1990–1999
Las Respuestas A Los Interrogantes De La Vida
Abril 1995


Las Respuestas A Los Interrogantes De La Vida

Cuando se comprende el plan de nuestro Padre Celestial, las respuestas a los interrogantes de la vida se encuentran en el Evangelio de Cristo.

Las preguntas mas complicadas de la vida parecerían ser aquellas que comienzan con la palabra “por que”. “¿Por que es tan dura la vida?” “¿Por que hay tanto dolor, odio e infelicidad en el mundo?” “¿Por que trunca la muerte una vida joven?” “¿Por que tienen que sufrir los inocentes?” De vez en cuando, todos nosotros hemos tratado de encontrar una respuesta a esos interrogantes mientras luchamos por enfrentar las vicisitudes de la vida terrenal. Quisiera hablar particularmente a los miembros mas jóvenes de la familia de Dios del motivo por el que creo que la única respuesta satisfactoria proviene de la perspectiva consoladora de la fe en nuestro Padre Celestial y en Su plan eterno para nuestra felicidad.

El profeta Alma lo llamó “el gran plan de felicidad” (Alma 42:8), y se le conoce mas comúnmente como el plan de salvación. Su hermosura radica en su sencillez para todos los que, con oración, procuren saber y comprender el verdadero significado y propósito de la vida.

Por medio de los profetas, pasados y presentes, Dios ha revelado las doctrinas de Su “gran plan de felicidad”, que consiste en principios infinitos, eternos, absolutos e inalterables. Alma enseñó que “después de haberles dado a conocer el plan de redención, Dios les dio mandamientos …” (Alma 12:32; cursiva agregada). El plan enseña que todos los que han nacido o nazcan en la tierra son hijos espirituales de Padres Celestiales, y que vivíamos con Ellos antes de venir a esta tierra para recibir un cuerpo de carne y huesos.

“… Si Adán [y Eva] no hubiese[n] transgredido, no habría[n] caído, sino que habría[n] permanecido en el jardín de Edén …

“Y no hubieran tenido hijos; por consiguiente, habrían permanecido en un estado de inocencia, sin sentir gozo …

“Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo” (2 Nefi 2:22-23, 25).

Después de la Caída, Dios le dijo a Adán que se allegara a su esposa, Eva (véase Moisés 3:24; DyC 42:22). “… Dios … les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra …” (Génesis 1:28), un mandamiento que no ha sido nunca revocado.

Por medio de la expiación de Jesucristo, el plan de nuestro Padre proporciona la redención de la Caída. Como el Unigénito de Dios y la única persona del mundo que no tenía pecado, El logró la expiación perfecta para toda la humanidad. Esta se aplica a todos, sin condiciones, en lo que respecta a la resurrección de la muerte temporal o física, ya que gracias a la Expiación, todos resucitaremos de la muerte con cuerpos inmortales. Sin embargo, la Expiación es condicional en lo que concierne a los pecados de cada uno, y el beneficio que de ella reciba toda persona depende de la fe que tenga en Jesucristo, de su arrepentimiento y de su obediencia al evangelio. La exaltación y la vida eterna con Dios están reservadas para quienes guarden los mandamientos.

La vida terrenal, por lo tanto, es el período que se nos da para probar la capacidad que tengamos de comprender el plan de nuestro Padre Celestial y, por cierto, de demostrar nuestra disposición a obedecer. La obediencia es imprescindible para obtener la exaltación y la vida eterna. El rey Benjamín explicó que “el Señor Dios ha enviado a sus santos profetas entre todos los hijos de los hombres, para declarar estas cosas a toda familia, nación y lengua, para que así, quienes creyesen [en] Cristo … esos mismos recibiesen la remisión de sus pecados y se regocijasen con un gozo sumamente grande …” (Mosíah 3:13).

También enseñó a su pueblo:

“… Quisiera que consideraseis el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque he aquí, ellos son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales; y si continúan fieles hasta el fin, son recibidos en el cielo, para que así moren con Dios en un estado de interminable felicidad …” (Mosíah 2:41).

¡Que maravilloso, cálido y reconfortante es saber que el objetivo principal del Dios de los cielos es “la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39) o, en otras

palabras, nuestro gozo y felicidad eternos. Algunas veces me pregunto si apreciamos realmente lo que ello significa y la forma en que debería repercutir en nuestra vida. Debemos prestar la debida atención a las doctrinas de la felicidad, de la verdadera felicidad, infinita y eterna; y estas deben ser el objetivo de todo lo que enseñemos en la Iglesia y de todo lo que hagamos.

El profeta José Smith dijo:

“Mas no podemos guardar todos los mandamientos si en primer lugar no los sabemos, y no podemos esperar saberlos todos, o saber mas de lo que ya sabemos, a menos que cumplamos o guardemos los que ya hemos recibido” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 312) .

