1990–1999
Conceptos Excelentes
Octubre 1995


Conceptos Excelentes

“Todo Santo de los Últimos Días debe estar constantemente interesado en enseñar y recalcar esos grandes y excelentes conceptos que habrán de ayudarnos a encontrar el camino para regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial.”

El verano ultimo asistí al funeral de una electa dama. Uno de los oradores describió tres de las cualidades que la destacaron: lealtad, obediencia y fe. Al escucharle hablar de la vida de esa dama en relación con estas cualidades, pensé cuan apropiado era que se tratara ese tema en un homenaje funerario. La vida no es algo trivial, y, cuando llega a su fin, no debiera comentarse con incidentes triviales. Los funerales son un momento para hablar de conceptos excelentes -ideas compatibles con la importancia de la vida, ideas que puedan ejercer una influencia positiva en quienes permanecemos aquí.

Mientras disfrutaba del espíritu que reinaba en aquel funeral inspirador, trate de enfocar mis pensamientos en la aplicación de este principio en otras circunstancias. Los padres también deberían enseñar conceptos excelentes a sus hijos; también deben hacerlo los maestros orientadores, las maestras visitantes y los instructores en varias clases. El Salvador nos advirtió que seremos juzgados “de toda palabra ociosa que [hablemos]” (Mateo 12:36). Las revelaciones contemporáneas nos mandan que cesemos “de todas [nuestras] conversaciones livianas, [y] de toda … frivolidad” (D. y C. 88:121) y que desechemos nuestros “pensamientos ociosos y risa excesiva” (D. y C. 88:69). Existen muchos comentaristas de cosas triviales. Todo Santo de los Últimos Días debe estar constantemente interesado en enseñar y recalcar esos grandes y excelentes conceptos que habrán de ayudarnos a encontrar el camino para regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial.

Hace unos treinta años, algunos expertos escribieron un libro sobre la educación formal-un compendio de las cosas que toda persona educada debe saber. El título del libro se refiere al Conocimiento de mayor valor (Wayne C. Booth, Chicago y Londres: The University of Chicago Press, 1967), y sugiere que no todo conocimiento es de igual valor. Algunos conocimientos son mas importantes que otros. Y este principio corresponde también a lo que llamamos conocimiento espiritual .

Consideremos el excelente concepto que enseña ese himno predilecto titulado “Soy un hijo de Dios” (Himnos, 196), que tan bellamente interpretó el coro al comienzo de esta sesión. He aquí la respuesta a una de las principales preguntas de la vida: “¿Quién soy yo?” Soy un hijo de Dios, dotado del linaje espiritual de padres celestiales. Y tal ascendencia determina nuestro potencial eterno, lo cual es un concepto realmente confortante. Puede alentarnos a escoger con prudencia y cultivar lo mejor que hay en nosotros. Si inculcamos en la mente de los jóvenes el excelente concepto de que son hijos de Dios, les facilitaremos el respeto en sí mismos y la motivación necesaria para confrontar los problemas de la vida.

Cuando entendemos nuestra relación con Dios, entendemos también nuestra relación con los demás. Todos los hombres y todas las mujeres de la tierra son progenie de Dios, hermanos y hermanas espirituales. ¡Cuán poderoso es este concepto! No es de extrañarse entonces que el Hijo Unigénito de Dios nos haya mandado amarnos los unos a los otros. ¡Cuán maravilloso seria que lo hiciéramos! El mundo sería muy diferente si todos tuviéramos entre sí un amor fraternal, y el servicio abnegado al prójimo no conocería fronteras, creencias ni color. Un amor tal no eliminaría las diferencias de opinión o comportamiento, pero nos alentaría a basar nuestra oposición en las acciones mas que en los actores.

La eterna verdad de que nuestro Padre Celestial ama a todos Sus hijos es un concepto de inmenso significado. Es un concepto particularmente poderoso cuando los hijos pueden reconocerla mediante el amor y el sacrificio de sus padres terrenales. El amor es la fuerza mas poderosa del mundo. Arthur Henry King ha dicho que “el amor no es solamente éxtasis; no es sólo un sentimiento intenso, sino una fuerza dinámica, algo que nos impulsa a través de nuestra existencia de gozosas obligaciones” (The Abundance of the Heart, Salt Lake City: Bookcraft, 1986, pág. 84).

