1990–1999
El Establecimiento De La Iglesia
Octubre 1998


El Establecimiento De La Iglesia

“El establecer Su Iglesia es una asignación muy particular. Tenemos que llevar el Evangelio de Jesucristo a todas las naciones en sus respectivos idiomas sin corromper la pureza de su mensaje”.

El Libro de Mormón testifica del ministerio del Salvador resucitado entre los nefitas. Entre Sus enseñanzas, El se refirió a algunos de los sucesos de nuestros días al decir: “… recogeré a mi pueblo de su larga dispersión … y estableceré otra vez entre ellos mi Sión”1.

El profeta Daniel “… previó y predijo el establecimiento del reino de Dios en los postreros días …”2. En esta dispensación, el Señor ha declarado: “Si los de esta generación no endurecen sus corazones, estableceré entre ellos mi iglesia”3.

Existen muchas referencias que confirman que este es el tiempo en que Su Iglesia debe establecerse en preparación para Su segunda venida. Somos los que tenemos la oportunidad especial de ayudar a edificar Su reino una vez más. Yo ofrezco oraciones de gratitud por participar en esta obra de la que muchos profetas y el Señor mismo han hablado durante tantos siglos.

El establecer Su Iglesia es una asignación muy particular. Tenemos que llevar el Evangelio de Jesucristo a todas las naciones en sus respectivos idiomas sin corromper la pureza de su mensaje. La Iglesia tiene que preparar lideres de gran integridad, lideres de quienes las personas honradas de cualquier lugar puedan recibir orientación espiritual. La Iglesia tiene la misma obligación para con todos aquellos que han muerto, así como para con los que actualmente viven y para con los que habrán de vivir sobre la tierra. La Iglesia debe enseñar, según la manera del Señor, leyes y ordenanzas verdaderas que capaciten al creyente fiel para la vida eterna. Estamos familiarizados con muchos otros requisitos que hacen parecer complicada la tarea de establecer una Iglesia tal, pero eso es lo que el Señor nos ha encomendado.

¿Y cómo se establece una Iglesia tal? En una escala mucho menor, se lo que se necesita para edificar un hermoso templo, lo cual requiere mas que trazar planos detallados o emplear materiales de buena calidad; requiere obreros capacitados en cada parte del proceso y que cada uno se dedique cabalmente a realizar su trabajo de la mejor forma posible en un esfuerzo mancomunado. También se que el liderazgo de un inspirado profeta es esencial para edificar magníficos templos y para todo otro desempeño en esta gran obra. Aprecio sobremanera las oportunidades especiales que he tenido de presenciar la inspiración y el Espíritu del Señor que se manifiestan por medio del presidente Hinckley. Él es, verdaderamente, un profeta para nuestros días.

Tal como para la edificación de los templos, es necesario contar con trabajadores dedicados para establecer el reino del Señor en la tierra. La obra progresa satisfactoriamente si cada uno tiene la fuerte convicción en su corazón y en su mente de que Jesucristo esta a la cabeza de esta Iglesia, de que él realmente vive y guía esta obra y de que todos cumplimos una parte importante en llevarla a cabo. Debemos estar dispuestos a aprender los principios del evangelio y a ponerlos en práctica y a orar en cuanto a ellos con corazones sinceros, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo. Entonces recibiremos la convicción de que esos principios son verdaderos. Y la genuina conversión trae consigo la enorme satisfacción del ser parte de esta gran obra.

Es interesante pensar que el Señor haya declarado que este es el tiempo para establecer Su Iglesia y reconocer entonces que ello sucede a medida que cada uno de nosotros desarrolla un testimonio firme y constante de la veracidad de sus preceptos. La Iglesia puede construir templos, enviar misioneros a todo el mundo y llevar a cabo maravillosos actos humanitarios, pero la solidez de su establecimiento depende de lo que abriguemos en nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. ¿Compartiremos con nuestro prójimo las buenas nuevas del Evangelio? ¿Acogeremos con cariño a los nuevos conversos? ¿Llenaremos nuestros templos con devotos participantes que realicen la obra por sus antepasados? ¿Aprenderán nuestras familias a vivir a un nivel celestial, y todo esto a raíz de que tenemos un amor puro por nuestro Padre Celestial, por Sus enseñanzas y por Sus hijos?

