Recuerden y actúen

Transmisión vía satélite de Seminarios e Institutos de Religión•4 de agosto de 2015


 

En una conferencia general, el élder Marlin K. Jensen dijo: “Si prestamos atención al uso de la palabra recordar en las Escrituras, nos damos cuenta de que ‘recordar’, como Dios desea que lo hagamos, es un principio de salvación y fundamental del Evangelio”. ¿Cómo sirve recordar como un “principio de salvación y fundamental del Evangelio”? El élder Jensen continúa: “…y lo es porque las amonestaciones proféticas de que recordemos, con frecuencia son un llamado a la acción: a escuchar, a ver, a obedecer, a hacer y a arrepentirnos”1.

Tenemos un ejemplo de eso en el Libro de Mormón. Helamán nombró a sus hijos Nefi y Lehi, y les explicó por qué:

“He aquí, os he dado los nombres de nuestros primeros padres que salieron de la tierra de Jerusalén; y he hecho esto para que cuando recordéis vuestros nombres, los recordéis a ellos; y cuando os acordéis de ellos, recordéis sus obras; y cuando recordéis sus obras, sepáis por qué se dice y también se escribe, que eran buenos.

“Por lo tanto, hijos míos, quisiera que hicieseis lo que es bueno”2.

Esta es una forma que el recordar sirve como principio de salvación y fundamental. Nos ayuda a actuar de formas apropiadas y justas. Para ese fin se nos alienta en la Iglesia a recordar a aquellos que han ido antes que nosotros: en nuestra historia familiar, en la historia de la Iglesia, en las Escrituras, y lo más importante, al mismo Salvador.

Una joven judía que murió durante las persecuciones de la Segunda Guerra Mundial dio una bella descripción de cómo las personas del pasado pueden bendecir nuestra vida. Escribió: “Hay estrellas cuyo brillos se ve en la tierra aunque han estado extintas por largo tiempo. Hay personas cuyo brillo continúa iluminando el mundo aunque ya no estén entre los vivos. Esas luces son especialmente brillantes cuando la noche es oscura; iluminan la senda para la humanidad” 3.

Este principio también se aplica a la historia de Seminarios e Institutos. Hay mucho en nuestra historia que merece la pena recordar. Para ese fin se ha escrito una historia de Seminarios e Institutos de Religión. Nos alegra anunciar que en un futuro cercano estará disponible para cada uno de ustedes una copia en línea de la historia. Esperamos que se lea y sea una fuente importante de nuestro estudio individual y colectivo. Esta historia nos puede ayudar a aprender de las personas que hicieron de Seminarios e Institutos de Religión lo que es hoy en día. Estamos sobre sus hombros y disfrutamos el rico legado que nos dejaron. Aunque haga mucho que se fueron, aún pueden servir como luces que nos guían al avanzar hacia el futuro. Esperamos que el recordarles nos lleve a recordar sus obras y a actuar.

Esta mañana, me gustaría compartir algunos relatos de nuestra historia. Se cuentan con la esperanza de que al recordar a aquellos sobre cuyos hombros nos encontramos, querremos emularlos, tanto sus deseos como sus esfuerzos.

En su discurso “El curso trazado por la Iglesia en la educación”, el presidente J. Reuben Clark Jr. dijo que el primer requisito para un educador religioso era un testimonio personal de que Jesús es el Cristo y que José Smith fue un profeta de Dios”4. Este testimonio ha proporcionado la motivación de muchos educadores religiosos y su familia para aceptar asignaciones difíciles y molestas, así como sacrificar mucha ambición y comodidad personales. Dan el ejemplo del presidente Gordon B. Hinckley, quien dijo de sí mismo: “No me imagino cómo llevar algo a buen término sin antes arrodillarme y suplicar ayuda, y entonces levantarme y ponerme manos a la obra”5. Alguien así era Ray L. Jones, a quien se pidió comenzar un programa de seminario matutino para la Iglesia.

“Durante la Conferencia General de abril de 1950, diez presidentes de estaca del área de Los Ángeles se reunieron con el élder Joseph Fielding Smith para tratar la posibilidad de establecer un programa de seminario para los jóvenes del área”. No estaban seguros de cómo hacerlo, puesto que la instrucción religiosa no se permitía en el estado durante el horario escolar.

Franklin L. West, el Comisionado de educación de la Iglesia, sabía de algunas clases de seminario en Utah que se llevaban a cabo antes de la escuela, y vio esto como una solución posible a lo que pedía el sur de California. El comisionado preguntó a “Ray L. Jones, un director de seminario de Logan, Utah, si consideraría viajar a California para comenzar el programa. Estando cómodo con su asignación en ese momento y con su casa recién comprada, el hermano Jones … expresó sus dudas de que él debía ser el hombre que comenzara el programa”.

