con los que me temen, y me deleito en honrar a los que me sirven en rectitud y en verdad hasta el fin.

“Grande será su galardón y eterna será su gloria.

“…a ellos les revelaré todos los misterios… [y] mi voluntad tocante a todas las cosas pertenecientes a mi reino”13.

No es preciso que la revelación se reciba toda al mismo tiempo; se puede presentar en incrementos. “…así dice el Señor Dios: Daré a los hijos de los hombres línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí; y benditos son aquellos que escuchan mis preceptos y prestan atención a mis consejos, porque aprenderán sabiduría; pues a quien reciba, le daré más”14. La paciencia y la perseverancia son parte de nuestro progreso eterno.

Algunos profetas han descrito lo que sintieron al recibir revelación. José Smith y Oliver Cowdery dijeron: “El velo fue retirado de nuestras mentes, y los ojos de nuestro entendimiento fueron abiertos”15. El presidente Joseph F. Smith escribió: “Mientras meditaba en estas cosas que están escritas, fueron abiertos los ojos de mi entendimiento, y el Espíritu del Señor descansó sobre mí”16.

Todo Santo de los Últimos Días puede ser digno de recibir revelación personal. La invitación de pedir, buscar y llamar para suplicar guía divina existe porque Dios vive y Jesús es el Cristo viviente; existe porque ésta es Su iglesia viviente17. Y hoy día somos bendecidos porque el presidente Thomas S. Monson es Su profeta viviente. Ruego que demos oído a su consejo profético y que lo sigamos, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Mateo 7:7; Lucas 11:9; cursiva agregada; véase también 3 Nefi 14:7; Traducción de José Smith Mateo 7:12, apéndice de la Biblia SUD del Rey Santiago en inglés.

  2. Moroni 10:4.

  3. D. y C. 9:8.

  4. 1 Corintios 2:14.

  5. Véase Mosíah 5:2; Alma 5:12–14.

  6. Mosíah 3:19.

  7. Tales conversiones son absolutas. John Newton (1725–1807), por ejemplo, cambió su vida de comerciante de esclavos para convertirse en un discípulo devoto del Señor, y resumió su conversión cuando escribió: “¡Asombrosa gracia! (dulces palabras), que a un pobre diablo como yo salvaron. Perdido estuve, pero he vuelto ya. Estuve ciego, mas ahora veo” (“Amazing Grace”, Olney Hymns, 1779, Nº 41).

  8. Discernir se deriva del latín discernere, que significa “separar o distinguir entre”. El prefijo latino dis significa “aparte”, y el sufijo cernere significa “cernir”.

  9. Véase D. y C. 46:23, 26–27.

  10. Después de la muerte del presidente Brigham Young en 1877, los asuntos de la Iglesia estuvieron a cargo del Quórum de los Doce Apóstoles. El liderazgo provisional apostólico continuó hasta 1880, cuando se reorganizó la Primera Presidencia. John Taylor era Presidente del Quórum de los Doce cuando se dio este consejo el 23 de febrero de 1878.

  11. En James R. Clark, comp., Messages of the First Presidency of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 6 tomos, 1965–1975, tomo II, pág. 307.

  12. D. y C. 4:5–6; cursiva agregada; véase también el versículo 7.

  13. D. y C. 76: 5–7.

  14. 2 Nefi 28:30.

  15. D. y C. 110:1.

  16. D. y C. 138:11. A continuación siguió la revelación acerca de la predicación del Evangelio a los que habían muerto sin la oportunidad de escucharlo mientras estuvieron en la tierra (véanse los versículos 29–37).

  17. Véase D. y C. 1:30.