El plan de nuestro Padre está hecho para las familias

El élder Quentin L. Cook enseña sobre las bendiciones que reciben las familias al descubrir juntos su historia familiar.

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Gracias a todos por acompañarnos hoy. Nos complace estar con ustedes. El inspirador crecimiento de la historia familiar en todo el mundo se debe a ustedes y a personas como ustedes.

Agradezco profundamente que somos una familia que perdura y compartiremos experiencias con ustedes sobre nuestro cometido de edificar una familia eterna.

Nunca olviden que la historia familiar y las ordenanzas del templo que se habilitan mediante ella, son parte esencial de la obra de salvación. La participación en esta obra sagrada por los muertos bendice la vida de las personas que están vivas. Fortalece nuestra fe y compromiso con el Evangelio, nos ayuda a resistir la tentación, acerca a las familias y fortalece a nuestros barrios y estacas.

Quiero hacer énfasis una última vez en el proceso de “Encuentre, lleve y enseñe”. Espero que lo hayan escuchado tanto en esta conferencia que cualquiera de ustedes pueda resumirlo, pero déjenme intentarlo. Encuentren significa utilizar el sitio web de FamilySearch o el cuadernillo Mi familia: Historias que nos unen para encontrar el nombre de uno o más de nuestros antepasados o sus descendientes. Luego, lleven esos nombres al templo o compártanlos con otras personas para que los lleven. (Cuando sea posible, vayan al templo en familia). Por último, enseñamos este proceso a nuestra familia y luego enseñamos a los demás a hacer lo mismo.

El plan de nuestro Padre está hecho para las familias y se simboliza con un gran árbol. Para que un árbol viva y crezca, necesita tanto raíces como ramas. Del mismo modo, nosotros necesitamos estar conectados a nuestras raíces: nuestros padres, abuelos y otros antepasados; y a nuestras ramas: nuestros hijos, nietos y otros descendientes. Varios conmovedores pasajes de las Escrituras usan la analogía de un árbol con raíces y ramas para representar a la familia.

El profeta Malaquías, en el
último libro del Antiguo Testamento, profetizó de una época en que Elías el Profeta volvería a la tierra antes del “día de Jehová, grande y terrible... [para] volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que [Él] venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:5–6).

Cuando el ángel Moroni se apareció a José Smith en 1823, cuándo éste tenía 17 años, citó esos mismos versículos de Malaquías, pero de forma diferente. Moroni dijo
 en esa noche de septiembre: “He aquí, yo os revelaré el sacerdocio por medio de Elías el profeta, antes de la venida del grande y terrible día del Señor... Y él plantará en el corazón de los hijos las promesas hechas a los padres, y el corazón de los hijos se volverá hacia sus padres. De no ser así, toda la tierra sería totalmente asolada a su venida” (José Smith—Historia 1:38– 39). Cuatro veces el ángel Moroni repitió las palabras de Malaquías al joven José.

Imaginen si todo lo que supiéramos sobre este grandioso profeta Elías fuera lo que José Smith sabía por la Biblia. Gracias a ese libro canónico, sabemos que Elías vivió en una época de tribulación, alrededor de 900 años antes del nacimiento de Cristo. El maligno dúo de Acab y Jezabel reinaban en iniquidad sobre Israel como rey y reina, induciendo a sus súbditos a adorar al falso dios Baal y asesinando a los profetas de Dios, entre otros.

Elías fue un profeta notable. Los cristianos y los judíos de todo el mundo aceptan la historia del Antiguo Testamento en cuanto a Elías el Profeta.

Las Escrituras registran cómo la vida de Elías se salvó milagrosamente y cómo protegió a la viuda de la hambruna y levantó a su hijo de la muerte (véase 1 Reyes 17).

Él describe la forma en que la “voz apacible y delicada” del Señor le aseguró que no estaba solo en su devoción hacia Jehová (véase 1 Reyes 19:12–18).


Por último, fue trasladado y llevado al cielo sin gustar la muerte (véase 2 Reyes 2:5–11).

Solamente mediante la revelación moderna se revela toda la función de Elías. Él fue el último profeta que poseyó el poder sellador del Sacerdocio de Melquisedec antes de la época de Jesucristo. Junto con Moisés, se apareció a Jesucristo y a Pedro, Santiago y Juan en el Monte de la Transfiguración en el meridiano de los tiempos. Como elemento fundamental de la Restauración, Elías se vuelve
 a aparecer a José Smith y a Oliver Cowdery en 1836 en el Templo de Kirtland. Él nuevamente restauró las llaves del poder para sellar a 
las familias de esta dispensación 
en cumplimiento de la profecía de Malaquías (véase D. y C. 110:13–16). Gracias a que Elías fue enviado a esta dispensación, la plenitud de la salvación está disponible para vivos y muertos.