Ansioso por comenzar el programa, el comisionado West “sugirió que el hermano Jones dejara a su familia en Logan y simplemente ‘viajara’ a Los Ángeles periódicamente, a más de 1.000 km de distancia. Por fin, el hermano Jones consintió a orar al respecto. Después de un tiempo pensándolo, decidió dejar su casa en Logan y mudarse permanentemente a Los Ángeles para comenzar el programa6.

Al igual que Nefi, que dijo: “E iba guiado por el Espíritu, sin saber de antemano lo que tendría que hacer”7, Ray L. Jones se embarcó rumbo al sur de California.

La Iglesia no proveyó los fondos para su viaje, de modo que el hermano Jones consiguió un trabajo conduciendo un tren que transportaba ganado de Utah a California. Con el tiempo, transportó a su familia a Los Ángeles y ayudó a organizar un comité educativo local. Un presidente de estaca del área, Howard W. Hunter, sirvió como director del comité, y el resto, como dicen, es historia8. Lo que comenzó en 1950 con 195 alumnos en siete clases ha llegado a ser, en 65 años, más de un cuarto de millón de alumnos en 136 países.

El espíritu de dedicación y sacrificio se ha manifestado una y otra vez en el corazón de educadores religiosos en todas partes del mundo. Escuchen este relato de uno de nuestros educadores religiosos de Mongolia, que escuchó el consejo de su líder del sacerdocio y fue a trabajar bajo circunstancias difíciles para lograr que sucediera:

Odgerel Ochirjav, un converso de la Iglesia, obtuvo un doctorado en Ciencias Forestales y trabajaba de investigador en Mongolia cuando se le pidió que trabajara a jornada completa como el coordinador de seminario e instituto. Al principio se resistió, pero con el tiempo aceptó la oferta. En noviembre de 2008, el hermano Odgerel y su director de área, Patrick Cheuck, tuvieron una reunión con el presidente de misión. El presidente preguntó por qué no había clases de seminario matutino en Mongolia. El hermano Ochirjav contestó: “Presidente, esto es Mongolia: frío, oscuro, perros y sin transporte público”. Un año después, los tres se reunieron de nuevo y el presidente de misión preguntó lo mismo, a lo que el hermano Ochirjav volvió a contestar: “Frío, oscuro, perros y sin transporte público”. Después de la reunión, el hermano Cheuck habló con el hermano Oxhirjav y le dijo: “Odgerel, cuando tu líder del sacerdocio te pide que hagas algo, ¡debes trabajar en ello!”. El hermano Odgerel contestó: “Patrick, ¡tú no entiendes la oscuridad de Mongolia, el frío de Mongolia, los perros de Mongolia y la falta de transporte público!”. Y allí terminó la conversación.

Poco después, el hermano Ochirjav estaba leyendo Doctrina y Convenios 85:8, y la frase “sostener el arca” le llamó la atención. Leyó una cita del presidente David O. McKay [en un manual de instituto] que decía que aquellos que procuran “sostener el arca” pronto mueren espiritualmente. Más tarde, el hermano Ochirjav escribió: “Sin querer perder el espíritu, comencé a trabajar en el programa de seminario matutino en Mongolia. Sorprendentemente, nuestros líderes locales del sacerdocio estaban entusiasmados con la idea”9. En septiembre de 2009, comenzaron con 140 alumnos, y para marzo 350 asistían haciendo frente al invierno más frío en Mongolia en treinta años, invierno que de temperatura media es de 25 grados bajo cero (Fahrenheit) [-32 centígrados].

En una conferencia general, el obispo Victor L. Brown dijo: “En el mundo, muchas organizaciones, gobiernos, iglesias, incluso familias han perdido mucha vitalidad porque tienen miedo de pedir a las personas que se sacrifiquen. Es importantísimo que no cometamos el mismo error”10.

Me gustaría tomar un momento para agradecerles, de parte de la administración, todos los sacrificios que hacen todos ustedes. Muchas de las cosas más significativas que hacen para bendecir a los jóvenes pasan desapercibidas y nunca salen en los informes. Me parece que ese servicio y ese sacrificio continúan en nuestra organización. Gracias. Como cantamos en uno de nuestros himnos, “por sacrificios se dan bendiciones”11; que estas les lleguen a ustedes y a sus seres queridos.

