Capítulo 2
Jesús vino a padecer la muerte y a salvar a los hombres — Él vino para expiar los pecados del pueblo.
1 Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos desviemos.
2 Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución,
3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo comenzado a ser publicada por el Señor, nos ha sido confirmada por los que oyeron,
4 testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios, y diversos milagros y dones del Espíritu Santo según su voluntad.
5 Porque Dios no sometió al dominio de los ángeles el mundo venidero, del cual hablamos.
6 Pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo:¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?¿O el hijo del hombre, para que le visites?
7 Tú le hiciste un poco menor que los ángeles;le coronaste de gloria y de honra,y le pusiste sobre las obras de tus manos;
8 todas las cosas sujetaste bajo sus pies.Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas.
9 Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra por el padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.
10 Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar a la gloria a muchos hijos, perfeccionara por aflicciones al autor de la salvación de ellos.
11 Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,
12 diciendo:Anunciaré a mis hermanos tu nombre,en medio de la congregación te alabaré.
13 Y otra vez:Yo confiaré en él.Y de nuevo:He aquí, yo y los hijos que me dio Dios.
14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir, mediante la muerte, al que tenía el imperio de la muerte, a saber, al diablo,
15 y librar a todos los que por temor a la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.
16 Porque ciertamente no auxilió a los ángeles, sino que auxilió a la descendencia de Abraham.
17 Por lo cual, debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que atañe a Dios, para expiar los pecados del pueblo.
18 Pues por cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.