Capítulo 5
Jesús llama a Pedro, el pescador, a ser pescador de hombres — Sana a un leproso — Perdona los pecados y sana a un paralítico — Llama a Mateo — Los enfermos necesitan un médico — El vino nuevo se ha de echar en odres nuevos.
1 Y aconteció que, estando Jesús junto al lago de Genesaret, la gente se agolpaba alrededor de él para oír la palabra de Dios.
2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
3 Y entró en una de esas barcas, la cual era de Simón, y le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la gente.
4 Y cuando cesó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, hemos trabajado toda la noche y nada hemos pescado; pero por tu palabra echaré la red.
6 Y habiéndolo hecho, recogieron tal cantidad de peces que su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que viniesen a ayudarles; y vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
9 Porque el asombro se había apoderado de él y de todos los que estaban con él, por la cantidad de peces que habían pescado;
10 y asimismo de Jacobo y de Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.
11 Y cuando las barcas llegaron a tierra, dejándolo todo, le siguieron.
12 Y aconteció que, estando Jesús en una ciudad, he aquí un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró sobre su rostro y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
13 Jesús entonces, extendiendo la mano, le tocó diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.
14 Y él le mandó que no se lo dijese a nadie. Ve, le dijo, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación como mandó Moisés, para testimonio a ellos.
15 Pero más y más se extendía su fama; y se reunían muchas multitudes para oírle y para que los sanara de sus enfermedades.
16 Pero él se apartaba a lugares desiertos y oraba.
17 Y aconteció un día en que él estaba enseñando, los fariseos y los doctores de la ley estaban allí sentados, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanarlos.
18 Y he aquí, unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él.
19 Pero no hallando por dónde entrar a causa de la multitud, subieron encima de la casa y por el tejado le bajaron con el lecho y le pusieron en medio, delante de Jesús.
20 Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a pensar, diciendo: ¿Quién es este que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?
22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondió y les dijo: ¿Qué pensáis en vuestros corazones?
23 ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: ¡Levántate!, toma tu lecho y vete a tu casa.
25 Y al instante, se levantó en presencia de ellos, tomó el lecho en que estaba acostado y se fue a su casa glorificando a Dios.
26 Y el asombro sobrecogió a todos, y glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: ¡Hoy hemos visto maravillas!
27 Y después de estas cosas, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.
28 Y él, dejando todas las cosas, se levantó y le siguió.
29 E hizo Leví un gran banquete en su casa, y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos.
30 Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?
31 Y respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no necesitan médico, sino los que están enfermos.
32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
33 Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero tus discípulos comen y beben?
34 Y él les dijo: ¿Acaso podéis hacer que los que están de bodas ayunen entretanto que el esposo está con ellos?
35 Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.
36 Y les dijo también una parábola: Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo, pues de esa manera, el nuevo se rompe, y el remiendo nuevo no armoniza con el viejo.
37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres, y el vino se derramará, y los odres se perderán.
38 Pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar, y lo uno y lo otro se conservan.
39 Y ninguno que haya bebido del añejo quiere luego el nuevo, porque dice: El añejo es mejor.