La presidencia general de la Sociedad de Socorro pide a las hermanas que “tiendan una mano a los necesitados”

Por la hermana Linda K. Burton, la hermana Carole M. Stephens y la hermana Linda S. Reeves

  • 9 Diciembre 2015

Sharon Foster, de 75 años de edad, posa para una fotografía en su casa en Bountiful, Utah, EE. UU. A su alrededor hay mantitas para bebés que ha hecho para familias de refugiados.  Fotografía de Ravell Call, Deseret News.

Hace tres años, como Presidencia General de la Sociedad de Socorro, pasamos mucho tiempo orando, meditando y deliberando en consejo para saber lo que el Señor deseaba que hiciéramos.

En cada una de nuestras conversaciones seguían surgiendo tres palabras: Expiación, convenios y unidad.

Llegamos a comprender que para lograr el propósito de la Sociedad de Socorro, que es “ayudar a las mujeres a prepararse para las bendiciones de la vida eterna”, teníamos que ayudar a las hermanas a reconocer la necesidad de aumentar su fe centrada en Jesucristo y en Su expiación. Sabíamos que el hacer y guardar convenios sagrados fortalecería a las familias y los hogares, y nos dimos cuenta que cuando servimos en unidad con hermanas de todas las edades y los poseedores del sacerdocio, podemos ayudar de mejor manera a los necesitados.

En una carta de la Primera Presidencia de la Iglesia del día 27 de octubre de 2015, se establece:

“Es con gran preocupación y compasión que observamos la difícil situación de los millones de personas en el mundo que han tenido que huir de sus hogares en busca de alivio, por motivo de los conflictos civiles y otras dificultades. Gracias a la ayuda de nuestros miembros, la Iglesia está brindando ayuda a emigrantes y refugiados en varios países.

“Muchos miembros de la Iglesia han preguntado en cuanto a cómo pueden dar más ayuda. Los miembros pueden contribuir al Fondo Humanitario de la Iglesia por medio del formulario de donativos de diezmos y otras ofrendas. Asimismo, invitamos a las unidades de la Iglesia, a las familias y a las personas de manera individual a participar en proyectos locales de ayuda a refugiados, donde sea práctico hacerlo.

“Que el Señor les bendiga al prestar servicio cristiano a los necesitados”.

Apoyamos incondicionalmente este llamado a la acción para ayudar a los refugiados. El servir de esta manera es una oportunidad para las hermanas de cumplir con cada aspecto del propósito de la Sociedad de Socorro.

En todas las cosas Jesucristo es nuestro ejemplo. Él “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). A medida que aumente nuestra fe, estaremos motivados a prestar servicio semejante a Cristo, lo cual nos ayudará a llegar a ser más como Él. El presidente Henry B. Eyring enseñó: “Cuando socorremos a alguien, el Salvador lo considera como si le hubiéramos socorrido a Él” (“¿No es [éste] más bien el ayuno que yo escogí?”, Conferencia General de abril de 2015).

Con más de 61 millones de refugiados en el mundo, hay muchas oportunidades de prestar socorro, ser mentores y servir en nuestras comunidades según las circunstancias personales lo permitan. Todas las personas pueden contribuir, sin embargo, alguien podría preguntarse: “¿Qué cambio produciría mi aporte?”.

La hermana Sharon Foster, de Bountiful, Utah, EE. UU. escuchó que los bebés recién nacidos de los refugiados necesitaban mantitas. A pesar de no gozar de buena salud, ella y su esposo Richard, comenzaron a cortar tela para hacer mantas y baberos que hacen juego. Fotografía de Ravell Call, Deseret News.

Comiencen buscando la inspiración del Señor, tanto personalmente como en familia. ¿Qué desea Él que yo haga para ayudar? ¿De cuánto tiempo dispongo y qué recursos tengo? ¿Qué habilidades necesarias poseo? ¿Qué podríamos hacer como familia?

El presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó: “Sentarse en consejo, usar todos los recursos disponibles, buscar la inspiración del Espíritu Santo, pedir la confirmación del Señor y ponerse a trabajar.

“Les prometo que si siguen este modelo, recibirán guía específica en cuanto al quién, qué, cuándo y dónde proveer conforme a la manera del Señor” (“El proveer conforme a la manera del Señor”, Conferencia General de octubre de 2011).

No importa nuestra edad ni las circunstancias de nuestra vida, toda persona puede contribuir con algo. Cuando nos unimos con las Autoridades Generales en esta labor y prestamos servicio en unidad —al tender una mano a los refugiados entre nosotros— los hermanos y las hermanas de todas las edades pueden lograr grandes cosas, hacemos lo que podemos, en donde estemos.

Ayudar a los refugiados puede ser algo tan sencillo como ser un amigo sincero, hacer una visita, compartir una comida, enseñar una habilidad nueva o llevarlos a algún lado. 

La hermana Foster teje al crochet una hermosa puntilla a cada juego de mantitas y baberos. Ella y su esposo hacen dos juegos cada día; cada uno es un regalo hecho por manos amorosas y un corazón lleno de caridad, el amor puro de Jesucristo. Cada uno representa el amor del Salvador al envolver a un niño necesitado. El hermano y hermana Foster han encontrado la manera de marcar la diferencia para “quien” recibe el obsequio, haciendo lo que pueden, desde donde están. Fotografía de Ravell Call, Deseret News.