Hermana Burton: Cómo hacer de la Sociedad de Socorro un refugio para las hermanas nuevas

Por la hermana Linda K. Burton, Presidenta General de la Sociedad de Socorro

  • 16 Julio 2014

En Manila, Filipinas, las mujeres de la Sociedad de Socorro y las mujeres jóvenes se encuentran para participar de reunión entre semana.  Fotografía por Sarah Jane Weaver.

“Cuánto deseo que la Sociedad de Socorro sea un lugar seguro y un refugio contra las tormentas de la vida de cada hermana de la Sociedad de Socorro, sin importar su edad, estado civil, cultura o el número de años de actividad o de ser miembro de la Iglesia”. —Linda K. Burton, Presidenta General de la Sociedad de Socorro

Vivimos en un mundo donde lo “nuevo” a menudo es sinónimo de “mejor”. Pero “nuevo”, cuando se usa en el contexto de “cambio”, a veces puede ser sinónimo de “incómodo”.

Estoy pensando en particular en nuestras hermanas de la Sociedad de Socorro “nuevas” que llegan a nosotras de las Mujeres Jóvenes. Pero también hay otras que son “nuevas” en la Sociedad de Socorro: nuevas conversas, las hermanas que acaban de activarse, o quienes han prestado servicio en otras organizaciones del barrio y tal vez han estado lejos de la Sociedad de Socorro por mucho tiempo.

Hay hermanas que son “nuevas”, al mudarse al otro lado del país, a través de océanos, continentes, culturas y a veces a sólo pocos kilómetros. Cuánto deseo que la Sociedad de Socorro sea un lugar seguro y un refugio contra las tormentas de la vida de cada hermana de la Sociedad de Socorro, sin importar su edad, estado civil, cultura o el número de años de actividad o de ser miembro de la Iglesia.

Hermana Linda K. Burton, Presidenta General de la Sociedad de Socorro

Este año pasado, conocí a una hermana dedicada, conversa a la Iglesia, que estaba ansiosa por compartir su historia. Ella me dijo cómo, de niña, ella y su familia se reunieron con los misioneros y estaban entusiasmados al aprender y creer las verdades del Evangelio. Lamentablemente, su madre murió antes de poder bautizarse, pero suplicó a los misioneros que bautizaran a sus hijos después de que ella se fuera, y lo hicieron con gusto. Después, compartió cómo, cuando era adolescente, deseaba asociarse con las hermanas mayores de su barrio, porque extrañaba a su propia madre tan desesperadamente. Cuando cumplió los 18 años, recibió con entusiasmo la oportunidad de tener como mentoras a las hermanas de la Sociedad de Socorro de su barrio. Actualmente, presta servicio en la organización de las Mujeres Jóvenes de su barrio. Ella se esfuerza con entusiasmo por inculcar en las mujeres jóvenes el amor que siente por la Sociedad de Socorro a medida que las prepara para progresar en la Sociedad de Socorro.

Mi querida amiga, la hermana Bonnie Oscarson, Presidenta General de las Mujeres Jóvenes, recientemente nos recordó: “Tenemos tanto que aprender unas de otras, y muchas veces nosotras mismas levantamos barreras que nos impiden disfrutar de relaciones que podrían contarse entre las bendiciones más grandes de nuestra vida” (Reunión General de las mujeres, marzo de 2014). ¡No podría estar más de acuerdo!

Cuando pienso en las “nuevas” hermanas en la Sociedad de Socorro, recuerdo la invitación del Salvador a Pedro en Juan 21, cuando dijo: “Apacienta mis corderos” (versículo 15). Siguiendo esa invitación, le dijo a Pedro que “[apacentara Sus] ovejas” (versículo 16). Es importante considerar el orden de las Escrituras. ¿Podrían ser los “corderos” de la Sociedad de Socorro aquellas que son “nuevas”, al menos en una de las formas que se describieron antes? ¿Estamos ampliando nuestro círculo de hermandad primero a quienes son más vulnerables? ¿Amamos sin juzgar, tal como hemos sido amonestados por nuestro amado profeta, el presidente Thomas S. Monson? Él fue quien dijo: “Yo considero que la caridad o ‘el amor puro de Cristo’ es lo opuesto a criticar y juzgar … La verdadera caridad es el amor en acción. … Es resistir el impulso de categorizar a otras personas” (Reunión General de la Sociedad de Socorro, septiembre de 2010).