Los programas de seminario e instituto de éxito siempre han requerido que los educadores religiosos tengan una buena relación de trabajo con otros, como padres, líderes del sacerdocio, personal de la escuela y miembros de la comunidad. Nuestra conducta y trabajo con otras personas deben ejemplificar el Espíritu de Cristo y Su evangelio.

El élder Robert D. Hales ha dicho: “La forma en que tratamos a los miembros de nuestra familia, a nuestros vecinos, a aquellos con quienes nos relacionamos y a nuestros conocidos revelará si hemos tomado Su nombre y lo recordamos siempre” 12. El director del primer instituto, el hermano J. Wyley Sessions, demostró tener tal espíritu.

Después de servir siete años como presidente de la Misión Sudafricana, la Primera Presidencia pidió al hermano y a la hermana Sessions que se mudaran a Moscow, Idaho, para comenzar el programa de Instituto. Aunque los miembros de la Iglesia de Moscow, Idaho, dieron la bienvenida al hermano Sessions y a su familia, algunas facciones de la comunidad los veían con desconfianza, la cual aumentó debido a la naturaleza imprecisa de su asignación en Moscow. Varias personas de negocios locales incluso formaron un grupo para que lo vigilaran, con el fin de asegurarse de que no “mormonizara” la Universidad.

El hermano Sessions se unió a varias organizaciones de la comunidad en un esfuerzo de alcanzar a personas que de otra manera no habrían estado dispuestas a hablar con él. En una serie de cenas bisemanales que llevó a cabo la Cámara de Comercio, intentó sentarse junto a un hombre que era el cabeza del comité asignado a oponerse a su trabajo. En una de esas cenas, ese hombre dijo: “Eres un hombre sorprendente; se me asignó en un comité a mantenerte fuera de Moscow, y cada vez que te veo vienes aquí y eres tan amigable que me caes cada vez mejor”. El hermano Sessions respondió: “A mí me pasa igual, mejor será que nos hagamos amigos”. Posteriormente el hermano Sessions contó que este hombre llegó a ser uno de sus mejores amigos mientras vivió en Moscow13.

En Doctrina y Convenios, el Señor dijo: “Y nadie puede ayudar en [esta obra] a menos que sea humilde y lleno de amor”14. No podemos hacer el trabajo de un educador religiosos si no nos motiva el amor: amor por el Señor, nuestra familia, nuestros alumnos y aquellos con los que trabajamos.

En 1978, el élder Gordon B. Hinckley habló al personal de educación de la Iglesia y dijo:

Que el amor sea su estrella polar; es la mayor fuerza en la tierra…

Cultiven… un profundo amor por aquellos a los que enseñan, en particular por aquellos a los que pueda parecer difícil alcanzar. Son lo que más les necesitan, y el milagro que llegará a la vida de ellos por su trabajo con un espíritu de aliento y bondad, les traerá a ustedes una felicidad y satisfacción todos sus días y fortaleza, fe y testimonio a ellos”15.

En ocasiones, quizás encontremos difícil amar a ciertos alumnos o a otras personas con las que trabajamos. ¿Y entonces qué? En nuestra historia, tenemos el relato de un antiguo administrador y la dificultad que tuvo para amar a aquellos con quienes se le pidió trabajar. Fíjense en este relato qué fue lo que por fin le permitió amar.

Con la expansión internacional de la Iglesia, Seminarios e Institutos de Religión enfrentaba el desafío de proporcionar educación religiosa en nuevos países, culturas e idiomas. A principios de la década de 1970, se modificó la administración de Seminarios e Institutos de Religión, y se dio a los administradores asistentes áreas internacionales para supervisar.

Frank Day, uno de los administradores asistentes, había servido como infante de marina en la Segunda Guerra Mundial. Había luchado en el Pacífico Sur y se le había enseñado a odiar al enemigo. Ahora, al hermano Day le preocupaba recibir la asignación de trabajar con las personas de Asia.

Como había temido, el hermano Joe J. Christensen, comisionado asociado de educación, le pidió que supervisara el Pacífico Sur y Asia. “Mientras el hermano Day viajaba por el Océano Pacífico hacia Japón, los sentimientos que tuvo en la guerra continuaban en su corazón, aunque había orado sinceramente para que desaparecieran. Al prepararse para aterrizar, el hermano Day estaba lleno de temor. Pasó por el aeropuerto… y se acercó al presidente de misión. Al mirarle a la cara, solo vio amor y se sintió emocionado por sus propios sentimientos de amor”. Todos los sentimientos negativos anteriores se desvanecieron16.