Todos tenemos nuestros propios ejemplos del poder del amor. Hace mas de veinticinco años anote en mi diario algunos recuerdos que tengo de mi padre, quien murió cuando yo tenía ocho años de edad. Lo que escribí entonces refleja el efecto del amor en la vida de un muchacho:

“No es posible demostrar con ningún evento o palabra que pueda recordar, cual fue la mas poderosa impresión que tengo de mi relación con mi padre. Es, en verdad, un sentimiento. Basado en las palabras y las acciones que han pasado al olvido, este sentimiento persiste en mi con toda la claridad de la fe perfecta. El me amaba y estaba orgulloso de mi … Esta es la clase de recuerdo que tanto un niño como un hombre puede atesorar.” (Dallin H. Oaks, “Memories of My Father,” 15 de octubre de 1967.)

Otro concepto excelente que debiéramos enseñarnos mutuamente es que la vida terrenal tiene un propósito y que la muerte física no es el fin sino una simple transición hacia la próxima fase de nuestra existencia, que es inmortal. El presidente Brigham Young enseñó que “nuestra existencia aquí es con el solo propósito de llevar a cabo nuestra exaltación y restauración a la presencia de nuestro Padre y nuestro Dios” (Discourses of Brigham Young, compilados por John A. Widtsoe, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1975, pág. 37). Este concepto del progreso eterno es uno de los mas poderosos de nuestra teología. Nos brinda esperanza cuando erramos y nos anima cuando triunfamos. Por cierto que esta es una de las mayores “solemnidades de la eternidad” que se nos ha ordenado “repos[ar] en [n]uestra mente]” (véase D. y C. 43:34).

Otro concepto valioso que nos rescatara del desaliento es que la obra de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de “llevar a cabo … la vida eterna del hombre,” (Moisés 1:39), es de carácter eterno. No todos los problemas se solucionan y no todas las relaciones necesarias se establecen en la vida terrenal. La obra de salvación se extiende mas allá del velo de la muerte y no debe preocuparnos demasiado cuan incompleta sea nuestra actuación dentro de los límites de la vida terrenal.

Un concepto excelente de inmediata aplicación practica es que podemos dirigirnos en oración a nuestro Padre Celestial y que El nos escucha y nos ayuda en la manera mas conveniente para nosotros. La mayoría de nosotros ha podido experimentar cuan terriblemente solos nos sentimos cuando estamos separados de quienes nos aman. Si recordamos que podemos orar y que se nos escucha y ayuda, podremos resistir ese sentimiento de soledad. Siempre podemos mantenernos en contacto con ese poderoso Amigo que nos ama y nos ayuda, en Su propio tiempo y a Su manera.

Hay miles de experiencias que demuestran que podemos orar y obtener respuesta a nuestras oraciones. Algunas de ellas tienen que ver con niños pequeños. La biografía del presidente Spencer W. Kimball nos relata lo siguiente:

“Una y otra vez Spencer había observado que sus padres siempre le llevaban sus problemas al Señor. Un día. cuando Spencer tenía cinco años y estaba haciendo sus quehaceres, su hermanita Fannie, de un año de edad, salió de la casa y se perdió. Nadie podía encontrarla. Clare, de dieciséis años, sugirió: ‘Mama, si oramos el Señor nos guiara al lugar donde se encuentra Fannie.’ La madre y sus hijos oraron. Terminada la oración, Gordon se dirigió al lugar exacto donde se hallaba Fannie profundamente dormida en una caja grande … detrás del gallinero. ‘Le dimos gracias al Señor una y otra vez,’ anotó Olive en su diario” (Edward L. Kimball y Andrew E. Kimball, hijo, Spencer W Kimball, Salt Lake City: Bookcraft, 1977, pág. 31).

