Basta la gracia del Señor para todos

Una velada con el élder JeffreyR. Holland Discurso a los educadores de religión del SEI • 6 de febrero de 2015 • Tabernáculo de Salt Lake


 

Estoy agradecido por estar con todos ustedes que, en alguna manera u otra, aportan a esta gran causa de enseñar a los jóvenes. He conocido a muchísimos maestros a lo largo de los años, incluyendo a muchos de ustedes. Los amo y agradezco su dedicación e influencia sobre aquellos que procuran enseñar tan diligentemente. El oficio de maestro es todo un desafío. Uno de esos desafíos que he notado en algunos maestros es la tendencia de sentir que no somos lo bastante buenos, o que nos falta talento, o que no tenemos el poder suficiente de hacer lo que se nos ha pedido. Ponemos todo nuestro esfuerzo, pero algunos luchamos con tener sentimientos de ineptitud.

A veces, estos sentimientos surgen al compararnos con otros maestros. He notado, al leer en el libro de Éter, que aun el gran profeta Moroni parecía tener sentimientos de ineptitud, al comparar sus escritos con los del hermano de Jared. Hablándole al Señor, él dijo:

“…los gentiles se burlarán de estas cosas, debido a nuestra debilidad en escribir; porque tú, Señor, nos has hecho fuertes en palabras por la fe, pero no nos has hecho fuertes para escribir… como al hermano de Jared; porque le concediste que las cosas que él escribiera fuesen tan potentes como tú lo eres, al grado de dominar al hombre al leerlas.

“…cuando escribimos, vemos nuestra debilidad, y tropezamos por la manera de colocar nuestras palabras” (Éter 12:23–25).

En vista de los poderosos escritos del hermano de Jared, a Moroni le preocupaba que su ofrenda, sus escritos, no fuesen lo suficientemente buenos, que se burlarían de ellos. ¿Han sentido alguna vez así con sus enseñanzas, en comparación con otros maestros? ¿Han sentido que sus enseñanzas no eran lo suficientemente buenas—que incluso se burlarían de ellas?

Algunas de las palabras del Señor, en respuesta a Moroni, son muy familiares para nosotros. Hasta se han usado como pasaje de dominio de las Escrituras: “y si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres debilidad para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos” (Éter 12:27).

Cada uno de nosotros ha sido inspirado por las palabras del Señor a Moroni. Agradezco que Moroni también fuera fortalecido por esta palabras y no abortara su deber por sus sentimientos de debilidad o ineptitud. ¿Y qué hubiera pasado si, al ver los escritos del hermano de Jared, se hubiera dado por vencido? ¿Y si no tuviéramos sus escritos en el Libro de Mormón?, ¿o si no tuviéramos la conclusión al libro de su padre, relatando la destrucción final de su pueblo?, ¿ni el libro de Éter?, ¿ni el libro de Moroni? Para alguien que se veía a sí mismo como débil para escribir, bastaba la gracia del Señor, y más. Yo no sé si la redacción de Moroni se elevó a la altura de la redacción del hermano de Jared, pero sí sé que, con el Espíritu, las palabras de Moroni han tenido una poderosa influencia en mí y en millones de personas que las han leído. Acabo de ver un informe de las versiones digitales de las Escrituras y tres de los primeros cinco versículos más resaltados de todos los libros canónicos provienen de los escritos de Moroni—incluyendo Éter 12:27.

Cuando sentimos que nuestros esfuerzos pedagógicos son débiles y que no estamos a la altura de la capacidad de otros, podemos mirar hacia adentro y hacia arriba, y no a un lado o por encima del hombro. No tenemos por qué malgastar nuestras energías preocupándonos por cómo nos comparamos con los demás. Podemos invertir nuestras energías en humillarnos y centrarnos en nuestros alumnos. La gracia del Señor nos basta a nosotros, también—para nuestros esfuerzos al enseñar y nos basta para nuestros esfuerzos por ganar la vida eterna.

Nos complace mucho tener hoy con nosotros al élder Jeffery R. Holland. Muchos de ustedes tal vez hayan deducido que mis pensamientos hoy han sido moldeados por el hecho de compartir el atril con él. ¿Cómo se sentirían si tuvieran que hablar en la misma reunión con uno de los oradores más poderosos y más amados de esta dispensación, cuyas palabras son potentes, al grado de dominar a aquellos que las oyen (véase Éter 12:24)? Al ver su información biográfica, hasta me pregunté si quizás tuviera un hermano llamado Jared.

El élder Holland fue ordenado miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles el 23 de junio de 1994. Al tiempo de su llamamiento, el élder Holland estaba sirviendo como miembro del Primer Cuórum de los Setenta, al cual había sido llamado el 1 de abril de 1989.

Desde 1980 hasta que fue llamado como Autoridad General en 1989, el élder Holland sirvió como el noveno rector de la Universidad Brigham Young en Provo, Utah. Ha servido como comisionado de educación de la Iglesia y decano de la Facultad de Educación Religiosa en BYU.

Atleta en la escuela secundaria Dixie y en el Dixie College, en su pueblo natal de St. George, Utah, obtuvo su licenciatura en Inglés y su maestría en Educación Religiosa, por la Universidad Brigham Young. Obtuvo una maestría y doctorado en Estudios Americanos por la Universidad Yale.

Conocí al élder Holland en persona cuando yo era un nuevo maestro de seminario, y visitó nuestra área en Arizona mientras servía como comisionado de educación. Me conmovió el poder que tenía al enseñar y su enfoque personal y cariñoso hacia las personas. Ahora, después de muchos años de verlo, me inspira aún más su enfoque personal y su poder como orador y maestro. Que abramos el oído, la mente y el corazón, al recibir sus enseñanzas; en el nombre de Jesucristo. Amén.