El hermano Day dijo que había orado sinceramente y el Espíritu del Señor llevó amor a su corazón que no existía allí de manera natural. Podemos hacer lo mismo. Mormón aconsejó: “…pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor”17.

Ese mismo Espíritu también nos puede alentar y elevar en momentos donde nos sintamos solos, poco apreciados o desanimados.

Bob y Gwenda Arnold recibieron una asignación de mudarse a Guatemala y empezar el programa de seminario e instituto allí. El hermano Arnold describió sus sentimientos al volver en un viaje largo de vuelta a casa después de una asignación de trabajo: “Eran las 12:30 o la 1:00 de la madrugada, cuando tuve un sentimiento de terrible soledad de que nadie en el mundo sabía dónde estaba. Mi familia pensaba que estaba dormido en algún lugar; las personas en Estados Unidos no tenían idea de lo que estaba haciendo. Me sentía muy solo. Al pasar por [una hermosa área de árboles], con el cielo lleno de estrellas brillantes, miré hacia arriba y el Espíritu susurró: ‘Yo sé dónde estás’. La soledad desapareció y lloré gran parte del camino de regreso a casa. Llegaron sentimientos de gozo y paz al saber que mi Padre Celestial estaba al tanto de mí y de lo que estaba haciendo”18.

Si la historia de seminarios e institutos nos enseña algo, debe ser tener gratitud por el inmenso privilegio que tenemos de asociarnos con los jóvenes fieles y creyentes de la Iglesia. En cada rincón del mundo, estos alumnos muestran un espíritu de fe y sacrificio. Por ejemplo, un joven se levantaba cada mañana a las 3:15 h para poder llegar a seminario a tiempo. Para ello tenía que caminar a la parada del autobús, viajar en ese 15 minutos, esperar otro autobús, viajar en él y caminar cuatro cuadras hasta la capilla. A menudo, lo tenía que hacer con lluvia y frío. Al final del año, tenía un 90% de asistencia sin nadie que llegara tarde.

Ofrezco un ejemplo más de cuán llenos de fe y dedicados pueden ser nuestros alumnos.

Stephen K. Iba, un antiguo administrador asistente, sirvió como misionero en las Filipinas, y regresó unos años después para comenzar un seminario allí. Habla de visitar a una familia que conoció como misionero; una familia que incluía una “vivaz” hija de doce años llamada María. El hermano Iba escribió:

“Llamé a la puerta de su casa construida de bloques de cemento… y la madre contestó… Le [dije] por qué había vuelto y le expliqué el programa de estudio individual supervisado.

“Le pregunté por María, que tendría unos diecinueve años. La madre apartó la cortina que separaba el cuarto y allí, sobre un catre, como un maniquí, pesando unos 25 o 30 kg, estaba María, en las últimas etapas del cáncer. Se le iluminó la cara con una maravillosa sonrisa y esos ojos brillantes mientras iba hacia ella.

“Preguntó si podía comenzar el estudio de seminario. Solo tenía seis meses de vida y quería estar mejor preparada para enseñar a sus familiares difuntos en el mundo de los espíritus. Le prometí que en cuanto llegara el material a Manila, ella sería la primera en recibirlo. Cuando regresé la semana siguiente, María estaba lista para estudiar.

“Su padre, que ahora era miembro y el presidente de la rama, había puesto espejos sobre su cabeza para que pudiera mirar hacia arriba y leer y escribir. Por su condición débil, no podía enderezarse. Una semana antes de su muerte… María terminó el último ejercicio de estudio individual supervisado del Libro de Mormón. Nueve meses de trabajo, mil páginas o más, cada palabra, cada espacio en blanco”19.

Esperamos que esta historia esté disponible, que la lean, que interioricen las lecciones que puede enseñar y, lo más importante, que sea un vínculo fuerte en la cadena de nuestra historia en desarrollo.

El presidente Dieter F. Uchtdorf dijo:

“A veces consideramos la restauración del Evangelio como algo que está completo, que ya dejamos atrás… En realidad, la Restauración es un proceso en pleno desarrollo; la estamos viviendo ahora mismo…

¡Este es uno de los periodos más extraordinarios de la historia del mundo!”.

A la luz de eso, el presidente Uchtdorf nos aconsejó que no “[durmamos] durante la Restauración”20. Debemos ser tanto agradecidos como humildes por tener el privilegio sagrado de ayudar a escribir este capítulo en la historia en desarrollo de la Restauración.