Todo discípulo de Jesucristo sabe que los conceptos mas poderosos de la fe cristiana son la resurrección y l? expiación de Jesucristo. Gracias a El, nuestros pecados pueden ser perdonados y nosotros volveremos a vivir. Desde este púlpito y desde muchos otros se han explicado estos excelentes conceptos mediante innumerables sermones. Tenemos un buen conocimiento de estos conceptos, pero no siempre los aplicamos bien en nuestra vida.

Nuestro modelo ejemplar no es el mas reciente héroe deportivo o personaje popular; ni las posesiones o el prestigio que hayamos adquirido, ni los juguetes o placeres mas costosos que nos inducen a preocuparnos por lo temporal y olvidar lo que es eterno. Nuestro modelo ejemplar-nuestra prioridad cabal- es Jesucristo. Debemos testificar acerca de El y enseñamos mutuamente en cuanto a cómo aplicar Sus enseñanzas y Su ejemplo en nuestra vida diaria.

Brigham Young nos dejo algunos consejos prácticos para ello. “La diferencia entre Dios y el Diablo”, dijo, “es que Dios crea y organiza, mientras que la intención principal del Diablo es destruir” (Discourses of Brigham Young, pág. 69). Ese contraste es un importante ejemplo de la realidad de “una oposición en todas las cosas” (2 Nefi 2:11).

Tengamos presente que nuestro Salvador, Jesucristo, siempre edifica y nunca nos agravia. Es necesario que apliquemos el poder de ese ejemplo en cada ocasión de nuestra vida, incluso en nuestros pasatiempos y diversiones. Consideremos los temas de los libros, las revistas, las películas y los programas de televisión a cuya popularidad contribuimos con nuestro auspicio. Preguntémonos si los propósitos y las representaciones de nuestros pasatiempos son edificantes o perjudiciales para los hijos de Dios. A través de los años, he podido observar una fuerte tendencia a desplazarlo que edifica y dignifica a los hijos de Dios mediante representaciones y acciones deprimentes, perniciosas y destructivas.

El concepto excelente en este ejemplo es que todo lo que edifica a la persona ayuda la causa del Señor, y que aquello que perjudica a la gente sirve la causa de Satanás. Mediante nuestro auspicio personal, todos los días favorecemos una causa o la otra. Ello debería hacernos pensar en nuestras responsabilidades y motivarnos a cumplirlas en una manera aceptable para el Señor, cuyo sacrificio nos ofrece la esperanza y cuyo ejemplo nos muestra el camino a seguir.

Siempre debemos poner a nuestro Salvador en primer lugar. El primer mandamiento que Jehová dio a los hijos de Israel fue: “No tendrás dioses ajenos delante de mi” (Exodo 20:3). Esta parece ser una idea sencilla, pero en la practica puede resultarnos difícil.

Lamentablemente, es fácil subordinar a otras prioridades lo que debería ser nuestro interés primordial. Hace cincuenta años, el filósofo cristiano C. S. Lewis ilustró esa tendencia con un ejemplo que lastimosamente se manifiesta hoy en día. En su obra Cartas Vermiformes, un diablo experto explica cómo corromper a los cristianos y malograr la obra de Jesucristo. Una de las cartas describe cómo una devoción exagerada puede alejar a los cristianos del Señor y de la practica del cristianismo. Lewis sugiere dos ejemplos: el patriotismo en demasía y el pacifismo excesivo, y explica cómo el fanatismo puede corromper a cualquiera de sus adeptos. Y el diablo dice:

“Primero debe considerar el Patriotismo o el Pacifismo como una parte de su religión. Después, bajo la influencia del espíritu partidario, pasara a estimarlo como algo fundamental. Luego, tácita y gradualmente, lo ira nutriendo hasta el punto en que la religión pasara a ser una simple parte de su ‘causa’, y apreciara el cristianismo principalmente por las excelentes razones que puede ofrecer en favor del esfuerzo bélico británico o del pacifismo … Una vez que haya hecho del mundo un fin y de la fe un medio, habremos conquistado a esa persona y muy poco importa que clase de objetivo persiga.” (C. S. Lewis, The Screwtape Letters, Nueva York: MacMillan, 1982, pág. 35).