El presidente Kimball dijo que el reino de Dios que procuramos establecer “sólo puede lograrse mediante el constante y dedicado esfuerzo diario de todo miembro de la Iglesia”4.

Lo más maravilloso es que cada persona dedicada al establecimiento de la Iglesia de Jesucristo en estos últimos días recibe innumerables bendiciones eternas. Alguien ha dicho que “el mayor desperdicio que tiene lugar en el mundo es la diferencia que hay entre lo que somos y lo que podemos llegar a ser”5. El Evangelio esta en el centro mismo de lo que podemos llegar a ser y cómo debemos hacerlo. Con la ayuda que nos brinda, podemos vivir en este mundo a la vez que nos separamos de todo lo que es degradante y podemos convertirnos, mientras vivamos aquí, en personas mejores.

La mayoría de nosotros quiere vivir con pureza y dedicación, y aun así fallamos de vez en cuando. Quizás nos sirva de algo pensar en la observación que hizo Salomón en cuanto al hombre, al decir de este que “cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”6. Tengo el privilegio de conocer a muchas personas que han concentrado sus pensamientos en las cosas sanas y puras de la vida, que meditan acerca de las Escrituras y se esfuerzan por magnificar los llamamientos que reciben. El Evangelio es para ellas un modo de vida, y, con el tiempo, demuestran haber conseguido la paz y la tranquilidad, y son una bendición para quienes les rodean.

Quizás no apreciemos la capacidad de nuestra mente para absorber y recordar si pensamos que no importa que clase de libros, de películas o de otras actividades introduzcamos en ella. Con gran sabiduría el Señor nos ha dicho que debemos buscar primeramente el reino de Dios y que entonces toda otra cosa deleitable nos será añadida.

El élder Sterling W. Sill indicó que nuestra mente, tal como la mano del tintorero, se tiñe con lo que retiene. Es decir, si tomo con mi mano tintura púrpura, me quedará la mano teñida de color púrpura7. Aquellos que ayudan a establecer la Iglesia saben lo que es malo, pero constantemente escogen lo mejor y llenan su mente de pensamientos puros. El establecimiento del reino de Dios sobre la tierra depende de que cada uno de los miembros de la Iglesia emplee el albedrío que Dios le ha dado para pensar, hablar y proceder de acuerdo con el Evangelio de Jesucristo en todo momento.

Quienes crean estar demasiado ocupados o tener demasiados problemas para tomar parte en esta obra probablemente son los que más se beneficiarían de una sincera y entusiasta participación, y el valioso servicio que podrían dar bendeciría sobremanera a otras personas.

Ahora es el momento de establecer la Iglesia del Señor por medio del afianzamiento de la confirmación de la veracidad del Evangelio en nuestro propio corazón y del hacer lo que los lideres del sacerdocio nos pidan que hagamos. Si así lo hacemos, podremos recibir las bendiciones personales que se encuentran en el gran plan de felicidad. Llegaremos a conocer a nuestro Salvador y a entender lo que El ha hecho por nosotros, y sentiremos Su gran amor. Recibiremos la dulce certidumbre de lo que es la verdad. Sabremos que somos importantes en una causa de naturaleza eterna. Disfrutaremos verdaderamente del liderazgo de un maravilloso profeta y de otros grandes lideres. Nuestra vida se colmara de la paz del Señor y del beneficio de tener Su Iglesia sólidamente establecida sobre la tierra. De ello doy testimonio en cl nombre de Jesucristo. Amén.

  1. 3 Nefi 2 1:1.

  2. D. y C. 138:44.

  3. D. y C. 10:53.

  4. véase “Convirtámonos en puros de corazón”, Liahona, agosto de 1978, pág. 125.

  5. Anónimo.

  6. Proverbios 23:7.

  7. En “Conference Report”, oct. de 1954, pág. 28.