Todos somos testigos de cómo el Señor está apresurando Su obra de salvación. El élder Quentin L. Cook dijo: “Gran parte del trabajo difícil para acelerar la obra de salvación, tanto para los vivos como para los muertos, estará a cargo de… los jóvenes”21. Como educadores religiosos, podemos ayudar a prepararles para hacer ese trabajo difícil. La mejor manera de hacerlo, como dijo el presidente Eyring hace algunos años, es pidiéndoles más, no menos22.

A medida que los alumnos aumenten su aprendizaje al asistir a clase regularmente, al leer fuera de clase, y al participar en las evaluaciones, estarán preparados como ninguna otra generación.

El autor y defensor cristiano C. S. Lewis escribió una vez: “Los acontecimientos más importantes de cada era nunca llegan a los libros de historia”23. Durante más de cien años, ha habido personas en seminarios e institutos que han trabajado y sacrificado en silencio para ayudar a llevar jóvenes a Cristo. La mayoría de esas personas y sus historias nunca estarán en un libro, pero tenemos la seguridad de que no pasan desapercibidas. “Ángeles toman, arriba, en cuenta todos los hechos”24 y hay un libro que se guarda en algún lugar que incluye cada acción, también las suyas, que ayuda al Señor a hacer Su obra.

Hoy hemos hablado un poco en cuanto a nuestra historia, pero al volvernos y mirar hacia el futuro, haríamos bien en recordar un comentario que hizo el élder James E. Talmage: “Una profecía es un registro de cosas antes de que sucedan. Una historia es un registro de las cosas después de haber sucedido. De las dos, se puede confiar más en la profecía por su precisión que en la historia”25.

¿Y qué dice la profecía de nuestro futuro? El profeta José Smith nos dijo: “…ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra… la verdad de Dios seguirá adelante valerosa, noble e independientemente hasta que haya penetrado en todo continente, visitado todo clima, abarcado todo país y resonado en todo oído, hasta que se cumplan los propósitos de Dios y el gran Jehová diga que la obra está concluida”26.

Que el Señor nos bendiga a cada uno de nosotros en nuestro esfuerzo de usar nuestra historia para recordar, y actuar, al ayudar a llevar a cabo el glorioso triunfo de la obra del Señor. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notes

  1. Marlin K. Jensen, “Remember and Perish Not,” Ensign or Liahona, Apr. 2007, 36.

  2. Helaman 5:6–7.

  3. Hannah Senesh, quoted in Danel W. Bachman, “Joseph Smith, a True Martyr,” in Susan Easton Black and Charles D. Tate Jr., eds., Joseph Smith: The Prophet, the Man (1993), 330.

  4. J. Reuben Clark Jr., “The Charted Course of the Church in Education,” rev. ed. (1994), 6.

  5. Gordon B. Hinckley, quoted by Russell M. Nelson, “Spiritual Capacity,” Ensign, Nov. 1997, 16.

  6. By Study and Also by Faith: One Hundred Years of Seminaries and Institutes of Religion (2015), 124.

  7. 1 Nephi 4:6.

  8. See By Study and Also by Faith, 125–26.

  9. By Study and Also by Faith, 397–99.

  10. Victor L. Brown, “The Vision of the Aaronic Priesthood,” Ensign, Nov. 1975, 68.

  11. “Praise to the Man,” Hymns, no. 27.

  12. Robert D. Hales, “In Remembrance of Jesus,” Ensign, Nov. 1997, 25.

  13. By Study and Also by Faith, 66–67.

  14. Doctrine and Covenants 12:8.

  15. Gordon B. Hinckley, “Four Imperatives for Religious Educators” (address to religious educators, Sept. 15, 1978), 3–4, si.lds.org.

  16. See By Study and Also by Faith, 237–38.

  17. Moroni 7:48.

  18. Robert B. Arnold, quoted in By Study and Also by Faith, 244.

  19. Stephen K. Iba, “Our Legacy of Religious Education” (undated and unpublished talk), 8; spelling and punctuation standardized.

  20. Dieter F. Uchtdorf, “Are You Sleeping through the Restoration?” Ensign or Liahona, May 2014, 59, 62.

  21. Quentin L. Cook, “Roots and Branches,” Ensign or Liahona, May 2014, 46.

  22. See Henry B. Eyring, “Raising Expectations” (Church Educational System satellite training broadcast, Aug. 4, 2004), si.lds.org.

  23. C. S. Lewis, The Dark Tower and Other Stories (1977), 17.

  24. “Do What Is Right ” Hymns, no. 237.

  25. James E. Talmage, The Great Apostasy (1958), 35.

  26. Joseph Smith, in History of the Church, 4:540.