Podemos percibir muy bien esa tendencia en esta época, con tantas causas que, aunque bien intencionadas, pueden corromper espiritualmente a la gente cuando toman el lugar del Señor que les ha mandado: “No tendrás dioses ajenos delante de mi”. Jesucristo y Su obra están en primer lugar. Todo lo que pretenda valerse de El o aprovechar Su reino o Su Iglesia como un medio para otros fines, sólo ayudara a la causa de Satanás.

Cierta joven noble que logró superar una terrible experiencia demostró otros dos conceptos excelentes. Virginia Reed fue una de las sobrevivientes de la tragedia que sufrió la caravana pionera Donner Reed, cuando efectuaron en carretas una de las primeras peregrinaciones a California. Si la caravana hubiera seguido la ruta establecida por el Sendero Oregón, desde Fort Bridger (Wyoming) hacia el noreste, hasta Fort Hall (Idaho), y de allí hacia el suroeste, rumbo a California, habrían llegado a destino sin problemas. Sin embargo, fueron engañados por el especulador Lansford W. Hastings, quien los persuadió a que fueran por un camino mas corto para ahorrar tiempo. La caravana Donner Reed así lo hizo, abandonando el sendero de Fort Bridger en camino hacia el suroeste. Abrieron una nueva ruta por las encrespadas montañas Wasatch y el sur del Gran Lago Salado, en medio de temperaturas extremas a traves del desierto salitroso.

Las demoras y el increíble esfuerzo físico requerido por esta ruta virgen costaron al grupo Donner Reed mas de un mes adicional para llegar a las montañas de la Sierra Nevada. Al apresurarse para evitar las primeras tormentas de nieve, se vieron atrapados en un temporal de invierno a tan sólo un día de camino para llegar a la cima y después emprender el descenso hacia California; tuvieron que permanecer allí varios meses, durante los cuales la mitad del grupo pereció a causa del hambre y del frío.

Después de esos meses que pasó en la montaña y de las dificultades que sufrió por el hambre y el terror, Virginia Reed, entonces de trece años de edad, llego a California y le escribió una carta a su prima, que vivía al otro lado del país. Al relatarle sus terribles experiencias y el sufrimiento de su gente, concluyo la carta con este sabio consejo: “Nunca tomes un atajo y no malgastes tu tiempo” (Carta de Virginia E. B. Reed a su prima Mary Gillespie, 16 de mayo de 1847, citada en West Jrom Fort Bridger, Logan, Utah: Utah State University Press, 1994, pág. 238).

Este es un potente y verdadero consejo, especialmente para los adolescentes. Los jóvenes están rodeados de caminos tentadores y de especuladores que ofrecen consejos y atajos como substituciones del sendero apropiado. “Prueba este atajo” o “quédate un ratito aquí” son propuestas comunes en el viaje de nuestra vida. A mis jóvenes amigos les sugiero que recuerden el consejo de Virginia Reed: Nunca tomen atajos y no malgasten su tiempo.

Deseo terminar con un ejemplo de la vida del apóstol Pablo. Durante todo su ministerio pudo percibir gran frivolidad, pensamientos ociosos y frivolidades. En Atenas observo que “todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo” (Hechos 17:21). En una de sus epístolas a los Corintios, Pablo pone de manifiesto su determinación de concentrarse en conceptos positivos. Les dijo que no iba a ellos “con excelencia de palabras o de sabiduría,” agregando: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado” (1 Corintios 2:12).

Cumplamos los mandamientos de Dios y sigamos el ejemplo de Sus siervos. Enfoquemos nuestras enseñanzas en esos grandes y excelentes conceptos que tienen un significado eterno para promover la rectitud y la edificación de los hijos de Dios, y ayudémonos mutuamente en el sendero hacia nuestro destino de la vida eterna. Ruego en ferviente oración que podamos lograrlo. En el nombre de Jesucristo. Amén.