Es necesario que comprendamos las doctrinas básicas y recibamos las ordenanzas de salvación imprescindibles para nuestra exaltación y felicidad eternas. Nuestro presente estado terrenal nos ha colocado un velo de olvido sobre la mente para de esa forma permitirnos probar que somos capaces de “[hacer] todas las cosas que el Señor [nuestro] Dios [nos] mandare” (Abraham 3:25). Pero, a pesar de que nuestra perspectiva de la eternidad es limitada, el Señor no nos ha dejado sin guía y dirección. El nos ha proporcionado las Escrituras y los Apóstoles y profetas por medio de los cuales ha revelado Su plan para que obtengamos la exaltación y la vida eterna. Además, tenemos al Consolador, al Espíritu Santo, para guiarnos.

El profeta José Smith enseñó lo siguiente:

“… En la obediencia hay gozo y paz sin defecto y sin mezcla; y en vista de que Dios ha proyectado nuestra felicidad … El jamas ha instituido, jamas instituirá ordenanza o dará mandamiento alguno a su pueblo, que en su naturaleza no tenga por objeto adelantar esa felicidad que El ha proyectado, o que no resulte en la mayor bondad y gloria para aquellos que reciban su ley y ordenanzas” (Enseñanzas, pág. 313).

Para el conocimiento del plan de felicidad es esencial la comprensión del gran principio del albedrío. No es necesario que una persona pase mucho tiempo en la escuela de la vida para darse cuenta de que el plan del Padre Celestial no proporciona una felicidad maravillosa en cada paso de nuestra jornada terrenal, sino que la vida esta llena de duras realidades que nos causan gran dolor y nos destrozan el alma.

Es imposible ver el sufrimiento de los demás, sean cuales sean sus causas u orígenes, sin sentir dolor y compasión. Es comprensible que una persona que no posea una perspectiva eterna se horrorice ante las fotografías o las noticias de los niños que están muriéndose de hambre y de la falta de humanidad del hombre con el hombre, y levante un puño hacia el cielo, y exclame: “Si hay un Dios, ¿cómo permite que pasen estas cosas?”

La respuesta no es fácil, pero tampoco es muy complicada: Dios puso Su plan en funcionamiento, el cual se lleva a efecto por medio de leyes naturales que son, en realidad, leyes divinas. Como esas leyes le pertenecen, El esta obligado a cumplirlas, y nosotros también. Me doy cuenta de que, por propósitos que los mortales quizás no comprendamos, el Señor puede controlar los elementos. Sin embargo, la mayoría de las veces El no causa que la naturaleza siga su curso, sino que lo permite. En este mundo imperfecto, algunas veces ocurren desastres naturales; el fundamento rocoso de la tierra en ocasiones se mueve o cambia, causando terremotos; ciertas condiciones meteorológicas son la causa de huracanes, inundaciones, tornados y sequías.

De todas formas, gran parte de la adversidad la provoca el hombre mismo. El corazón del hombre se ha endurecido y el espíritu de Satanás controla sus hechos. Previendo el sufrimiento de nuestra época, el Salvador dijo: “Y el amor de los hombres se enfriara, y abundara la iniquidad” (D. y C. 45:27). La violencia, la inmoralidad y otras maldades se han desatado incontrolables sobre la tierra. Gran parte de la adversidad tiene su origen en el principio del albedrío.

Tenemos la tendencia a pensar en el albedrío como un asunto personal. Si le pidiéramos a alguien que definiera el “albedrío moral”, la respuesta seria posiblemente algo por el estilo: “El albedrío moral significa que soy libre de tomar mis propias decisiones”. Muchas veces se pasa por alto el hecho de que las decisiones tienen consecuencias, y se olvida que el albedrío ofrece también el mismo privilegio de elección a los demás. En ocasiones, la forma en que otras personas optan por ejercer su albedrío nos afecta en forma adversa. Es tan importante para nuestro Padre Celestial proteger el albedrío de Sus hijos, que les permite ejercerlo, ya sea para bien o para mal.

El plan de felicidad esta al alcance de todos. Si el mundo lo aceptara y lo viviera, la paz, el gozo y la plenitud reinarían sobre la tierra. Si la gente de todo el mundo comprendiera y viviera el evangelio, se eliminaría gran parte del sufrimiento que existe en la actualidad.

Los mortales tenemos una visión muy limitada de la vida en la perspectiva eterna, pero al conocer y comprender el plan del Padre Celestial, nos damos cuenta de que el enfrentarse con la adversidad es una de las formas principales de ser probados. La fe que depositemos en nuestro Padre Celestial y en Su amado Hijo Jesucristo es nuestra fuente de fortaleza interior; por medio de la fe podemos encontrar la paz, el consuelo, y la valentía de perseverar. Al confiar en Dios y en Su plan para nuestra felicidad con todo nuestro corazón en lugar de apoyarnos en nuestra propia prudencia (véase Proverbios 3:5), renace la esperanza. De la fe nace la esperanza que da sentido y propósito a todo lo que hacemos; nos consuela cuando nos enfrentamos a la adversidad, nos fortalece en los momentos de prueba y nos da paz cuando tenemos motivo para dudar o angustiarnos.