La misión de Elías se facilita mediante lo que en ocasiones se llama el espíritu de Elías, el cual, como el élder Russell M. Nelson ha enseñado, es “una manifestación del Espíritu Santo que da testimonio de la naturaleza divina de la familia” (“Un nuevo tiempo para la cosecha”, Liahona, julio de 1998, pág. 36). Por eso a menudo llamamos a las manifestaciones del Espíritu Santo asociadas con la obra de historia familiar y del templo: el espíritu de Elías.

Leemos en Doctrina y Convenios 128:18, al referirse a los que han muerto antes que nosotros, que “sin ellos nosotros no podemos perfeccionarnos, ni ellos pueden perfeccionarse sin nosotros”. ¿Qué significa esto? Encontramos la respuesta en el versículo siguiente:

“Y ahora, mis muy queridos hermanos y hermanas, permítaseme aseguraros que éstos son principios referentes a los muertos y a los vivos que no se pueden desatender, en lo que atañe a nuestra salvación. Porque su salvación es necesaria y esencial para la nuestra, como dice Pablo tocante a los padres: que ellos sin nosotros no pueden ser perfeccionados, ni tampoco podemos nosotros ser perfeccionados sin nuestros muertos” (D y C 128:15; cursiva agregada).

“Su salvación es necesaria y esencial para la nuestra”. Esto significa que la salvación de toda 
la familia humana es interdependiente y está interconectada, como las raíces y ramas de un gran árbol.

Poco antes de su muerte en 1918, el presidente Joseph F. Smith tuvo una hermosa visión que después pasó a ser la sección 138 de Doctrina y Convenios. En esa visión, leemos que mientras Su cuerpo yacía en la tumba, Cristo visitó el mundo de los espíritus y enseñó a los valientes ahí. “Entre los grandes y poderosos”, escribió el presidente Smith, “que se hallaban reunidos en esta numerosa congregación de los justos, estaban nuestro padre Adán, el Anciano de Días, y padre de todos, y nuestra gloriosa madre Eva, con muchas de sus fieles hijas que habían vivido en el curso de las edades y adorado al Dios verdadero y viviente” (D. y C. 138:38–39).

He pensado mucho sobre estos versículos. Me parece que mucha de la obra de la historia familiar y de las bendiciones que vienen a las familias como resultado de esta gran obra es hecha por y debido a las fieles hijas de Eva. Sin Eva y sus hijas, no habría historia familiar porque no habría familia. Sin la recta influencia de las mujeres, las familias se desintegrarían y prevalecería el caos social.

Los compromisos y las expectativas de la familia deben ser nuestra máxima prioridad, ya que protegerán nuestro destino divino. Para comenzar, he desafiado a las familias a tener lo que he llamado una “reunión de Árbol Familiar”, la cual debería hacerse repetidas veces. Todos llevarían a esas reuniones historias, relatos y fotos de la familia, e incluso posesiones preciadas de padres y abuelos. Se puede utilizar el cuadernillo Mi familia: Historias que nos unen como ayuda para registrar datos familiares, relatos y fotos que después se cargarán en el Árbol Familiar en FamilySearch.org.

Sin embargo, no debe hacerse una sola vez. Requiere de toda una vida de diligencia. Para los que buscan una manera más productiva de pasar el día de reposo con la familia, el apresurar esta sagrada obra es terreno fértil.

El centro de historia familiar
 es el hogar. A nuestros jóvenes 
les encanta conocer la vida de los miembros de su familia, de dónde venían y cómo vivían. Necesitamos ayudarles a desarrollar amor por esta obra.

Muchos jóvenes ya han vuelto el corazón hacia sus padres. Se emocionan tanto con la obra que pierden la noción del tiempo y se frustran cuanto tienen que parar.

Los jóvenes aman las historias y fotos, y ahora tienen fácil acceso a las pericias tecnológicas que permiten conservar esos recuerdos en el Árbol Familiar en FamilySearch.org.