Mientras crecía, mi familia memorizaba pequeños poemas o citas durante la noche de hogar. Uno memorable era el siguiente: “Él dibujó un círculo que me excluía (Hereje, insolente, pura rebeldía). Mas supe ganar con el Amor de aliado: Le hicimos un círculo y ¡quedó atrapado!” (“Burlado”, Edwin Markham). ¿Cómo podría ser eso o parecer así en la Sociedad de Socorro? ¿Cómo podríamos incluir otras personas en nuestros círculos de hermandad, especialmente a quienes son “nuevas”?

Hace poco, una hermana anciana, cuyo marido acababa de fallecer, se mudó a un nuevo hogar. En el día de la mudanza, susurró en voz baja la ansiedad que sentía a su nieta en cuanto a los cambios más importantes que enfrentaba en su vida “nueva” en un lugar nuevo, sin su esposo. Lamentablemente, sus preocupaciones pronto fueron justificadas cuando ella fue “excluida” por la mujer con la que se sentó. La mujer le dijo que estaba sentada en un lugar reservado para una amiga de ella y que tenía que buscar otro lugar para sentarse.

Afortunadamente, la nueva viuda tiene el “ingenio para ganar” y tiene la determinación de ampliar su círculo de amistad, en vez de pasar tiempo sintiendo rencor contra aquellos que deberían haberle dado la bienvenida. Ella ha aprendido durante toda la vida lo que nos haría bien practicar: con el fin de tener un amigo, ¡primero debemos ser un amigo!

Una de las preocupaciones que las “nuevas” hermanas enfrentan en la Sociedad de Socorro es el programa de maestras visitantes. Recuerdo haber tenido la misma preocupación cuando era nueva en la Sociedad de Socorro. Un día, cuando llegué a casa del trabajo, recuerdo encontrar una hoja de papel debajo de mi puerta con un par de nombres y números apuntados en él. No sabía lo que tenía que hacer con ese pedazo de papel. Los nombres eran desconocidos para mí, y prestaba servicio en la organización de las Mujeres Jóvenes en el momento.

Un par de meses más tarde, recibí una llamada telefónica de una señora que me preguntó si había “hecho” mis visitas de maestras visitantes. Me daba demasiada vergüenza decirle que no sabía lo que eso significaba, y no estoy segura de cómo respondí a su pregunta. Yo misma nunca había tenido una maestra visitante y no sabía lo que se esperaba de mí en esa función o, peor aún, cuál era el propósito de las maestras visitantes.

¿Cómo podríamos ayudar mejor a aquellas que son “nuevas” y a las que “no son tan nuevas” a entender lo que son las maestras visitantes? ¿Les ayudamos a entender que el programa de las maestras visitantes tiene que ver con desarrollar verdaderas amistades con otras hermanas del barrio y ministrar o cuidar las unas de las otras de formas significativas? Una manera en que podemos ayudar es tratar de recordar lo que sentíamos cuando éramos “nuevas”. ¿Cómo podemos ayudar a ser mentoras de las “hermanas nuevas” para que tengan éxito en nuestra parte esencial de la obra de salvación? El libro Hijas en Mi Reino es una herramienta que puede ayudar a las hermanas “nuevas” y a todas nosotras a entender nuestra obra sagrada en el Reino de Dios.

Hermanas, podemos entrelazar nuestros brazos y abrir nuestro corazón las unas a las otras al prepararnos para las bendiciones de la vida eterna. Tengamos “el ingenio de ganar” y expandamos nuestros círculos para incluir a todas las que sean “nuevas” de alguna manera. Al hacerlo, cumpliremos la voluntad de Lucy Mack Smith para sus primeras hermanas de la Sociedad de Socorro: “Debemos atesorarnos unas a otras, velar unas por otras, consolarnos unas a otras y adquirir conocimiento a fin de que todas nos sentemos juntas en el cielo” (Hijas en Mi Reino, pág. 29).