Si nos concentramos en los principios del plan del Padre Celestial para nuestra felicidad eterna y los vivimos, nos apartamos de las maldades del mundo. Si estamos afianzados en la comprensión correcta de quienes somos, por que estamos en este mundo y a dónde iremos después de esta vida terrenal, Satanás no podrá poner en peligro nuestra felicidad por medio de ninguna clase de tentación. Si hemos tomado la determinación de vivir de acuerdo con el plan de nuestro Padre Celestial, utilizaremos el albedrío moral que Dios nos ha dado para tomar decisiones basadas en la verdad revelada, y no en las opiniones de los demás ni en la manera de pensar que este de moda en el mundo.

Por ejemplo, estamos entrando en una era en que la información que se recibe por la electrónica tendrá la capacidad de llegar con suma facilidad a nuestro hogar. Por medio de la tecnología computarizada, puede llevar a nuestra casa una variedad increíble de mensajes e influencias. Esa vía electrónica será el conducto de una información que tendrá el poder de cambiar nuestra cultura y, por lo tanto, nuestra propia vida. Al pensar en la importancia de nutrir el intelecto con el potencial prometedor de los recursos de esta la electrónica, debemos tener sumo cuidado en la elección de programas y en las repercusiones que los medios de información y prensa puedan tener en nuestra vida. Los que comprendan el plan eterno que nuestro Padre Celestial tiene para el gozo y la felicidad de Sus hijos estarán mejor preparados para tomar buenas decisiones a medida que la información por vías electrónicas se extienda por el mundo. La computadora, la televisión, el satélite, el microchip e incluso el teléfono pueden bendecir y mejorar nuestra vida, o pueden hacerla muy desdichada.

Por eso es tan importante tomar decisiones basadas en el plan del Padre Celestial. Si creemos verdaderamente que somos Sus hijos y que estamos aquí en la tierra para aprender a vivir, por medio de la fe, las enseñanzas y los mandamientos de Dios y de Su Hijo Unigenito, Jesucristo, tomaremos las decisiones que nos hagan merecedores de regresar algún día a Su presencia. El comprender el Evangelio de Jesucristo y seguirlo como nuestro Salvador y Redentor influirá en todos los aspectos de nuestra vida, incluso en todas nuestras decisiones personales. Quienes vivan de acuerdo con el plan eterno de nuestro Padre Celestial no desearan absorber ninguna información impropia o indeseable, ni querrán destruir su sensibilidad espiritual por medio de hechos inmorales o de la consumición de substancias dañinas; tampoco buscaran pretextos doctrinales con el fin de hallar una razón para dudar de los lideres ordenados de la Iglesia, ni para tratar de cambiar las verdades sencillas del evangelio; no se empeñaran en justificar ningún modo de vida que sea contrario al plan de felicidad. Porque si hacen cualquiera de esas cosas, jamas encontraran la paz interior y el gozo que brinda vivir el evangelio. Por medio de la oración, todos los hijos de nuestro Padre (Celestial pueden tratar de saber quienes son en realidad y encontrar la verdadera felicidad, siempre y cuando obedezcan los mandamientos de Dios y perseveren hasta el fin. El presidente Howard W. Hunter dijo:

“No hay nada de triste ni deprimente en una persona que acepte las verdades del evangelio e incorpore esos principios en su diario vivir. Dios desea que todos Sus hijos tengan gozo y felicidad, y si estamos dispuestos a guardar Sus mandamientos y vivir de acuerdo con Su palabra en todo lo que hagamos, recibiremos esa bendición” (Conference Report, 1° de octubre de 1961, págs. 236-239).

Cuando se comprende el plan de nuestro Padre Celestial, las respuestas a los interrogantes de la vida se encuentran en el Evangelio de Cristo. Debemos aprender a aceptar con fe la doctrina y las enseñanzas del evangelio, como así también el plan de salvación, con el corazón y la mente dispuestos a creer. Hermanos y hermanas, deseo que sepan que los líderes de la Iglesia comprendemos y aceptamos el plan del evangelio y que lo enseñaremos y defenderemos en todo momento y en todo lugar.

Mi testimonio coincide con este del amado apóstol Juan: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:17). Investiguemos la doctrina y los mandamientos del gran plan de la felicidad y cuando los aprendamos, aceptémoslos y vivámoslos gustosamente. Al hacerlo, encontraremos gozo, felicidad y paz perdurables. Jesús dijo:

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” Juan 14:27).

Les dejo mi testimonio de que la promesa de paz del Señor se obtiene al conocer y vivir los principios del plan de felicidad de nuestro Padre (Celestial. Que Su paz y Su gozo nos acompañen a todos, lo ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amen.