Pueden encontrar a parientes que necesitan las ordenanzas del templo con la nueva herramienta de registros sugeridos de FamilySearch.org. Los registros sugeridos de parientes proceden de la labor de indexación hecha por miembros de la Iglesia en todo el mundo. Esos registros, de los cuales hay millones, les ayudarán a encontrar a más antepasados con los cuales aún no se hayan conectado y quienes necesiten que se efectúen sus ordenanzas en el templo.

Hay más registros de todo el mundo con tecnología de sugerencias en sitios web como Ancestry.com, ndmypast.com y MyHeritage.com, a los cuales los miembros de la Iglesia ahora tienen acceso gratuito.

Aunque como mencioné, el centro de historia familiar es el hogar, la Iglesia continuará proporcionando centros de historia familiar, donde las familias podrán descubrir juntas a sus antepasados y acceder a internet si no está disponible en casa.

Todos los miembros de la Iglesia de 12 años y más pueden obtener una recomendación para el templo de uso limitado a fin de efectuar bautismos por los muertos tras una entrevista con uno o dos líderes eclesiásticos. Eso incluye a todos nuestros nuevos conversos.

Llevar con ustedes una recomendación firmada que pueden presentar en cualquier templo es un gozo. También conlleva protecciones sagradas. Como presidente de mi cuórum, el presidente Boyd K. Packer ha dicho:

“Ninguna obra constituye mayor protección para esta Iglesia que 
la obra del templo y la investigación genealógica que la apoya. Ninguna otra obra produce mayor refinamiento espiritual; ninguna otra obra nos aporta más poder; ninguna obra nos exige una norma mayor de rectitud. Nuestras obras en el templo nos cubren con un escudo y una protección, tanto individual como colectivamente” (Cómo prepararse para entrar en el santo templo, 2002, pág. 40).

La historia familiar es un asunto de familia, pero no todos tienen 
la misma situación. Muchos de nuestros antepasados murieron sin casarse o tener hijos. Algunos se divorciaron; otros se casaron varias veces. Muchos tuvieron hijos que estaban discapacitados o murieron cuando eran pequeños. Todos tenemos una historia.

Cada alma, de vivos o muer
tos, que es responsable por sus actos, necesita las bendiciones de las sagradas ordenanzas y nosotros podemos ayudar a nuestros familiares a recibirlas. Recuerden
 la influencia que tuvieron nuestra gloriosa madre Eva y sus fieles hijas (véase D. y C. 138:39).

Como sucede con nuestros antepasados fallecidos, no podemos ser perfeccionados sin las hijas de Eva o sin su influencia.

Mi esposa, Mary, y mi familia son tan importantes para mí que no creo que disfrutaría de gozo en la vida eterna sin ellos.

Independientemente de si son solteros, de si su cónyuge es menos activo o de si se perciben a ustedes mismos como menos activos o hasta miembros de esta Iglesia, ustedes también pueden ayudar en la salvación de almas. No puede haber una obra más importante, plena o gloriosa.

El que dirige esta obra es nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Después de Su muerte, Él abrió la puerta de la prisión en la que los muertos estaban cautivos:

“Organizó sus fuerzas y nombró mensajeros de entre los justos, investidos con poder y autoridad, y los comisionó para que fueran y llevaran la luz del evangelio a los que se hallaban en tinieblas, es decir, a todos los espíritus de los hombres... y los mensajeros escogidos salieron a declarar el día aceptable del Señor, y a proclamar la libertad a los cautivos que se hallaban encarcelados; sí, a todos los que estaban dispuestos a arrepentirse de sus pecados y a recibir el evangelio” (D y C 138: 30–31).

Nuestro mensaje a ustedes esta tarde ha sido sencillo, pero es profundo. No requiere de retórica elevada ni de doctrina compleja. Se trata de tener un corazón quebrantado y un espíritu contrito, y el compromiso de seguir a nuestro Salvador.

En calidad de Apóstol del Señor Jesucristo, dejo mi bendición sobre ustedes, con la promesa de que 
si ven más allá de los límites del tiempo y la mortalidad, y ayudan a los que no pueden ayudarse a sí mismos, serán bendecidos con mayor unión y gozo en su familia, y con las divinas protecciones concedidas a los que son fieles en Su servicio.

La promesa de Elías el Profeta aclara que cada uno de nosotros tiene una obligación con las generaciones que nos proceden y con las generaciones que nos siguen. Invoco una bendición especial sobre los padres, los jóvenes y los niños para que cada uno de ustedes encuentre gozo y sea bendecido en todos los demás aspectos de su vida a medida que cumplen con la obligación que ha sido enviada del cielo. Dejo estas palabras y esta bendición con ustedes en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.